martes, 14 de febrero de 2017

Hilo mental

Yo iba a escribir un post sobre el amor y San Valentín, lo frustrante y lo triste y lo amargante y lo desazonador que es querer a alguien que no te quiere como desearías que te quisiera, de lo angustioso que es tener la sensación de que no va a haber más amor en tu vida y que te des una pena de morir y que se pueden ir a la mierda los buenrollistas de hija, pero qué exagerada eres, y todas esas mierdas, mientras escucho mi lista de desamor profundo, que es de ponerse a llorar desde antes de pinchar, porque yo lo valgo.

Y entonces he visto esta foto aquí:

Robert McGee. 1890. Scalped by the Sioux as a child and survived.
Un señor que se llamaba Robert McGee. Que, chica, mira, qué casualidad. Sin querer he empezado a tararear una de mis canciones favoritas, preguntándome en segundo plano si serían la misma persona. No creo, ¿no? O igual sí, y Janis conocía la historia. Vete a saber...

La música sonaba y yo iba pasando de página en página, leyendo cosas de sioux y del lejano oeste hasta que PATAPOUM, escucho que tu piel me hace llorar y me pregunto si todas las pieles hacen llorar o las que tienen cicatrices como las de Robert hacen llorar más, porque sabes que las cicatrices son fruto de una herida, y las heridas duelen, y a nadie le gusta que la persona a la que quiere le duelan cosas, y una cicatriz así tiene que doler mogollón, y entonces ¿las pieles con ciatrices hacen llorar más?

Y me he dado cuenta de que estaba tocando mi cicatriz, preguntándome en segundo plano si habría hecho llorar a alguien alguna vez, que yo no me había dado cuenta pero, oyes, igual sí, aunque a nadie más que a mí, eso seguro. 

Y entonces ha empezado el sonido de la Gibson y en vez de llorar a mares se me ha ido la cabeza a la elegancia de Julie London en blanco y negro, que da mucho más empaque pero que, incluso así, nada que ver con las mamarrachas de los Grammy, que vete a saber quién les pone el estilismo y que incluso teniendo en cuenta el paso del tiempo y la presunta evolución de la especie y el progreso y eso, van de mamarrachas.

Y en eso estaba cuando una notificación de Tinder me ha recordado que mañana he quedado, y que se me había olvidado el amor, el desamor y San Valentín porque, al final, la vida sigue,

1 comentario:

  1. Pues sí, la vida sigue. Al ritmo que cada uno pueda, pero sigue, sí. Por suerte. ¡AUPA!

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