Pasada ya la mediana edad, sigue sorprendiéndome lo casual que puede llegar a ser que una persona me atraiga o me repela. No sé cómo es en el resto del mundo pero para mí es cuestión de un microsegundo, o algo menor a un segundo, cómo se llame.
En un instante, con un simple vistazo, una persona puede gustarme hasta el infinito: deseo abrazarla, besarla, sentirla, escucharla, olerla, imprimirme en su piel, para saberlo todo de ella y formar parte de su ser. Este sentimiento puede durar un minuto o toda la vida, nunca se sabe, pero en ese instante quiero estar en esa persona.
Sin embargo hay otras que no, que con ese simple vistazo es suficiente para desear que dejen de existir o, en su defecto, se teletransporten a otro hemisferio, para tener la seguridad de que jamás volveré a tropezarme con ellas. A veces es su forma de moverse, o de hablar, o de mirar. Otras no es nada, pero me repelen. Para estas personas no hay segundas oportunidades, nunca me gustarán.
Lo de que no tienen segundas oportunidades es importante: no importa lo que hagan, si su bondad intrínseca, su belleza o su inteligencia. No quiero estar cerca de ellas ni por si acaso. No sé si es justo o no, la justicia no tiene nada que ver con esto. No las quiero cerca.
A veces la Ley de la Compensación Universal se pone farruca, las quita de nuestra vista de un plumazo y nos da una alegría. Pasa poco, pero pasa. Una tiene la sensación entonces de que quizás es cierto eso de que quien quiere, puede, y que como ha querido mucho que esa persona desaparezca, pues desaparece.
Pero entonces, cuando una está la mar de tranquila, ¡ZASCA!, aparece otra vez. Y no de cualquier manera, no, sino haciendo algo propio de un psicópata, algo digno del propio Dexter. Una de esas cosas que una no hubiera imaginado ni en un millón de años, porque es tan mezquino y tan de estar como una cabra que, oye, no, que no se me hubiera ocurrido.
Y va y una se descompone y piensa que vaya mierda de compensación, que así avanzamos poco. Y que es mentira que querer es poder porque, si eso fuera cierto, una quiere que esa persona se muera y, mira, no se muere.
Y es que querer no es poder. A veces querer es sólo eso, querer, pero de un querer flojeras y desganao, porque poder, se puede poco.