miércoles, 30 de mayo de 2018

Alegrías chungas

Hoy me han alegrado mucho el día dos cosas bastante chungas que han pasado a otras personas. 

Esas personas me jodieron la vida en momentos muy sensibles de mi vida, fueron crueles, no tuvieron ni una pizca de empatía y decidieron castigarme arbitrariamente. 

Puedo engañarme diciéndome que me alegro por eso, por lo hijosdelagranputa que fueron conmigo, además de lo rencorosa que soy. 

O porque, de una manera visceral e irracional, aunque yo no he tenido nada que ver, es como si sintiera que el cosmos les devuelve su maldad. 

Sé que no es así, que seguramente les está explotando la cosa en las manos porque se sentían inmunes y han tentado demasiado a la suerte. 

Sé que el karma no tiene nada que ver. 

Sé que la ley de la compensación universal no existe, que los malos no siempre reciben de vuelta lo malo que merecen ni los buenos acaban bien. 

Pero soy tan simplita que me ha alegrado saber que esas personas van a tener que comer un poquito (o muchito) de la mierda que han ido esparciendo a su paso.


martes, 29 de mayo de 2018

Caballos y penes

El caballo. 

Qué animal más bonito. Y grande, fuerte, poderoso, noble, leal, inteligente, útil... Lo que se diga es poco. Qué bonitos los caballos. Todos, eh, sin distinción.

Es fiel compañero del ser humano desde hace un porrón de años. Milenios, diría. 

Desde tiempos immemoriales, el caballo ha sido un símbolo de poder y riqueza: quien tenía pasta cabalgaba y, quien no, pateaba los caminos. ¿Que uno era noble, o caballero? A galopar. ¿Que no tenía dónde caerse muerto? A pata.

Fíjate si han sido (y son) importantes, que los grandes hombre se han retratados sobre estos nobles animales y han quedado fetén. 

Napoleón con un caballo entre las piernas.


Y valen para todo, oye: para ayudar a poner pan en la mesa, para llevar de un sitio a otro, para acarrear las cosas pesadas, para pasear, para ganar carreras, para vencer en batallas, para conquistar, para demostrar la capacidad económica o el amor a los animales... que me recuerda a algo, pero ahora no caigo...

Y viriles... mira que son viriles los caballos. Que te pones al lao de un caballo y ¡PUMBA! 


En fin, ¿que qué me ha pegao ahora con los caballos?

Resulta que hay muchos señores que se ponen un caballo de foto de perfil en las redes de ligar. Pero muchos.

Y a mí lo que me llega es que, de alguna manera, se identifican, o quieren que les identifiquen, con todas esas cosas que transmiten los caballos: poder, gallardía, fuerza, nobleza, virilidad, penes descomunales...

Vamos, que es la leche que los tengas entre las piernas.





Y esto es sólo el principio.

lunes, 14 de mayo de 2018

La política y la música

Ayer discutí con varias personas por culpa de Eurovisión. Bueno, más bien, por lo que pasa y por lo que no pasa en Eurovisión.

Al parecer, a estas personas no les parece bien que se boicotee a los concursantes por las cosas políticas de los países a los que representan, porque la política debería estar al margen del eurocontes.

Por ejemplo, no se debería boicotear a Israel por su actuaciones en Oriente Medio o con los palestinos, porque no tiene nada ver con la música. Y no se debería boicotear a Rusia, que no permite que pasen banderas arcoiris porque que en Rusia pase lo que pasa con las personas homosexuales no tiene nada que ver con la música. 

Que no se debería mezclar la política con la música.

Que resulta que son los mismos que dicen que no se debería permitir a los conductores de metro hacer las huelgas en Fallas o vacaciones porque les joden las vacaciones a los usuarios y a eso no hay derecho, o que no se debería permitir que las manifestaciones bloquearan el centro porque hay más gente en la ciudad que se ve muy afectada y, oye, a eso no hay derecho.

Son los mismos que no mezclarían la política con nada, porque la política no les interesa.

Y dejé la discusión, porque dejaron de interesarme ellos.


jueves, 26 de abril de 2018

Herencias de mierda

Estoy viviendo de cerca una herencia y hay tantas cosas que no entiendo que me ha salido una roncha.

¿Por qué los herederos creen que se lo merecen, si el dinero o los bienes no son suyos, son de otro que se ha muerto?

¿Por qué todos los hijos creen que todos tienen que recibir lo mismo, exactamente, porque si no no es justo? 

¿Por qué personas que se quieren son capaces de odiarse por dinero que ni siquiera es suyo?

¿Qué gen obliga a los padres a querer a todos por igual, o a valorar lo que todos hacen por igual, y a ser ecuánimes? 

¿Qué problema hay en que un hijo o hija o cacatúa sea el preferido? 

¿Por qué los deudos (OJOCUIDADO, LOS DEUDOS) exigen que haya un reparto equitativo, si a lo mejor no son queridos equitativamente?

¿En qué momento se convierte una persona que creías razonable en un monstruo de seis cabezas cuando se trata de pasta? ¿Te has parado a pensar si el monstruo de seis cabezas eres tú?

¿Cómo es posible que las personas seamos tan ruines, tan mezquinas, tan llenas de mierda, cuando se trata de repartir el dinero y los bienes DE OTROS QUE SE HAN MUERTO? 

¿De verdad vale la pena luchar con uñas y dientes por lo que es tuyo (que no es tuyo, te lo van a dar por la patilla y probablemente no hayas hecho nada para ganarlo) y perder por el camino a tu familia? Que si tan chungos son, deberías habértelos quitado de encima hace mucho...

No sé, piénsatelo. Y recuerda que tú tampoco te lo vas a llevar contigo.

martes, 24 de abril de 2018

El club de la lucha

Comparto clase de inglés con tres señoras jubiladas y tres muchachos recién salidos de la Universidad. 

Una fiesta mundial de los estereotipos. De lo peor de los estereotipos.

Hay conversaciones muy curiosas. Y digo curiosas, por decir algo en algún sitio, porque allí tengo que callarme.

Las señoras desconfían de los jóvenes. Son de la escuela de yo soy muy moderna, PERO, cualquier tiempo pasado fue mejor, lo peor está por llegar, ya llegaréis a viejos y nos daréis la razón y la tecnología es un monstruo de tres cabezas que os ha convertido en inútiles, ignorantes, vagos y desagradecidos.

Los muchachos, con sus másteres, sus estudios universitarios y sus miles de seguidores en Instagram observan estupefactos y altaneros la resistencia al cambio de sus compañeras de clase, incapaces de debatir contra la ira de la tercera edad. No porque sean lo educados que dicen ser, justo antes de ponerlas a parir en voz baja, sino porque no saben qué significan algunas de las palabras que utilizan: hercúleo, divergente o heterodoxo no entran en su vocabulario.

Yo asisto divertida al club de la lucha, con la esperanza de no convertirme en una de ellas, y el terror de haber sido una de ellos a su edad.

Miro desde atrás, veo volar las lanzas y pienso en mis cosas.

Estoy aprendiendo un montón de inglés.