viernes, 31 de julio de 2015

Seis horas y media

Faltan sólo seis horas y media de trabajo para mis vacaciones de verano. 

SEIS HORAS Y MEDIA.

Como todos los años, hace una semana que estoy nerviosa. Quiero hacer tantas cosas que las anoto en el calendario de la cocina para que no se me olvide ninguna, consciente, sin embargo, de que más de la mitad se quedarán ahí apuntadas, y que nunca las tacharé.

Pero no pasará nada.

De vez en cuando miraré el calendario y frunciré el ceño porque no tendré tiempo de hacer todo lo que quiero. Me haré trampas para ver si no me doy cuenta de que me escaqueo de lo que no me apetece. Me pondré muy contenta cuando consigo cumplir esos objetivos tontos escritos en el calendario.

Irán pasando los días y me iré relajando. Dejará de dolerme la espalda y dormiré como un ceporrito. De hecho, dormiré como un ceporrito en cualquier sitio, especialmente si está en movimiento (Recordatorio: cuidadín con el metro, Gordipé).

Hasta que un día tendré que volver y todo empezará otra vez.

Pero, no adelantemos acontecimientos.

Ahora mismo, faltan sólo seis horas y media de trabajo para mis vacaciones de verano y no puedo dormir.

martes, 28 de julio de 2015

Soltar lastre

¿Sabes eso que dicen que tienes un problema, o una circunstancia, o lo que sea, "que te pesa", como si llevaras una mochila muy pesada colgada a la espalda siempre, todo el tiempo, tirando hacia abajo y tensando los músculos de esa manera cruel que te duelen incluso aunque intentes relajarte? ¿A que lo sabes?

Porque cuando tienes un problema, un algo inconcluso de lo que te quieres olvidar, pero no consigues quitártelo de encima, es como si realmente llevaras un peso terrible sobre los hombros. Es así de gráfico: un peso sobre los hombros.

A veces no hace falta que sea gravísimo, basta con que sea algo que te molesta, algo en lo que quieres dejar de pensar, pero no se dan las circunstancias apropiadas. Y ahí está ese peso, jodiéndote, impidiendo que relajes los hombros y te olvides, despertándote a veces por las noches, haciéndose presente en el momento más inadecuado, recordándote lo débil e imbécil que eres por no dejarlo caer, por acarrear ese lastre que parece que tiene vida propia y se hace cada vez más grande. 

A mí me pasa. Y noto como el paso del tiempo alimenta a la bestia y me jode la vida, hasta que consigo decir basta.

Y entonces, un día, las estrellas se alinean y sientes la fuerza y el empuje suficiente para soltar lastre, verbalizar lo que no quieres, sin dar explicaciones. Ni siquiera te preguntas por qué has esperado tanto tiempo, eso ya vendrá después, ahora sólo te importa que lo has dejado atrás.

Es como si, de repente, dejaras caer la mochila, y relajaras la espalda para sentirte mejor y caminar más ligera.

Sí, eso, exactamente eso: más ligera. 

Es curioso como a veces una metáfora es tan descriptiva, tan perfecta.

jueves, 23 de julio de 2015

Hombres crooner

No voy a explicar que es un crooner porque para eso está la wikipedia. Por eso y porque para mí es algo más, algo que va más allá del tipo de música o la estética. Un hombre crooner tiene actitud.

Da igual si es un tipo bajito, de clase media u origen humilde, un crooner es el rey sobre un escenario. No es una pose: es el rey. Y conseguirá que todo el mundo se lo crea y le trate como lo que es: el rey, primus inter pares, el que lo merece todo aunque no sea el mejor.



Un crooner es un hedonista, es un tipo que se permite el lujo de cantar su canción fetiche de manera diferente cada vez, creando así un regalo con cada aparición. Porque todo él es un regalo.



Un crooner es canalla, pendenciero, atrevido, soberbio y engreído. O quizás no. No tiene por qué serlo, sólo tiene que parecerlo.


Un crooner es un líder, es el hombre al frente de la big band y las coristas, el que dirige aunque no quiera, el que tiene seguidores cuando aún no saben que lo son. 

Quizás no sea el más guapo, ni el que mejor canta, ni el más cachas ni el más nada. Simplemente, es la luna cuando eclipsa al sol, y el sol que brilla a mediodía en verano.



Un crooner  es la persona que algunos creen que quieren ser y los demás temen que sea.

martes, 21 de julio de 2015

Intolerante

Últimamente parece que estoy monotema. O monotemas, porque son varios. Pero sólo parece. Tengo millones de cosas en la cabeza y se me amontonan en la frente, peleando por salir. 

No dejo que salgan. Las mantengo ahí, contenidas, matándome por dentro.

Estoy aprendiendo que eso de opinar está sobrevalorado, muy sobrevalorado, sobre todo cuando parece que opino justo lo contrario al resto de las personas.

Por ejemplo, en el trabajo. 

Las personas con las que trabajo, esas con las que paso un tercio de mi tiempo, son lo más opuesto a mí en prácticamente todas las cuestiones que puedan surgir un día normal. Discrepamos salvajemente en política, religión, educación de los niños, economía, servicios y gestión pública,... Y acabamos a hostias dialécticas día sí y día no.

Bueno, acabábamos. Ya no. Ahora me callo.

Me callo porque casi el 100% del tiempo me levantaría de la mesa y me liaría a reventar cabezas con una barra de hierro. Tal cual.

Y, mientras ellas hablan y yo me imagino sus sesos esparcidos por la pared blanca, me pregunto cuándo y cómo he llegado a ser tan intolerante, tan obscenamente intolerante. Porque ellas tienen el derecho a pensar y decir lo que quieran, me parezca bien o no, pero es que tengo todo el rato la sensación de que personas como ellas, que defienden lo que ellas defienden, son las que hacen que suframos esta sociedad. Y también tengo la sensación de que personas como yo, con su silencio y su inacción, lo permitimos, permitimos que se disculpe la corrupción, la exclusión social, la pobreza, las aberraciones en la gestión pública y los excesos en la privada.

Y me doy una mezcla de miedo-pena-asco que pa qué.

Y me quedo con que, en realidad, hablar no sirve de nada, sólo sirve para que quede claro en qué posición está cada uno y para detectar hasta dónde está dispuesto a ceder el otro a las imposiciones de las demás, para que nadie tenga que renunciar a nada de lo suyo y, si puede, quedarse con algo de los demás.

martes, 14 de julio de 2015

Tan cansada

Estoy tan cansada,
que ni sufro, ni siento, ni padezco,
que si me pinchan no sangro ni una gota.
ni pido, ni discuto, ni obedezco.

Tan cansada, tan cansada,
que el verano ha girado dos veces
y si vuelve para comerme los pies
gira otra vez, como los peces.

Tan cansada, tan cansada,
que vacío cada día los bolsillos
los lleno luego de nada,
y recojo ganas de otros en los pasillos.

Tan cansada, tan cansada,
que cuando duermo, muero,
y muero y vivo otra vez sin vivir,
y vuelvo a despertar, aunque no quiero.

Estoy tan cansada que he perdido las gafas y no me importa no ver.

lunes, 13 de julio de 2015

No querer es no querer

No hace tanto escribía los mejores correos para follar del mundo. No, espera, del mundo, no. DE LA GALAXIA CONOCIDA Y PARTE DEL EXTRANJERO. 

Sin discusión: eran los mejores. Siempre conseguía lo que quería.

No sé muy bien qué ha pasado pero ya no. 

Bueno, sí lo sé. 

Ya no escribo correos para follar a nadie con quien desee follar sobre todas las cosas. Y eso hace mucho. Se nota. 

jueves, 9 de julio de 2015

Hombres de la cosa de ligar

Las páginas de contactos, a.k.a. para ligar y/o refocilarse, son un poco como las páginas para buscar trabajo. Aunque uno pueda escribir una especie de descripción o algo así, lo importante es saber definir bien lo que se quiere para encontrar algo parecido al santo grial, y eso, a estas alturas, me parece imposible. 

Resulta que los matices, como en los trabajos, son importantes, y buscar por edad, igual que buscar por titulación académica, a estas alturas, es una mierda como un camión. Quien dice por edad dice por localización geográfica o por intereses porque, vamos a ver, a casi todo el mundo le gusta salir con amigos, ir de conciertos y cosas así.

Tengo claro que es necesario establecer unos criterios para que las personas que viven dentro del ordenador hagan los cruces y eso pero eso no quita que siga siendo una mierda.

A pesar de todo, el rollo este, ya que no me está enseñando qué sí, me está enseñando qué no:
  • Hombres que no se preocupan ya no es expresar más o menos correctamente cómo quieren que la que, en teoría, podría ser la mujer de su vida, es que ni siquiera son capaces de escribir su nombre de manera más o menos aceptable.
  • Hombres maleducados. Y aquí hay un amplio abanico que va desde aquellos que no dicen ni hola ni adiós hasta aquellos que te ofrecen comerte tó lo negro en el segundo mensaje. Que una no es una estrecha pero si quiero que me coman cosas pues ya salgo vestida de prespituta cualquier noche y me sale gratis.
  • Hombres a lo lóquer. Son estos que prueban a ver con tó quisque, por si pillan, que buscan A+B+C sí o sí pero le tiran a todo, aunque sea X+Y+Z, y se lo dejes clarinete. Que una, que no quiere sorpresas, dice lo de la gordez, lo de que le interesa una mierda el alpinismo y las motos y, oye, que van de convertidores y a la primera cita "que si no eres como esperaba". 
  • Hombres con mochila. Es incríble la cantidad de tío que ponen una foto en una red para ligar que ya tienen con quien refregar la cebolleta. O, lo que es lo mismo, que ya están emparejaos. 
Y, bueno, que sigo aprendiendo y eso. Creo que es lo único en la vida que no me gustaría estar aprendiendo.

Me doy tres meses y lo dejo.

miércoles, 1 de julio de 2015

Callada

Tengo tantas cosas que decir que no quiero decir que no acierto a decir nada.

Y así me pasan las noches, con la pantalla en blanco, asustada, consciente de que pasará un rato desnuda, hasta que decida cerrar sin escribir nada. Otra vez. 

Y así me pasan las noches, callada.