miércoles, 7 de octubre de 2020

La curva (I)

... va y un día me di cuenta de que hacía casi dos semanas que no veía el cielo azul y en grande. 

CASI DOS SEMANAS.

En todo ese tiempo sólo había salido dos o tres veces por la noche a sacar la basura, casi corriendo, como si fuera un delito. Que no lo era, pero como si sí.

Llámame loca pero necesitaba salir, que me diera el aire. Y hablar con alguien cara a cara.

Así que me puse unos zapatos y salí a comprar el pan. Que estaba un poco harta de comer pan descongelado, eso también.

Era muy pronto, así que no me extrañó no ver a nadie por la calle. En mi barrio madruga poca gente y me alegré un poco. A finales de marzo sabíamos poco, pero teníamos claro que la gente era un problema. Mejor que no haya nadie, pensé.

Y con este pensamiento en la cabeza doblé la esquina y me encontré con una cola de seis o siete personas esperando pacientemente para entrar a la panadería. Entre lo poco que sabíamos estaba lo de que era importante mantener la distancia de seguridad, y las seis o siete personas hacían una cola muuuy larga.

- ¿Es usté la última?, atiné a preguntar, algo descolocada, y esperé mi turno.

La cola avanzaba rápido: aunque la panadería es pequeña tiene dos puertas, un doble circuito perfecto.

Qué civilizados estamos siendo en esta pandemia, coñe, quién lo iba a decir.

Pero lo que más me sorprendió no fue el orden de entrada y salida en un sitio habitualmente caótico, sino la profilaxis.

Las panaderas habían armado un fortín de metacrilato, con un pequeño agujero por el que servían y cobraban. Y llevaban mascarilla y guantes de colores y pantalla decorada.

No sé por qué, se me ocurrió que parecían recién sacadas de una caja de polvorones, de esos empaquetados individualmente. 

Al ir a pagar saqué 5 euros del bolsillo para pagar el pan de las dos semanas siguientes.

- Ay, Gordi, que ahora cobramos con tarjeta, por lo de no tocar el dinero y eso.

- Joder, pues no he cogido la tarjeta, que he salido sólo a por el pan.

- No te preocupes, mujer, ya me lo pagarás.

- Que no, que igual no salgo hasta dentro de 15 días.

- No pasa nada, mujer, ya me lo pagarás, y no se te ocurra volver en seguida, que te conozco. Ya me lo pagarás.

Y así fue cómo descubrí en la pandemia que las panaderas saben cómo me llamo y me consideran persona de fiar.

1 comentario:

  1. Que se sepan y tu nombre en la panadería es high level, como ser de las personalidades vips del barrio jajaja

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