El día que te conocí llevabas una camisa con un estampado marrón y unos pantalones negros. Cuando te veo me viene a la cabeza aquel despacho con ventanas y cómo te daba la luz mientras rebuscabas en los papeles de encima de la mesa. Creo que fue ahí cuando me cautivaste.
Tenías sólo un par de años más que yo pero en aquel momento, con 25 recién cumplidos, me quedó claro que mandabas tú, que sabías lo que hacías, que ibas a escucharme y que podía confiar en ti.
Han pasado muchos años y muchas cosas, una vida de encuentros y desencuentros. En uno de estos casi nos rompemos del todo pero te pusiste la capa de generosidad que llevas en la mochila y fuiste capaz de dejar atrás lo mal que me había portado contigo para reencontrarnos. Nunca podré agradecértelo lo suficiente.
Contigo me siento pequeña, pero de esa manera en la que una se quiere echar a un lado con admiración y respeto, feliz, porque tu sonrisa está conmigo. Me fascinan tu serenidad, tu presencia calmada, tu atención a los detalles, tu paciencia, tu discreción, tu resiliencia, tu fortaleza, tu compasión, tu curiosidad infinita, tu inteligencia multidisciplinar y esa manera de querer tranquila e imbatible. Por todo eso, y por muchas cosas más, sigo sintiéndome segura y querida contigo, eres mare.
Espero seguir cumpliendo años a tu lado, y poder decirte que te quiero muchos años más. Porque te quiero, no sé si lo sabes.