Hoy es domingo. Domingo de agosto. Aún estoy de vacaciones. Y aún no son ni las once de la mañana.
Hace un rato he recibido un whatsapp preguntándome si no he visto el correo.
No, hace como dos semanas o así que no abro el correo. Voy.
¿Qué me encuentro?
Te mando el enlace de mi nueva página web, dime qué te parece. Bss.
Otra vez.
Yo no me dedico a nada que tenga que ver con Internet ni nada de eso pero, no sé por qué, a todo el mundo le da por pedirme opinión sobre sus cosas de la Red:
- Porfa, echa un vistazo a mi LinkedIn, y me dices qué te parece.
- Te mando mi nueva página web, y me dices qué te parece.
- Anda, da me gusta a mi página de Facebook y me dices qué te parece.
¿Que qué me parece? ¿Qué me parece, el qué? ¿La foto de perfil, la redacción del texto, los temas elegidos, la difusión...? ¿Qué coño me parece, EL QUÉ?
No, en serio, todos los días (sí, todos los días) tengo por lo menos una consulta de este tipo, de personas con las que, a menudo, ni siquiera tengo una relación más o menos habitual, sino sólo a través de Facebook. Aunque esto no es lo que más me da por culo molesta. Lo peor es que cuando me preguntan mi opinión y la doy, casi siempre la respuesta empieza, invariablemente, por un No, pero es que (lo que sea).
Pero, vamos a ver, hijodelagranputa, si me pides mi opinión, me escuchas y me dejas terminar. Luego haces lo que te dé la gana pero no me hagas discutir. No me has pedido que te intente convencer, que me deje la energía y las ganas de vivir en tu mierda de proyecto, me has pedido mi opinión.
Durante mucho tiempo creo que he respondido a todas estas solicitudes porque no sabía cómo decir que no, que necesitaban el asesoramiento de un profesional, que yo no quería asumir la responsabilidad de aconsejar a nadie. Decir algo así a un colega me parecía feo. Y luego está lo de compartir conocimientos, que mola mogollón, claro. Y lo de ser buena persona y echar una mano a un colega.
Así que hasta hace unos meses perdía horas de sueño revisando proyectos y escribiendo correos interminables con sugerencias y consejos. Personalizados y justificados. Horas y horas de consultoría gratuita, horas de mi tiempo, que igual hubiera preferido dedicar a tocarme las narices, por ejemplo, pero es que era mi tiempo. Pero, no, lo dedicaba a proyectos de amigos porque pensaba que era de buena persona. Y yo quería ser buena persona.
Ahora ya me da igual si no soy buena persona. Estoy hasta el mismísimo toto. Se acabó.
Y todo porque he encontrado la respuesta perfecta para responder:
En la foto sales gorda.