Yo iba a hacer algo presuntamente chulo con el cuestionario de Proust, para ver si era verdad que se llegaba a conocer en profundidad a una persona cuando va y recuerdo vagamente que ya lo había hecho.
En estas estaba, con el yo que sé de si lo había hecho o lo había soñao, cuando me paro a pensar en las cosas que hacen que yo piense que conozco bien a alguien. Que, soy consciente, es bastante difícil.
No pienso en su color favorito, ni en su autor más preferido, su héroe admirado o en qué país le gustaría vivir. Son cuestiones menores que se pueden saber de cualquiera pegando la oreja a sus conversaciones en el bus, que me lo ha dicho una amiga. Esas cosas dan más o menos igual.
Para mí lo importante, lo que hace que piense en si conozco o no a alguien, lo que hace que quiera a una persona cerca o en otro hemisferio, es si confío en ella, si pondría la mano en el fuego afirmando que no me haría daño voluntariamente, sólo para joderme la vida.
Porque una se puede equivocar con el pintor favorito, que no pasa nada si guardas el ticket, pero si tienes dudas sobre si alguien sería capaz de dañarte a propósito... la duda es un universo negro entre dos personas que impide conocer ni un poquito al otro. Esa duda es un universo de putadas voladoras, nunca estarás seguro de si alguna te va a dar de lleno, nunca podrás confiar en el otro, nunca sabrás de qué es capaz.
Y es que los universos son muy grandes.