viernes, 28 de marzo de 2014

Empatía

Una vez estuve malita una temporada y era difícil moverme por los sitios. En realidad no recuerdo cómo era estar impedida físicamente, tengo aquellos meses como borrosos, pero sí recuerdo la sensación de impotencia general cuando quieres hacer algo que parece fácil y no puedes por el dolor o porque el cuerpo no te responde.

Supongo que por eso, porque conozco la sensación, lo mal que se siente uno, puedo ponerme en el lugar de otro cuando está impedido. Que eso no quiere decir que no le encuentre la gracia en según qué casos, oiga, pero me pongo en su lugar. Me descojono, pero en su lugar.

Le doblo la ropa, le traigo agua, le acerco los pañuelos, le arropo, le doy besitos en la frente, le pido perdón cuando me tropiezo con la escayola sin querer, le doy mimitos, le hago rabiar enseñándole cosas desde la puerta pero, oiga, todo poniéndome en su lugar. Todo el rato. 
 
Que igual se me escapa un jijijiji de vez en cuando cuando le veo forcejear con las muletas para intentar ponerse de pie. O tengo que morder almohada para que no oiga las risas al ir a la pata coja a hacer pipi, pero con mucha empatía. Empatía, siempre.
 
Hasta que he visto la bota de mi tullidito ahí, solitaria, acusadora, diciéndome "tullidito", MIS COJONES TREINTA Y TRES. O igual no ha sido la bota, y era él, pidiendo amorosamente que le acercara las muletas. 


4 comentarios:

  1. Parece que espera a la noche de reyes ;)


    Que se mejore el muchacho.

    (tenemos el mismo cojín!!!)

    ResponderEliminar
  2. Pobrecito, bastante tiene ya. Recuerda donde ha puesto la otra bota?

    ResponderEliminar
  3. Como se enfade y te lance la bota, vas a ver tú.... ;D
    ¡Trátale bien, que otro día te puede pasar a tí!

    ResponderEliminar
  4. Le queréis más a él que a mí y eso no me parece bien.

    ResponderEliminar