Hoy ha habido un atentado en Barcelona.
Una vez más, hordas de expertos gelipollas han destacado en Tuiter porque, como todos sabemos, no hay nada como un acontecimiento terrible para que surjan a cascoporro expertos en terrorismo internacional, islamismo, inmigración, independentismo y otros ismos.
Me he enterado de refilón, claro, no he aguantado mucho rato. Cada día me da mas angustia lo miserable que puede llegar a ser el ídem humano.
He sido incapaz de explicar a mi sobrino por qué pasan estas cosas. No he sabido responder a la pregunta ¿Por qué alguien puede querer matar a otra persona cualquiera que no conoce y que no le ha hecho nada? Me resulta muy difícil construir un discurso comprensible para un niño. O para cualquiera.
Como no quería que pensara que no quiero explicarle las cosas de la vida, nos hemos centrado en intentar comprender por qué su tía tenía esas ojeras después de 13 horas de parto, por qué su primo ya estaba terminado aunque sólo tiene dos días de vida, cómo salen los bebés de las tripas de sus mamás, por qué huelen tan bien y son tan suaves, y que sus cacas, a pesar de lo que pueda parecer por cómo huelen, no son radioactivas.
Para los niños, la vida sigue.
Hace tiempo que pienso que la maldad no se puede explicar, porque de lo contrario también se podría justificar (y viceversa). Me lo dejo como una de esas cuestiones insolubles de la vida. Esa vida que sigue.
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