martes, 23 de mayo de 2017

El mes

Mi abuela era una señora a la antigua, de esas que iban a cobrar la paga en metálico, hacía montoncitos para los gastos e iba gestionando el resto.

Como muchas señoras de pueblo de su generación, no se creía mucho lo de invertir y lo de la bolsa. Era muy de tocar el dinero para asegurarse de que lo tenía y no estaba muy por la labor de meterlo bajo el colchón, que se hacían pelusas, así que compraba oro.

Yo creo que aquí tuvo que ver, aparte de lo de las pelusas, que una amiga suya de cuando era pequeña vendía joyas, pero a la antigua. Era una señora sonriente y divertida, que iba por las casas con su muestrario de joyas. El día que iba a cobrar el mes, abría el muestrario lustroso delante de las tres o cuatro vecinas de confianza y cobraba y vendía a plazos. Luego pasaba todos los meses a cobrar, se tomaba un café, charraban un rato, y hasta el mes siguiente.

Y así compró mi abuela las joyas de la boda de mi madre y mi tía, los aderezos de nacimiento de sus nietas, pulseras, collares, pendientes, gemelos... y todo iba muy bien. Estaban todas muy contentas y llenas de oro.

Un día, la vendedora de joyas apareció con su hija. Se iba a jubilar y dejaba a su hija en herencia su negocio. Y, a partir de entonces, esa otra señora sonriente y divertida pasó a cobrar el mes. Llegaba, abría el muestrario de joyas, cobraba y vendía, se tomaba un café, charraban un rato, y hasta el mes siguiente.

Pasado un tiempo, esta señora dijo que se retiraba, cobró lo que se le debía por el barrio y desapareció.

Y empezaron los rumores. Todo el mundo hablaba fatal de ella en el barrio, aunque nadie decía por qué. Ahora sé que era por vergüenza.

En esto estamos que la entonces novia de mi hermano empezó a trabajar en una tienda de esas de compra-venta de oro y, por estas cosas de la curiosidad humana, se llevó una cruz de oro blanco que mi abuela le regaló. Mi abuela ya se había muerto, le daba tristor llevarla y quería guardarla.

Presunto oro blanco. Era chapa de algo.

La familia se lo tomó muy a mal, claro, y empezaron a llevar las sortijas y pulseras a valorar.

Todo lo que la hija de la vendedora de joyas había vendido a mi abuela a precio de oro era falso.

Poco pudimos hacer, más que intentar poner una denuncia que, claro, nunca prosperó. Mi abuela había muerto, no había recibos, ni señora, ni nada.

Yo deseé la peor muerte entre terribles dolores a esta persona y a su estirpe, cada vez más sangrienta y de sufrir, a medida que iba enterándome de la estela de mierda que dejó en el barrio.

¿Cómo se puede ser tan ruin y tan hija de la gran puta?

Un día, mi tía dejó muy claro lo que todos pensábamos: ojalá tenga que gastárselo todo en médicos y medicinas, y se muera pobre y sola como una rata.

Y ahí se quedó la cosa.

Hasta hoy.

Hoy nos hemos enterado de que esta grandísima perra del mal ha tenido que gastárselo todo en médicos y medicinas y que, aún así, se ha muerto, y en una casa de alquiler porque la suya se la quitó el banco.

Y, mira, sin pensar siquiera en los millones de cosas que podrían explicar por qué se dedicó a timar a jubilados que aún confiaban en lo del oro, me he alegrado.

Porque la justicia universal, a veces, funciona.

El pasado es presente

Se dice a menudo que el pasado, pasado está, pero no.

El pasado no acaba nunca de pasar, se nos queda pegado como una garrapata.

Aquello que nos dijeron hace muchos, muchos años, que tanto nos hirió y que creíamos olvidado, reaparece en el momento menos pensado, nos hiere de nuevo y deja de ser pasado. Es presente.

El pasado no acaba de pasar porque lo necesitamos. Aprendemos de lo que nos pasó ayer, a veces, y nos lo guardamos porque pensamos, ingenuamente, porque va a servirnospara enfrentarnos a lo ques pasa hoy. Pero no tenemos en cuenta a menudo que las personas cambian, las situaciones cambian, nosotros cambiamos, y la cagamos una y otra vez.

Porque el pasado, pasado del todo, pues no está.

Sería todo mucho más fácil si olvidáramos aquello que nos dolió, pero no lo hacemos, supongo que porque tenemos miedo de volver a caer en los mismos errores, como si fuera el remedio infalible para que no suframos en el futuro.

Y creo que por eso, porque tenemos miedo a un montón de cosas, y por ese estúpido instinto de supervivencia, somos rencorosos, vengativos y tenemos memoria. Llena de pasado.

Y así nos va, que repetimos hasta el infinito las cosas del pasado, convirtiéndolas en un presente que se repite en bucle.

domingo, 14 de mayo de 2017

Dificultades

Hay personas fáciles y personas difíciles. 

Hay personas fáciles para algunas cosas y difíciles para otras.

Hay personas con las que es tan fácil y bonito hacer cosas que no importa que, a veces, sean difíciles.

Hay personas que da igual que sean difíciles.

Hay personas que gustan sólo porque son fáciles.

Hay personas con las que es tan difícil hacer casi todo que no compensa cuando son fáciles.

Y luego hay personas a las que hay que mandar a la mierda, sean fáciles o difíciles,

martes, 9 de mayo de 2017

No es no

Voy a darte un consejo. Gratis.

Si alguien te dice que no quiere verte más, que no quiere saber nunca nada más de ti, no insistas. Da igual lo que tú quieras, lo que tú necesitas. No insistas. ¿Es que tú no tienes nada que decir, tienes que aguantarte y dejar en paz a esa persona? Sí, no insistas. Tú no pintas nada aquí. No es negociable. 

Si alguien no quiere verte y tú sí no hay manera de llegar a un término medio. No vale dialogar, no hay por qué dialogar. No quiere verte más y sanseacabó. Sé adulto, aprende a gestionar el rechazo y las emociones que conlleva y déjale en paz. No hay manera de llegar a un acuerdo. No hay por qué llegar a un acuerdo, ni siquiera tiene por qué darte explicaciones. Joder, respeta el deseo de la otra persona y deja que se vaya en paz.

¿Es que lo que yo siento, lo que yo necesito, lo que yo quiero, no es importante?

Que no, ya te lo digo, no importa una puta mierda, NO ES NEGOCIABLE.

A ver cómo te lo explico para que lo entiendas...

Si alguien no quiere verte, si alguien no quiere volver a saber nada de ti, sé maduro y desaparece. ¡Puf!

Acepta que no quiere decir no, pero no de verdad. No que es que no quiere verte menos, o que quizás quiere relacionarse contigo de otra manera, o que está equivocado y si insistes se dará cuenta de su error, o que en realidad no sabe lo que quiere, o que, a lo mejor, si empezáis de nuevo puede ser de otra manera... 

No insistas. No intentes convencerle. No le llames. No le busques. No le mandes mensajes.

No es no.

NO.

Acéptalo y desaparece.¡Puf!

Joder, que no quiere verte. Ni más, ni menos, ni de otra manera. Da igual si está equivocado o no sabe lo que quiere. Da igual si tú sí quieres. Tú das igual. Tú no eres importante. Tú ya no eres importante.

Desaparece. 

Y vete a la mierda.

lunes, 8 de mayo de 2017

Del trabajo

Una de las cosas que me rondan por el celebro últimamente es en qué quiero trabajar. 

El trabajo que tengo ahora es de tránsito, claramente, y tengo que empezar a plantearme hacia dónde quiero dirigirme para ir preparando el camino.

Y no tengo ni idea.

No es la primera vez que me pasa, tengo esta misma sensación desde hace más que quince años. La novedad es que nunca he tenido esta edad, claro, y tengo esta sensación de prisa, de necesidad de no equivocarme, por si no tengo muchas oportunidades más de cambiar.

Porque, amiguis, el pasar del tiempo es especialmente jodido cuando una quiere cambiar de trabajo. Yo lo aprendí ya hace casi 10 años, cuando ya empezaron a decirme en las entrevistas de trabajo que era demasiado mayor para que una empresa se planteara contratarme.

Aunque desde esos comentarios tan de subhumanos he cambiado voluntariamente de trabajo dos veces, están siempre latentes, muy por encima de "eres demasiado mayor para jugar a la croqueta con tu hermano de 40 años". Saltan al primer plano en cuanto empiezo a pensar en qué va a ser de mi vida laboral cuando deje de trabajar donde estoy ahora. 

Y la cuestión en qué quiero trabajar deja paso a a ver en qué voy a poder trabajar.

Y sigo sin tener ni idea.

A mi edad, y sigo sin tener ni idea.

Y me da un miedo que te cagas.