domingo, 27 de enero de 2019

Calientapollas

Hace unos años conocí a un señor.

Las redes sociales aún no habían aparecido. Chateamos mucho, muchas veces. Empezamos a hablar por teléfono. Durante horas.

A mí me gustaba, y él decía que yo le gustaba a él. Pero nos decíamos muchas veces que todo sin presión, que éramos colegas, que ya veríamos qué pasaba cuando nos encontráramos.

Después de unas semanas de charlar sobre lo divino y lo humano decidimos conocernos.

Yo apostaba por una cerveza después de currar. Estaría pensando todo el día en el trabajo y no me pondría nerviosa por conocerle más que un rato porque, eh, seguro que me ponía nerviosa, a mí me gustaba bastante.

Además, quedar después del trabajo es una excusa estupenda para todo: para no tener la presión de arreglarse muchísimo, porque iba con lo que llevaba todo el día, para poder cortar rapidito si no me apetecía, porque es entre semana y lo de que se hace tarde y eso...

Pero resulta que él trabajaba mucho y tenía muchas extraescolares, así que acabamos quedando justo cuando yo no quería: un sábado por la noche para cenar.

Mi sentido arácnido me advirtió. No te gusta comer con personas a las que no conoces. No quieres tener la presión de tener que arreglarte un poco. No quieres no tener ninguna excusa para irte, porque el sábado por la noche es infinito.

No quieres que parezca una cita, joder.

Pero no le hice caso.

Ya entonces sabía por experiencia que hay personas (por no decir hombres y generalizar, porque no sé qué hacen las mujeres), que entienden que una cita ha de acabar en sexo. Y a mí, que me gusta mucho el sexo, me parece que puede acabar en sexo, pero no tiene que acabar en sexo. Y este matiz en importante.

Porque entonces, cuando terminamos de cenar y yo dije que me iba a mi casa porque, sinceramente, me quedé un poco chof y no había NADA de química, el señor que se había comportado como un ídem hasta ese momento sacó al troglodita que llevaba dentro para decirme que Eh, ¿para esto he perdido contigo un sábado por la noche, para cenar y punto? Pues vaya mierda de cita. Creía que eras un poco más abierta y resulta que eres una calientapollas.

Aquella noche me dejó tocada durante un tiempo, y trajo una regla a mi vida:

Nunca más voy a quedar un sábado por la noche para cenar como si fuera una cita, aunque lo sea.

Pues bien, ayer rompí esa regla.

Y en qué mala hora, amiguis porque, al parecer, volví a ser una calientapollas.

Pasan los años,nos hacemos mayores todos y hay personas que no aprenden nada.

lunes, 14 de enero de 2019

¿Gorda y orgullosa?

Tengo un issue con lo de #fatandproud.

Según la RAE:
orgullo  
Del cat. orgull, y este del franco *ŭrgōlī 'excelencia'; cf. a. al. ant. urguol 'insigne, excelente'.
1. m. Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida. Sintió un gran orgullo al recibir el premio. El triunfo del equipo despertó el orgullo nacional.
2. m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que suele conllevar sentimiento de superioridad. A veces nos ciega el orgullo.
3. m. Amor propio, autoestima. Se sintió herido en su orgullo.
4. m. Persona o cosa que es motivo de orgullo (‖ sentimiento de satisfacción). Es el orgullo de sus padres.
Supongo que tiene que ver con mi propia concepción del orgullo, de qué me siento orgullosa.

Por ejemplo, para mí estar gorda no es satisfactorio, no es un mérito o capacidad, es más bien una carga con la que he aprendido a vivir, y que estoy aprendiendo a llevar. De esto sí me siento orgullosa, de estar aprendiendo a llevarlo pero, ¿de estar gorda? No. Y me cuesta mucho ponerme en la piel de alguien que lo esté. Me parece imposible. Inconcebible.

Tampoco es algo que ayude especialmente a mi autoestima, ni a la de nadie que conozca. ¿Habrá personas gordas que sí se quieran más si están más gordas? Es posible. ¿Conozco a alguna? No, es más, todo lo contrario.

Así que veo el hashtag y me da qué pensar que igual (igual, ojo, que igual no) le hemos dado tanto la vuelta a lo de querernos como somos que nos hemos pasao de rosca; que hemos pasado de "estar gorda es lo peor y ponte a régimen que no querrás ser como esa ballena" a "estoy gorda , sí y qué, es más estoy contentísima y orgullosísima de mí misma". 

Y no lo veo.

Porque, igual, (igual, ojo, que igual no), en lo de la autoestima y la autoaceptación cabe también el "pues me quiero así" y punto, que vale para cuando estás gorda, cuando estás menos gorda, cuando estás más gorda, cuando te baja la regla, cuando se te cae el pelo, cuando te salen estrías, cuando se te pone el culo de mármol por las sentadillas o cuando vas sin depilar, y todo tan contenta.