Querido abogado de lo mercantil:
Me gustabas.
Me gustabas tanto que dejé que te comieras la ensalada que arrastré durante todo el día sin rechistar.
Tanto, que me emborraché contigo como ya no recordaba hacerlo.
Tanto, que he experimentado contigo lo de salir de todas mis zonas de confort y no me importa que no haya salido como esperaba.
Tanto, tanto, que rompí casi todas mis reglas no escritas para la primera cita, para lo que hay que hacer después de la primera cita y para lo que no hay que hacer no sé cuanto tiempo después de la primera cita.
Podría decirte que estoy segura de que nos llevaríamos bien si te echaras a la piscina y nos conociéramos algo mejor pero no me atrevo: he aprendido que me equivoco mucho cuando intento saber qué piensan o cómo son las personas.
No vamos a tener la oportunidad de saberlo pero no pasa nada, te deseo lo mejor y un poquito más de empuje para tomar esas decisiones que parece que te cuesta tanto tomar.
Es una pena, pero no puedo asegurarte que estaré ahí cuando te decidas. No porque tenga prisa, es porque ya no tengo paciencia para esperar sentada.
Pues haces bien, chica, no estamos a estas alturas para sentarnos a esperar a nadie que no haya demostrado merecerlo
ResponderEliminarNo sé si lo merece o no, pero tarda mucho en decidir las cosas.
EliminarMe encanta tu blog.
ResponderEliminarY este atículo me parece divertido. Es la pura realidad.
Saludos