- ¿Dónde me has dicho que íbamos?
- Tranqui, está cerca. No seas desconfiada, hostias, que estás a salvo conmigo.
No desconfío de ti, Pablo, desconfío de todos.
He desconfiado de ti desde que has decidido que te interesaba más yo que la otra rubia del otro lado y le has dado la espalda para prestarme toda tu atención. Total, porque he sabido que lo llevabas tatuado es un sextante. A mí no me parece razón suficiente pero para ti sí lo ha sido, al parecer.
No recuerdo qué he dicho para que pensaras que me interesa la cartografía pero debo haberlo dicho bien porque desde ese momento no he tenido más horizonte que tus ojos mirándome fijamente, tu flequillo rizado y las gafas negras de pasta. Y no has parado de hablar. Si lo has hecho a propósito para llevarme al huerto lo has hecho bien, un par de horas después correteo a tu lado sin saber muy bien hacia dónde.
- ¿Pero no sabías dónde estaba el sitio ese?
- Que sí, joder, que es una calle de estas, ya estamos.
Hace un rato me cogiste de la mano sin preguntar, no sé si para guiarme por la confusa noche madrileña o para que no escapara si te perdías. Se me están durmiendo los dedos: aprietas mucho y tengo las manos heladas pero antes me las corto que me suelto. Tienes la mano grande, caliente, y de vez en cuando acaricias con el dedo gordo, como para asegurarte de que sigo aquí.
Sigo aquí, Pablo, no voy a escapar.
Aunque estoy un poco decepcionada, no esperaba bolognesa a estas horas...
- Esto te va a encantar, ya verás.
No le dije que ya conocía el sitio, supongo que por una mezcla entre no quiero que piense que soy una golfa y no quiero que se desencante. Cuando sonríe le salen hoyuelos y las gafas le caen hasta el borde de la nariz y ahora mismo me iría con él al fin del mundo.
A lo mejor lo he dicho en voz alta porque, de repente, me doy cuenta de que estamos hablando de grandes marinos y de historias de conquistadores.
Y me cuenta la historia del mapa de Piri Reis. Saca un boli y dibuja en una servilleta el borde de algo, dibuja y habla y yo sólo escucho nieve, Groenlandia, Cristóbal Colón y "imposible". "Era imposible", dice todo el rato, "imposible".
No hay nada imposible, Pablo.
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Conseguí vestirme más o menos dignamente gracias a la luz que entraba por la ventana.Gracias a esa misma luz me di cuenta que lo que había a la cabecera de la cama era un mapa, gigante, como antiguo, y recordé vagamente que habíamos hablado de eso, de los dibujos, de su entusiasmo.
Cuando dos semanas después me enteré de que finalmente había aceptado el trabajo en Estocolmo yo ya me sabía la historia del mapa de Piri Reis como si fuera la mía.
* Si quieres saber algo más de la imposible historia del mapa de Piri Reis...
** Ya me extrañaba que nunca hubiera salido en el blog.
Qué texto más chulo, me ha gustado mucho!
ResponderEliminarSpeedy
Muchas gracias, querida :)
ResponderEliminarMe encanta
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