martes, 26 de febrero de 2013

Lo siento

El ser humano tiene muchos defectos y... 

Qué coño, vamos a dejarnos de zarandajas, que ya sabemos todos que hemos venido a hablar de mi libro.

Tengo muchos defectos. No podría decidirme entre el que me causa más problemas o el que perturba más mi paz interior. Los odio todos por igual, aunque va a días.

Normalmente, los que más me molestan son los que interfieren en el desarrollo adecuado* de mi relación con los demás. Sí, esos que provocan malentendidos, enfados y soplapolleces con otras personas. Casi siempre me llevan a pensar que lo mejor sería que esas personas con las que tengo conflictos estarían mejor muertas, y casi siempre lo digo en serio. Claro que, a poco que me pare a pensar, me doy cuenta de que sería fácilmente un arma de destrucción masiva y que me quedaría sin nadie que me cocinara, así que tiendo a bajar el listón y me limito a apartar de mi camino a esas personas que molestan a mis defectos.

Quizás apartar es una palabra demasiado suave: borro a esas personas de mi vida. Puff. Game over.

Y a veces me arrepiento. Y soy consciente de que no hay vuelta atrás porque he quemado tantos barcos que es imposible cruzar el océano de desencuentros que nos separa**. Y me da tanta vergüenza que me quedo sin hacer nada, lamentándome de vez en cuando de lo que podía haber vuelto a ser y sé que nunca será.

Sé que a veces sería relativamente fácil empezar con un "lo siento mucho, no volverá a ocurrir" de corazón, porque no todas las personas son tan cerriles como una servidora. Pero también sé que, probablemente, nunca lo diga.

Y cantando no vale casi nunca.


Brenda Lee, I'm sorry


* Léase adecuado para mí.
** Aquí me he pasao de lirismo, creo.

lunes, 25 de febrero de 2013

El sentido de la vida

A lo largo de la historia muchos filósofos y otras personas (un porrón, vaya) se han preguntando sobre el sentido de la vida.

Durante un tiempo me dio por pensar que, oye, yo también soy una persona, no voy a ser menos y voy a preguntármelo también. 

Me lo pregunté muchas veces, de diferentes maneras, pero ninguna de las respuestas que se me ocurrían me satisfacía. Y lo peor es que se me ocurrían cosas nuevas que quería saber y para las que tampoco sabía qué responder: 
  1. ¿Por qué soy?
  2. ¿Por qué soy así?
  3. ¿Qué hacemos aquí?
  4. ¿Por qué soy yo y no soy otra persona?
  5. ¿Hasta qué punto merezco estar aquí, en este sitio y en este momento, y no en otro?
  6. ¿Voy hacia algún sitio?
  7. ¿Por qué tengo más pelos en una ceja que en otra?
Fue un proceso muy decepcionante. No me extraña que los filósofos estén medio gagá y tengan los pelos rizados, es muy frustrante tener una lista de preguntas kilométrica y ninguna respuesta adecuada. Se queda uno siempre a medias, como cuando llegas a la caja en el supermercado después de tres compras de 130 euros y la cajera te hace cambiar de cola. Parece que nunca se acaba.

Hasta que un día decidí que ya estaba bien de tantas preguntas, que a qué santo iba a descubrir una rubia el sentido de la vida cuando tantos antes, más listos y más guapos, habían fracasado.

Y decidí que la vida no tiene sentido, que lo que pasa es que no estás muerto y que, mientras tanto, hay que hacer todo lo que se pueda, se sepa, te dejen y te atrevas a hacer para disfrutar porque, si no, menuda mierda.

domingo, 24 de febrero de 2013

Cosas pequeñas

Se dice que las desgracias nunca vienen solas y, oye, es verdad. Se empieza muriendo gente así, como quien no quiere la cosa, se sigue con separaciones muy dolorosas, no tardan en llegar las desgracias laborales, luego se pasa a las enfermedades de las personas a las que quieres y los interminables días de hospital, se acompaña de unas pocas crisis vitales, aparecen unas pocas depresiones y puede que se acabe haciendo una un colacao con leche pasada.

Con estas cosas en la cabeza es muy sencillo dejarse llevar por la desgana y la tristeza. Sobre todo si eres especialmente facilona.

Pues eso. Una caca.

Pero por mucho que nos empeñemos, por mucho que nos dejemos llevar por lo chungo de la vida, a veces pasan cosas buenas. De esas pequeñas, que te dejan la impresión de que si las cuentas no van a parecer importantes para nadie más. Y por eso no las cuentas.

A veces es algo tan sencillo como un correo de alguien que te dice que te quiere aunque no te conozca. O que te da una buena noticia, aunque no parezca importante. O una llamada preguntándote como estás. O una sonrisa dibujada en una servilleta.

A veces las cosas pequeñas y sencillas son las que te dejan dormir por las noches.

martes, 19 de febrero de 2013

La chica de ayer

Ayer, medio centenar de jóvenes hicieron que pasara de ser una "chica" a ser una "señora mayor". Ni de mediana edad ni pollas. Una señora mayor.

A cuatro meses de finalizar su formación universitaria, sólo cinco han hecho prácticas alguna vez y dos se las han dejado porque no les pagaban lo suficiente. No tienen experiencia laboral, ni conocimientos al margen de los aprendidos para los exámenes, no han participado en acciones formativas complementarias y cinco han escrito "q tenga" y "¿Xq? "en un ejercicio escrito.

A cuatro meses de salir a venderse son incapaces de mantener un argumento coherente y defenderlo. No tienen ni idea de retórica. Utilizan palabras de cuatro sílabas con la pomposidad de quien no sabe qué significan pero cree que quedan bien y quiere impresionar. He tenido la impresión de que hasta cometían faltas de ortografía mientras hablaban atropellándose unos a otros.

A cuatro meses de convertirse en buscadores activos de empleo ninguno sabe a qué quiere dedicarse, ninguno ha detectado su habilidad especial, esa que podría hacer que les seleccionara para su primer empleo. Todos creen que la ilusión y las ganas son entradas VIP para ser contratados en el trabajo que ellos elijan cobrando un pastizal indecente. No saben qué van a saber hacer pero sí saben cuánto quieren cobrar.

A cuatro meses de ser licenciados no se han tomado la molestia de saber cómo es el sector laboral al que quieren incorporarse, no saben qué servicios ofrecen las empresas en las que creen que merecen trabajar, no se han preocupado en detectar qué capacidad deben cultivar para aumentar su valor de mercado ante los contratadores. No se plantean qué pueden ofrecer a una empresas para que les contraten, sólo se plantean qué quieren hacer y cuánto deben pagarles por hacerlo.

No me interpreten mal. Es admirable que tengan tanta confianza en sí mismos, aunque denota una absoluta falta de análisis de la realidad y crea unas expectativas completamente inalcanzables. Seguramente no se dan cuenta pero parece tontos de remate. De remate.

Francamente, descorazonador.

Mientras hablaba veía su actitud desafiante y recordaba los meses que pasé trabajando a 60 km. de casa antes de acabar la carrera. Las prácticas laborales no remuneradas. Las clases de repaso para pagar el transporte y los libros. Las noches en vela cuidando niños a los que odiaba. El morro que le echaba a las entrevistas de trabajo como si me fuera la vida en ello para trabajar sin cobrar, porque lo que quería era aprender y ser la mejor candidata para el siguiente trabajo. 

Hablaba siguiendo el guión y me preguntaba si yo era así de orgullosa, de exigente cuando no tenía nada que ofrecer a cambio, de confiada. Y me respondía que no. Para bien o para mal, no.

Y me he sentido muy mayor y muy desesperanzada.

lunes, 18 de febrero de 2013

Me acuesto contigo lo que quieras

Este post es una especie de apuesta conmigo misma. No tengo claro qué me apuesto, exactamente, lo que sí sé es que me gustaría perder.

Resulta ser que tengo una clase con alumnos de quinto de carrera y he preparado una presentación, a modo de guión, con  unas 200 palabras. Con trampa.

Porque al trabajo que vamos a plantear en la segunda hora de la clase no va a tratar, como supongo que pensarán, sobre el tema expuesto al principio, qué va. Cómo vamos a hacer algo así. Vamos a tratar el lenguaje, las palabras, los conceptos. Lo que aparecen y lo que no. Por qué se utilizan determinadas palabras y no otras. Qué significan determinadas palabras.

Planteamos, además, un ejercicio escrito, que valoraremos y comentaremos la próxima clase. No va a puntuar ningún ejercicio que tenga una falta de ortografía* y constará en la evaluación final. Con un par.

He apostado conmigo misma que no entienden entre un 20 y un 30 % de las palabras y conceptos que aparecen.

Para que se hagan una idea, la presentación se llama DAFO.

Espero equivocarme o tendré que exiliarme.


* Hay que ser hipócrita, falsa e hijadeputa para plantear esto pero una es lo que es.