martes, 31 de mayo de 2016

Cosas urgentes

Hace unos días, casi una semana, llevaba unos zapatos cerrados con medias. A medida que iba pasando el día subía la temperatura. Y los pies se me recocían.

A mediodía estaba desesperada. Como cuando te tira algo de la sisa. Incómoda. Muy incómoda.

Se acercaba la hora de comer, pensaba en el porrón de horas que me faltaba para llegar a casa y quitarme las medias y los zapatos e iba enfermando. Literal: me puse enferma. Y empezó a instalarse en mi cabeza un monotema: tengo salir a comprar unos zapatos de urgencia.

La antigua Gordi, la inmadura, caprichosa y despilfarradora Gordi, ni siquiera tenía que pensar en argumentos a favor de la idea. Estaban ahí, ya pensados, utilizados mil veces:
- Si son de urgencia, serán superbaratos y súperponedores, los amortizaré rápidamente.
- No tengo por qué aguantar este sufrimiento.
- LOS NECESITO.

En estas estaba cuando apareció la nueva Gordi, la inmadura, caprichosa, otrora despilfarradora y ahora reflexiva y canina Gordi, con una bolsa de argumentos también pensados, pero apenas desgastados:
- Ya tienes unos 100 pares de zapatos. No te engañes, aún tardarás mil años en amortizarlos todos. 
- Tampoco estás sufriendo tanto, puedes esperar, no seas exagerada.
- No, NO LOS NECESITAS.
- No te lo puedes permitir ahora.
- NO ES URGENTE.

No conseguía concentrarme con las dos versiones gordíferas vociferando en mi cabeza así que me lancé a buscar un paracetamol en la cajonera, porque ya veía venir la jaqueca por sotavento. 

Encontré algo mejor, al menos a primera vista: unas chanclas.

La sempiterna y precavida Gordi hizo su aparición en todo su esplendor, desplegando su poder como un manto de terciopelo rojo y armiño: en algún momento pasado pensó que estaría bien tener unas chanclas, supongo que por si se avenía una pedicura (también de urgencia, CLARO) y allí las dejó, envueltitas en la bolsa de tela blanca, esperando.

[Antigua Gordi ya no tenía argumentos y desapareció. Nueva Gordi resopló, ufana, sabedora de que había ganado la batalla sin luchar, siguiera, apuntando la victoria con una muesca más en el cinturón. Que, a ver, se puso tonta sin razón, porque las chanclas estaban ahí desde el año pasado pero, qué quieren está con la cosa del refuerzo que no caga. Precavida Gordi se fue a dar una vuelta, a ver qué guardaba para otro día.]

No pude reprimir una sonrisota de satisfacción mientras me quitaba las medias y los zapatos. Ni cuando me fui a la cocina a por agua, triunfante, victoriosa, totally goddess

Al volver me quité las sandalias, las guardé cuidadosamente y volví a calzarme las medias y los zapatos. No sé andar con chanclas con cierta dignidad.

Aguanté estoicamente el sufrimiento hasta llegar a casa y al día siguiente me puse calzado abierto.

Sé que hay una metáfora de la vida por aquí, en algún sitio, pero no acabo de verla…

2 comentarios:

  1. Salir por la mañana con calzado inadecuado, te da el día, desde luego.

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  2. Salir por la mañana con calzado inadecuado, te da el día, desde luego.

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