miércoles, 2 de julio de 2014

V de virgo

Cuando era pequeña me enamorisqué de un chico. Víctor, se llamaba.

Su familia compró un chalet al final de la calle y los niños se integraron inmediatamente en la pandilla. Tenían bici, un día salieron y se unieron a todos los demás, calle arriba, calle abajo. Y ya está, así de fácil.

El primer verano ni me fijé en ellos, en Víctor y en su hermano pequeño, Enrique. Eran niños muy morenos, con el pelo muy largo, cejas grandes y ojos oscuros. Siempre eran los primeros en tirarse a la piscina, los primeros en tirar agua a las niñas y los primeros en acabar castigados sin bañarse, por puñeteros. El primer verano mi único objetivo era estar lejos de su alcance cuando estaban en la piscina.

El segundo verano fue diferente.

Las hormonas preadolescentes de aquel chico moreno se encontraron con las mías y un llavero de goma con una V selló nuestro amor. Es una V de virgo, me dijo. Como eres virgo... Lo compró en el kiosko de la urbanización y a mí me pareció lo más romántico que había pasado en el mundo después de lo del amor verdadero de Javi y Bea. Porque, sí, yo era virgo, pero sabía, sabía, que lo que quería era que le recordara, porque era una V de Víctor. 

Fue un amor casto, de los de cogerse de la mano Y YA, que era lo que tocaba, pero a mí me parecía que todo era más bonito aquel verano que cualquier otro. El final del verano fue una tragedia, claro, pero supongo que nuevas y emocionantes aventuras captaron mi atención al volver a la normalidad y se me olvidó prontísimo. Sin embargo, seguí llevando el llavero en forma de V.

El verano siguiente nada fue igual.

Ya no éramos niños, éramos adolescentes. Él tenía pelusilla morena bajo la nariz, llevaba la cabeza rapada y parecía siempre enfadado. Yo llevaba siempre el pelo recogido en una larga coleta rubia y ya llevaba sujetador. No recuerdo qué pasó cuando nos vimos, pero sí recuerdo la sutil indiferencia que hubo entre nosotros todo el verano, aunque yo seguía llevando el llavero en forma de V.

Unos meses después la V estaba tan maltrecha que decidí cambiarla por otra cosa y la olvidé.

No había vuelto a pensar en aquel llavero ni en aquel chico hasta hoy.

Mi madre ha encontrado aquella V en una caja que aún quedaba en el fondo del armario y me ha preguntado que qué hacía con ella. Sí, amigos, aún quedan cajas con cosas mías en casa de mis padres.

Tíralo, le he dicho. Ya no soy virgo, he pensado.

6 comentarios:

  1. Jooooo yo no tengo recuerdos tan chupis. De hecho, no recuerdo tener recuerdos.
    ¿Van en el pack de ser Virgo, o en el de la casa de verano?
    Llaveros de goma de esos de letras sí que recuerdo, pero con una J. Claro que a mí me lo regaló una prima, y no había ningún tipo de malicia posible ;)
    Besos!!

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  2. Pues es una historia muy bonita y me da pena del llavero, pobre. Yo guardo montones de mierdas por el estilo en casa de mis padres. A ver qué hago con ellas ahora que van a deshacer la casa...

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  3. Para eso la guardaste, para escribir este post.
    La caja ha cumcumplido su misión.

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  4. Mejor que ya no seas virgo porque destrozamos a nuestras víctimas con nuestras despiadadas críticas.

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  5. Una historia muy bonita.
    Besos!

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  6. Laa cajas con cosas en casa de papá son EL MAL.

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