Hace tiempo yo tenía un blog, era bonito y verde. Luego fue una carga, luego no fue, volvió a ser y dejó de ser definitivamente salvo una copia muy bien escondidita que algún día imprimiré para recordarme quien fui.
En unos meses hará nueve años desde que abrí el blog y dos desde que desapareció definitivamente. ¿Lo echo de menos? Me gustaría poder decir que sí, pero la verdad es que no mucho. Y si en algún momento me pasa, puedo venirme aquí a hacer de becaria y soltar mis tontunas y mi sabiduría ancestral. A veces las dos cosas a la vez.
Estas semanas de becariato he pensado bastante en él, he entrado a releer cosas antiguas y he llegado a unas cuantas conclusiones:
- Nació en el momento adecuado.
- No murió en el momento adecuado. Tenía que haberlo cerrado del todo antes, cuando había cumplido su función. Yo empecé a escribir en un momento complicado y con mucha angustia laboral y con algunas mierdas personales. Unos años después, como pasa casi siempre, todo se recolocó en su sitio y ya no necesitaba teclear otras cosas para olvidarme de las angustias. Verano de 2013.
- Sé cuando hay que terminar con algo pero nunca sé terminar las cosas a tiempo.
- Hay cosas que merecería la pena recuperar.
- Pero también me da pereza ponerme a buscar.
- Lo de las cosas buenas que me ha traído paso de ponerlo porque eso es obvio y lo decimos todo el tiempo.
La becaria MG
A veces no sé si el blog es como un hijo que va creciendo y sigue en casa porque no se quiere ir él o porque no se le deja marchar. Una de dos.
ResponderEliminarEs una buenísima comparación. Llega un momento en que sabes que tienes que dejar al polluelo volar solo pero te da pena. Y lo más sano para todos es que vuele en cuanto pueda volar.
ResponderEliminarYo me resisto. Sería una madre malísima.
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