He estado tres semanas de vacaciones.
He dormido fenomenal. Tanto, que hasta he padecido un extreme alondrism estratosférico. No he tenido dolores de cabeza ni de espalda. No he tosido ni se me ha inundado la cara de mocos cada dos por tres. Mi tránsito intestinal ha sido perfecto. Ni un Álmax en tres semanas.
Ya llevo trabajando una semana y un día.
Vuelvo a dormir unas cinco horas al día, en períodos de dos horas o dos horas y media, más o menos. Me despierto con pesadillas. Ha vuelto la tosecilla esa improductiva y nerviosa y me muero de los mocos. He tenido que tomarme media docena de paracetamoles, tres o cuatro Nolotiles y ya llevo un blíster de Álmax. Ya se me han quitado las ganas de vivir.
Claramente, trabajar aquí no me sienta bien.
No es nada grave, claro. Y debería estar acostumbrada. O debería haber aprendido a llevarlo mejor, no sé. Seguramente, que me sienta así es cosa mía. No te jode, pues claro, por eso lo cuento yo y lo cuento aquí. La cuestión es que es una puta mierda. Es mi mierda.
Me quejo. Me quejo mucho. Doy un por culo infinito, vamos. Pero parece que no se puede, que es insolidario, que no debería quejarme porque tengo suerte de tener trabajo. Y no. Bueno, no sé si es cuestión de suerte o tiene más que ver con que hago bien lo que tengo que hacer o, al menos, razonablemente mejor de lo que lo harían los chorrocientosmil que hay ahora en paro que podrían ocupar mi lugar y que sí tienen derecho a quejarse pero no quieren aceptar mis condiciones laborales.
Así que estoy harta de que me digan que hay gente que lo pasa mucho peor y blablabla. Ya. No quiero trivializar las penurias de los demás, que las tienen y mucho peores que las mías pero eso no hace que me sienta mejor, no hace que sea menos duro. Que no es picar piedra, lo sé, pero es duro. Yo no quiero que otros lo pasen mal (bueno, algunos sí, pero ese es otro tema) y no hace que me sienta mejor.
Para colmo, hace unos días, en esta vorágine de adiós, Diógenes que ha arrasado mi casa, he tenido la oportunidad de revisar documentación de experiencias laborales anteriores. Y va y cobro menos. De hecho, nunca he cobrado menos. Tengo todos estos años más experiencia, todo este bagaje, todo este conocimiento y cobro menos de lo que cobraba en pesetas. HAY QUE JODERSE PA NO CAERSE.
Eso no ha ayudado mucho a que me sienta mejor, claro. Sé que no todo se reduce al salario pero es que cuando todo lo demás es una mierda y encima una no tiene ni la satisfacción de decir eh, mira, es una mierda pero luego tiene su recompensa y puedo irme de viaje a un sitio chulo a desconectar, pues jode, qué quieren que les diga.
Como soy una persona más o menos razonable pienso en mi jefe. Sé en qué momento estamos, en qué situación estamos, todos, nosotros y el resto. Sé lo difícil que debe ser su papel y todo eso. Que sí, en serio, lo sé, y lo valoro en su justa medida. Pero, con todo, no puedo evitar tener todos los días ganas de llorar cuando me despierto y mandarlo todo a escaparrar.
No lo hago. Lo he hecho otras veces. Todas las que he cambiado de trabajo. Pero ahora no. Soy más mayor, estoy en una edad considerada crítica. Miro a mi alrededor y veo la situación de muchos de mis amigos y conocidos y me cago de miedo, pensando que es lo que me espera si algún día se me cruzan los cables y me voy. La calle. La nada.
Así que cuando me veo muy jodida me imagino sentada en un porche cualquiera, mirando el cielo al amanecer, tomando un capuchino, descalza y envuelta en una mantita de esas de felpa, sonriendo sólo porque sé que se ha acabado.
Y me voy a trabajar.
He dormido fenomenal. Tanto, que hasta he padecido un extreme alondrism estratosférico. No he tenido dolores de cabeza ni de espalda. No he tosido ni se me ha inundado la cara de mocos cada dos por tres. Mi tránsito intestinal ha sido perfecto. Ni un Álmax en tres semanas.
Ya llevo trabajando una semana y un día.
Vuelvo a dormir unas cinco horas al día, en períodos de dos horas o dos horas y media, más o menos. Me despierto con pesadillas. Ha vuelto la tosecilla esa improductiva y nerviosa y me muero de los mocos. He tenido que tomarme media docena de paracetamoles, tres o cuatro Nolotiles y ya llevo un blíster de Álmax. Ya se me han quitado las ganas de vivir.
Claramente, trabajar aquí no me sienta bien.
No es nada grave, claro. Y debería estar acostumbrada. O debería haber aprendido a llevarlo mejor, no sé. Seguramente, que me sienta así es cosa mía. No te jode, pues claro, por eso lo cuento yo y lo cuento aquí. La cuestión es que es una puta mierda. Es mi mierda.
Me quejo. Me quejo mucho. Doy un por culo infinito, vamos. Pero parece que no se puede, que es insolidario, que no debería quejarme porque tengo suerte de tener trabajo. Y no. Bueno, no sé si es cuestión de suerte o tiene más que ver con que hago bien lo que tengo que hacer o, al menos, razonablemente mejor de lo que lo harían los chorrocientosmil que hay ahora en paro que podrían ocupar mi lugar y que sí tienen derecho a quejarse pero no quieren aceptar mis condiciones laborales.
Así que estoy harta de que me digan que hay gente que lo pasa mucho peor y blablabla. Ya. No quiero trivializar las penurias de los demás, que las tienen y mucho peores que las mías pero eso no hace que me sienta mejor, no hace que sea menos duro. Que no es picar piedra, lo sé, pero es duro. Yo no quiero que otros lo pasen mal (bueno, algunos sí, pero ese es otro tema) y no hace que me sienta mejor.
Para colmo, hace unos días, en esta vorágine de adiós, Diógenes que ha arrasado mi casa, he tenido la oportunidad de revisar documentación de experiencias laborales anteriores. Y va y cobro menos. De hecho, nunca he cobrado menos. Tengo todos estos años más experiencia, todo este bagaje, todo este conocimiento y cobro menos de lo que cobraba en pesetas. HAY QUE JODERSE PA NO CAERSE.
Eso no ha ayudado mucho a que me sienta mejor, claro. Sé que no todo se reduce al salario pero es que cuando todo lo demás es una mierda y encima una no tiene ni la satisfacción de decir eh, mira, es una mierda pero luego tiene su recompensa y puedo irme de viaje a un sitio chulo a desconectar, pues jode, qué quieren que les diga.
Como soy una persona más o menos razonable pienso en mi jefe. Sé en qué momento estamos, en qué situación estamos, todos, nosotros y el resto. Sé lo difícil que debe ser su papel y todo eso. Que sí, en serio, lo sé, y lo valoro en su justa medida. Pero, con todo, no puedo evitar tener todos los días ganas de llorar cuando me despierto y mandarlo todo a escaparrar.
No lo hago. Lo he hecho otras veces. Todas las que he cambiado de trabajo. Pero ahora no. Soy más mayor, estoy en una edad considerada crítica. Miro a mi alrededor y veo la situación de muchos de mis amigos y conocidos y me cago de miedo, pensando que es lo que me espera si algún día se me cruzan los cables y me voy. La calle. La nada.
Así que cuando me veo muy jodida me imagino sentada en un porche cualquiera, mirando el cielo al amanecer, tomando un capuchino, descalza y envuelta en una mantita de esas de felpa, sonriendo sólo porque sé que se ha acabado.
Y me voy a trabajar.
Muaks :*
ResponderEliminarMe uno a los besos. ¡Muá! :*
ResponderEliminarTiro al plato, petanca, poker, paddle, World of Warcraft, ganchillo, kayak, pasear a un perro, colaborar con ONG´s, filatelia, biciing....
ResponderEliminarAlgo, no sé, algo donde descargar el agobio que produce esa cárcel que no dejan de ser el 99% de los curros.
(El blog ayuda, pero poco).
No te imaginas como te comprendo.....
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