Yo soy de esas gordas que cuando adelgazan trescientos gramos se sienten súperligeras y dicen a todo el mundo que están súperdelgadas Y SE LO CREEN. Tengo ese súperpoder, el de engañarme hasta la médula.
Y lo peor es que funciona, shit up, little parrot.
Y ahora es el caso.
Lo mejor es que ni siquiera estoy a dieta, qué va. Estoy esclavizada por una especie de gastroenteritis galopante que me atormenta desde hace semanas, provocada por los nervios y los antibióticos porque como no me privo de nada de nada, se me ha instalado un virus nosequé que no se me va ni con antibióticos.
La versión oficial es que tengo las defensas bajas, tomo demasiada medicación y mi flora intestinal ya está de vacaciones.
La versión oficiosa es que vivo con la sensación de que tengo hambre todo el tiempo pero no puedo comer nada porque shit up, Gordipé.
Esto tendría una parte buena si el resto del mundo advirtiera que me estoy quedando en los huesos. Gordos, pero huesos. Pero no, claro. Sólo yo noto que ya no me aprietan cosas que antes sí, o que vuelvo a ponerme ese jarsey que no llevaba desde hace dos veranos.
Como nadie se da cuenta no tiene parte buena. Nadie me dice que estoy delgadísima. Ni mi madre. Y, no nos engañemos, lo de adelgazar para sentirse mejor y toda esa mierda de la salud está muy bien pero es que yo no me siento mejor.
Qué va.
Me siento como si estuvieran ensayando el uarapan mexican song todo el día en mi barriga.Y, queridos, en mi barriga caben muchos uarapans.