miércoles, 18 de septiembre de 2013

El mantla chino

Era un piso pequeño, horrible, con el pasillo lleno de plantas de plástico. 

Tenía las paredes estucadas, y estaban pintadas de amarillo chillón hasta la moldura del techo, que era blanca, muy blanca. Nunca me fijaba en el suelo pero el techo... pasé muchas horas mirando hacia arriba y era blanco como la madre que me parió.

Todo era siempre igual, tranquilo, lento, muy lento.

Dejaba el bolso en una percha. Me quitaba lentamente la ropa, la colgaba, me acostaba, me tapaba y cerraba los ojos.

Y entonces se abría la puerta lentamente, escuchaba unos pasos, el ruido de las persianas al bajar y una música rotunda y repetitiva, como un mantra. Notaba la oscuridad y a una figura silenciosa que deambulaba a mi alrededor, casi al ritmo de la música. Con los ojos cerrados, semiinconsciente, intentaba adivinar hacia dónde se dirigían los pasos. 

Y me relajaba escuchando el mantra. 

Hasta que notaba una mano en el hombro y oía el sonido de algo que se rompía, señal de que había llegado el momento, de que tenía que volver al mundo y saludar a esa cara arrugadita y sonriente, que me miraba como con curiosidad, aunque ya lo sabía todo.

Yo sonreía también y volvía a cerrar los ojos. No quería ver las agujas. Igual podrían haber sido diez que diez mil. Perdía la noción del tiempo, concentrada en el dolor y en la esperanza de que todo aquello sirviera para algo.

Después de un rato de mantra se iban como venían: despacio, liberando dolores que no sabía que tenía. Y me dormía.

Me dormía profundamente hasta que una mano en el hombro me decía, cada vez, que todo estaba bien, y que podía irme a casa.

Entonces me levantaba despacito, para no romperme, y tarareaba el mantra chino imposible mientras me vestía. Hasta que un día pregunté a la cara arrugadita y sonreía qué misterio repetía aquella música relajante, rítmica y cautivadora que hacía que me sintiera mejor, a pesar del dolor.

- No es un mantla, me respondió la china. Es una malcha milital china y habla de la victolia.

Y entonces me fijé en el suelo por primera vez. Era negro con vetas blancas.

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