domingo, 31 de diciembre de 2017

Feliz Año Nuevo

Yo no soy muy de listas pero, mira, de rutinas, sí.

Hace unos días empecé a escribir una lista de cosas que había aprendido este año para este post. De diecisiete cosas, para ser exactos, porque, chica, llámame virgo, pero todo tiene su por qué.

Resulta que tengo la sensación de que el 2017 ha sido EL año, ese que ha marcado un antes y un después en mi vida, y quería recordar bien por qué, así que empecé a escribir, y va y cuando me di cuenta llevaba más de diecisiete cosas. Y, lo mejor de todo, todas esas cosas me hicieron sonreír.

Pero no puede ser. No pueden ser veintiocho ni treinta. ¿En qué año estamos? Pues eso. Diecisiete.

Mmmmm... aquí igual se me quitó un poco la sonrisa. Supongo que fruncí el ceño. Puedo imaginar mi cara de reprobación.

Pasé un ratito releyendo... y al final me di cuenta de que daba igual cuántas cosas chulas he aprendido este año, porque hay unas pocas que no se me van a olvidar nunca:

  • He descubierto que sí puedo enamorarme otra vez. Me pilló tan desprevenida que se me fue el santo al cielo y me dio exactamente igual no ser correspondida por querido escritor. Ojalá pudiera decirle alguna vez lo mucho que ha significado para mí sin haber significado nada.
  • En la vida pasan cosas chungas, muy chungas, que me tengo que comer con patatitas. Muchas son inevitables, no puedo tener el control sobre ninguna de sus variables, pero sí puedo decidir sobre cómo permito que me afecten todas esas mierdas. Y, ah, amiguis, esto esto es muy importante: cómo permito que me afecten. Y luego hay otras sobre las que sí tengo algo que decir. Pues, en esas, voy a decir lo que quiero, y a hacer lo que me haga sentir bien. Hasta ahora está funcionando y estoy tan flipada que soy de esas asquerosas que voy sonriendo por la calle.
  • Damos a los demás lo que nos dan. Y viceversa. Si damos amor y buen rollo eso es lo que nos devuelven. Si sentimos que no nos dan lo que creemos que merecemos, a lo mejor no estamos dando lo que creemos que damos. Si sentimos que no nos dan nada, a lo mejor no estamos dando nada. 
  • No hay que estirar de los hilos de las underwear.
Se acaba un año tan raro y chispeante que casi me da un poco de rabia, si no fuera porque me muero de curiosidad por saber cómo va a ser el 2018.

Os deseo lo mejor.

Feliz Año Nuevo. 

sábado, 30 de diciembre de 2017

Del lado que me hace bien

Hay dos tipos de personas: las que hacen grupos de personas y las que no.

Es inevitable: identificamos a las personas en grupos, de manera instintiva, porque nos ayuda a tomar decisiones. A veces parece una gilipollez, porque meteríamos a uno en doscientos cincuenta grupos, o porque tan pronto uno es de un grupo cuando al momento lo colocaríamos en el opuesto pero, mira, ya forma parte de otro grupo en nuestra cabecita, en el grupo de los que cambian de opinión.

O con quienes quieres estar siempre y con quienes es mejor no estar.

O en el de los que confías y en los que no.

O el de con los que te irías de fiesta y a los que no tocarías ni con un palo.

O el de los que te apetecería conocer más y los que no te habías dado cuenta de que existían hasta que se han presentado en tu puerta vestidos de Lady Gaga.

O los que presentarías a tus padres y los que abandonas en la otra acera si ves a alguien conocido.

O los que te follESOS.

Tenemos que ser conscientes de que siempre formamos parte de un grupo para los demás, y que, seguramente, eso llevará aparejadas algunas etiquetas con las que igual no nos sentimos cómodos, especialmente si no nos conocen mucho. Bah, ahí no pasa nada. ¿Qué me importa lo que piense de mí quien no me conoce? Es inevitable, y no pasa nada.

Pero claro, la cosa cambia con las personas a las que queremos. Ahí sí nos importa en qué grupo estamos. Ahí sí queremos estar en los grupos molones, cuantos más mejor.

De todos, el grupo más molón es el del grupo de personas que quieres saber que tienes cerca, que te quiere, que se preocupa por ti, que comparte cosas contigo, con el que te sientes seguro y cómodo siendo como quieres ser.

Hace unos días un amigo me dijo que estoy en ese grupo molón, que estoy del lado que le hace bien. Uno de esos amigos que igual no es consciente de lo mucho que me ha dado, porque no se lo digo de normal, y debería.

Gracias, newland23. Por todo. Por tu cariño y tu generosidad. Porque has traído a mi vida a personas maravillosas.

Tú también estás en el lado que me hace bien. 


EDITO:

Y esto es lo que pasa cuando le dices a las personas a las que quieres lo que significan para ti. Todo es bueno.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Derechos fundamentales

No, cari, no nos engañemos.

No existe el derecho universal a comer lo que tú quieres en cualquier restaurante. No existe el derecho universal, intransferible e inalienable, a encontrar en cualquier restaurante lo que quieres o puedes comer si eres vegano, celíaco, intolerante o alérgico.

El del restaurante, si es listo, detectará nuevos nichos de mercado, lo analizará y decidirá si ofrece menús para veganos, celíacos, intolerantes o alérgicos. ´

Lo que tú tienes es el derecho a decidir dónde vas a consumir. Lo demás, es mierda mental.

Tampoco existe el derecho universal a que el Ayuntamiento mantenga la línea de autobús que utilizas todos los días desde hace 20 años de puerta a puerta, porque, a lo mejor, el Ayuntamiento ha detectado que no es sostenible, y por eso cambia el itinerario y tienes que andar 500 metros más.

Es más, ni siquiera existe el derecho universal a que el ayuntamiento te lleve de sitio en sitio, si a eso vamos.

¿Puedes quejarte? Pues sí, pero con eso te quedas. Con eso y con no votar a ese gestor público que no te gusta pero, ¿derecho a que no cambien el itinerario de la línea de autobús que te viene bien? No, eso es mierda mental.

Y, ¡aguanta! ¿que me dices de tu derecho universal de decir lo que tú quieres, porque es tu opinión y tienes libertad de expresión? Ah, mira, ése sí existe, el de la libertad de expresión, el de decir lo que tú quieres porque es lo que opinas, no.

La libertad de expresión sí es un derecho fundamental del ser humano pero, cuidadín, porque acaba donde empiezan los derechos de los demás. Piensa lo que quieras pero si con lo que dices agredes a otra persona de las maneras tipificadas, agárrate que vienen curvas.

Y, ¿qué pasa con tu derecho universal fundamental a trabajar de lo tuyo y si no pues me enfado y no respiro? ¡¡¡Cari, que tampoco!!! Eso va con el mercado laboral, que ya discutiremos como está la cosa pero es que a lo mejor lo tuyo ya no hace falta, o hay más personas que trabajos de lo tuyo, o hay personas mejores que tú en lo tuyo.

Llámame loca, pero igual tienes que empezar a cambiar el chip y dejar de hablar de tu derecho a lo tuyo. Porque el derecho a lo mío de cada uno tiende a otras cosas.

Ah, oye, ya que estamos, olvídate del derecho universal a que alguien te quiera. ¡¡¡Sorpresa!!! No existe. No tienes derecho  a que te quieran. Indígnate todo lo que quieras. Enfádate con el mundo, con todo el mundo, pero ahí te quedas.

Que te quieran no es un derecho, es un regalo, un premio, una consideración.

Tienes derecho a otras cosas, que tienes que defender con uñas de dientes, para ti y para todos pero, cari, a que todos tus deseos sean satisfechos, pues, mira, no, no tienes derecho.