sábado, 27 de marzo de 2021

Tortilla con pimiento verde

Ha salido leer este tuit y oler, OLER, tortilla con pimiento verde.

---

Gracias a este tuit podría contar una historia en la que salen LA CARTA de amor, un amor no correspondido, un bocadillo de tortilla con pimiento verde y un accidente con un coche fúnebre, pero seguramente no la creería nadie.

Además, lo importante es que nunca he escrito otra carta de amor y no soporto el olor de la tortilla con pimiento verde.

¿Cómo te ha ido a ti con tus cartas de amor?


martes, 23 de marzo de 2021

Zombie pandémico

A.P. (Antes de la pandemia) cuando hablaba con mis amigas* sobre cómo reaccionaríamos cada una a una catástrofe zombie yo siempre respondía que pasaba de ser como los de The Walking Dead, que pasaban la vida huyendo y escondiéndome para no contagiarse (aka, que no les comiera un zombie vivos), que yo me dejaría comer nomás darme cuenta de la situación, porque creía que no soportaría vivir con esa amenaza y esa incertidumbre.

Este año he pensado a menudo que estábamos viviendo una catástrofe con ciertas similitudes con la serie: hay una amenaza exógena, cómo reacciona cada persona a la amenaza exógena, cómo se comporta el grupo ante la reacción de cada individuo y qué efectos tienen los comportamientos individuales en el grupo.

Contrariamente a lo que hubiera pensado antes de toda esta mierda, la opción válida para mí desde el primer momento no fue "dejarme comer el celebro", sino evitar el contagio por todos los medios posibles, a costa de mi bienestar personal y mi salud mental, que está quedando muy tirando a regulinchis por lo bajo.

Podría dar muchas razones de este cambio de paradigma pero en el fondo sólo hay una: he visto a mi madre depender de un respirador para vivir durante muchos meses. Antes me meto 10 gramos de lo que sea y me quedo tiesa en el váter que me arriesgo a contagiar a alguien a quien quiero y correr el riesgo de verle enganchado/a un respirador.

Este año me he acordado a menudo de estas conversaciones. Y, quizás para seguir convenciéndome a mí misma de que lo estaba haciendo bien, me he descubierto a veces argumentándome por qué y por qué no estábamos viviendo una situación similar a la de The Walking Dead, concluyendo siempre lo mismo: si fuera un apocalipsis zombie sí me dejaría morir la primera, porque ahí se acababa la cosa y no perjudicaría a otros, pero no lo es, y resulta que mi mala cabeza sí puede ser la desgracia de otros.

Y, ¿sería capaz de vivir normalmente sabiendo que he contagiado a alguien que va y se muere, por salir a tomar unas birras o celebrar un cumpleaños o pegar un polvo? Y como la respuesta es no pues aquí estoy, hasta el mismísimo coño pero cumpliendo las restricciones, aunque algunas me parezcan (y sean) una estupidez.

Ahora que parece que las cosas mejoran en la Comunitat Valenciana está tol mundo empujando para volver a rejuntarnos y "recuperar tiempo y cariños" y yo sigo preguntándome cómo de seguros estamos, y si mi necesidad (NECESIDAD) de interacción social va a suponer un riesgo para mí y para los demás.

Y parece que me lo pregunto hasta en sueños porque este fin de semana he soñado que era un zombie que perseguía a mis hermanos por un prado, que huían agitando los bracitos como Laura Ingals.



*Sí, las señoras de mediana edad hablamos de catástrofes zombies, de si los zombies hace caca, de cómo es la caca que hacen...

martes, 16 de marzo de 2021

Perdida

Recuerdo perfectamente el último día de mi vida "normal". 

No, no fue hace un año, fue hace algo más, hace un año y medio, el día que mi madre entró en el hospital para no salir.

Desde que murió y pudimos dejar el infierno de paliativos hasta que empezó la pandemia pasaron sólo dos meses y medio. Apenas empezaba a recuperarme, un poco, lo suficiente para no pasar llorando todo el día y ser más o menos funcional, cuando me vi encerrada en casa sine die. Porque, chica, llámame loca, pero a mí cuando decían que eran quince días y acto seguido hablaban de la gravedad de la pandemia, pues quince días se me antojaban pocos y pensé que era para largo. Y tenía razón.

Como tantas otras personas tengo la sensación esa del día de la marmota, por las restricciones, limitaciones, prohibiciones y esas vainas. Pero, sobre todo, tengo la sensación de estar perdida, de no tener a qué volver, porque se me olvidado o no existe.

Yo sigo aquí, delante del ordenador, pero a mi alrededor ha cambiado todo lo que me importa o con lo que me relaciono. TODO. Desde lo pequeño hasta lo grande.

Así que me encuentro desubicada, no sé adónde tengo que volver, ni si tengo que volver a algún sitio.

No puedo volver a lo de hace un año y medio porque mi madre no está y todo es diferente. No puedo volver a lo de antes de la pandemia porque fue como una nube de irrealidad, de cuidados y tristeza, porque no quiero, vaya. 

Así que aquí estoy, en stand by, sin saber pa dónde tirar, sin vida a la que volver. Sin querer hacer planes para más allá de una semana. Sin saber qué empezar a recuperar o de qué debería empezar a prescindir. Sin saber dónde y cómo quiero estar para estar bien.

viernes, 12 de marzo de 2021

3.932 días

- ¿Te vienes a la inauguración de Cinema Jove y luego nos vamos a tomar unas copas y lo que surja?

- Vale.

Era 19 de junio de 2010 y yo era otra persona. Siempre era un buen momento para estar en la calle haciendo cosas y Sam sabía que era facilona. Cine, colegueo y copas eran un sí seguro.

Para la inauguración eligieron Gainsbourg, la peli biográfica del señor francés que tuvo los santos huevazos de hacer cantar orgasmáticamente a Jane Birkin. Je t'aime, se llama la cosa.

La peli... bueeeeeno... no era mucho mi rollo, Serge fue un señor muy intenso de los que podríamos denominar, con relaciones difíciles y algo abusivas con el mundo, en general, y con las señoras, en particular.

A lo mejor dormité en algún momento pero a Sam le daba igual que me durmiera en el cine, estaba acostumbrado.

Hasta que empezó a sonar.

Creo recordar que Serge la escribió para Juliette Grecó pero le gustó tanto que se la quedó para él. Y menos mal.

Como tantas otras cosas que me obsesionan, nunca he entendido qué me pasa con ella.

Se me metió aquí dentro y presiona constantemente. Tarareo el sha nan nan, sha nannan, sha nan nan, sha nannan por encima de mis posibilidades. Olvídate, es imposible sacarla a la fuerza, se va cuando quiere, es como si tuviera vida propia. No vale lo de "un clavo saca a otro clavo", lo he intentado con todas las otras canciones que me obsesionan. ¡Si hasta creé una lista que se llama "Canciones que me obsesionan"! Y no funciona.

Me ataca de repente y me acompaña durante días. Luego desaparece y puede que pase semanas sin acordarme de que existe. Pero siempre vuelve y nunca he sabido qué hace que vuelva.

Ahora llevaba meses sin acordarme de ella y, como tantas otras veces, ha vuelto y no me la quito de la cabeza.

La diferencia ahora es que creo haber descubierto qué ha hecho que salga de su escondrijo. Sólo me ha costado 3.932 días.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Enigma

No sé si he contado que tengo muchas pesadillas y que las recuerdo. Muchas son recurrentes. Horribles y recurrentes. Y suelen ir por temporadas.

Supongo que eso quiere decir que tengo aún algunas taritas rechungas demasiado escondidas en los cajones de los dreamcatchers*.

Normalmente me despierto llorando o sudando, necesito levantarme y dar una vuelta, como para asegurarme de que no es real. Casi siempre me cuesta mucho volver a dormir, e incluso a menudo no lo consigo. Otras veces, las menos, me despierto del susto y cuando me doy cuenta de que era una pesadilla vuelvo a pegar la oreja.

Desde hace un par de meses o tres vuelvo a dormir del horror y me despierto todas las noches. A veces soy capaz de desentrañar el misterio: durante el día algo ha despertado algún recuerdo que ha salido de su cajoncito cerrado a cal y canto y se ha puesto a hacer el mal por los pasillos. Por ejemplo, ahora vivo muy cerca del cole al que iba de pequeña, pasé por delante y busqué mi clase, y al día siguiente tuve una pesadilla recurrente en mi adolescencia: me perseguían por los pasillos oscuros e interminables, las escaleras no se acababan nunca y los escalones eran muy altos, había cuerpos sin brazos y hachas en las paredes y todas las ventanas estaban cerradas. Todo normal. 

Otras veces no es tan fácil y me cuesta un tiempito averiguar qué ha llevado lo que sea que me está costando horas de sueño tranquilo.

Como hoy.

Anoche soñé con enigma.

No tengo claro qué o quién era, pero todo el rato era enigma, de esa manera desdibujada e inconexa que tienen los sueños.

Enigma.

Enigma.

Enigma.

Incomprensiblemente, enigma era verde, fuera lo que fuera.

Enigma me perseguía. 

En algún momento estaba sobre fondo negro. A veces era antropomorfo y no tenía pelo. En algún momento ha sido como un neón de bar de putas de carretera, con alguna letra parpadeando.

Enigma.

Enigma.

Enigma.

Llevo todo el día con esa... ¿palabra? ¿concepto? ¿color?

Bueno, pues creo que he encontrado la respuesta a por qué he soñado enigma


Y, bueno, pues parece que es así como funciona mi cabeza, qué le vamos a hacer.

* ¡Ah!, ¿vosotras no os imagináis vuestro cerebro como pasillos retorcidos con estanterías infinitas llenas de baúles y cajones donde se guardan los recuerdos y conocimientos, como en Dreamcatchers? Pues no lo entiendo, la verdad.