viernes, 27 de septiembre de 2013

Dejarse llevar

Dejarse llevar por amor está sobrevalorado.



miércoles, 25 de septiembre de 2013

Mi blog

Pensaba que había una especie de ley no escrita en la blogosfera sobre no comentar qué gustaba o no de un blog. Pensaba que era una cuestión de educación. No hablo del contenido de los post, sino del concepto del blog en sí: de su apariencia, del título, de la periodicidad... Creía que criticar un blog era como decirle a alguien que su casa es horrible, o cómo debería decorarla, y a mí eso nunca se me ocurriría.

Claro que tengo mis fobias y mis filias pero nunca se lo diría al autor. Si no me gusta algo o me aguanto o no lo leo, pero jamás se me ocurriría decir a alguien que no me gusta su casa o que la tiene que llevar de otra manera.

Pues a mí me lo dicen, fíjate. 

Desde el primer momento aparecieron quejas sobre el cambio del nombre del blog, porque así era difícil seguirlo y no sé cuántas cosas más. Y ya entonces me pareció una tontería. Claro que sé que puede ser difícil identificar el blog en otros blogroll, porque aparece el nombre que tenía cuando los demás lo compartieron. Claro que sé que es un pelín más difícil si se busca en Google cada vez. Claro que... claro que nada.

Me gusta cambiar el nombre del blog. Me parece muy chulo jugar con estas cosas. Me gusta dedicar el blog a personas a las que quiero y que me inspiran cosas bonitas. Y hay chorrocientasmil maneras de seguir un blog. ¡NO ME JODAS! 

Pero la cosa no ha acabado aquí. Ahora el tema es "los post de los colegas". WTF!


Resulta que, al parecer, hay de quién se siente "decepcionado" cuando el post que se publica es de otra persona, porque si sigue este blog es porque lo escribe Gordi, que si quisiera leer a otros, pues seguiría a otros. 

Y flipo.

Joder, ¡SIGUE A OTROS!

Acepto perfectamente los comentarios que me rebaten, que no están de acuerdo conmigo, que me sugieren hacer esto o lo otro en relación a los post pero no acepto que nadie venga a mi casa a decirme cómo tengo que decorarla o si una cortina no le gusta.

Este no es un blog colaborativo (odio esta palabra, pero se dice así ahora). No hay un consejo de redacción que habla sobre temas y decide cuándo y qué publica cada uno. Yo lo decido todo.

Pienso en las personas que lo leen pero, sobre todo, pienso en mí cuando lo escribo. Es mi blog. Precisamente por eso, y porque soy una gran defensora del medalagananismo, se publica lo que yo quiero. Y si lo que quiero es publicar un texto maravilloso que un colega tiene la deferencia de mandarme, pues se publica

Porque me da la gana.

Y porque, y aquí viene mi frase favorita de la blogosfera, mi blog es mío y me lo follo cuando quiero.

Besis.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Ousmane

Ousmane se hace llamar Juan. Lo hizo así para que sus clientas (la mayoría son mujeres) no tuvieran tantos problemas al recordar su nombre. Tiene una dentadura perfecta, y una sonrisa terriblemente amable. En cuanto consigue que alguien rompa la barrera de mirarle a los ojos le tiene ganado con ella. Aunque si se fijaran en su mirada más allá de los dos segundos de rigor, verían que hay un deje triste en ellos, un recuerdo de otros ojos y otros labios. 

Ousmane llegó hace ya cinco años, y se esfuerza cada día en pronunciar mejor el castellano. Vive en un pequeño piso de Las Pedroñeras con otros cuatro compatriotas, pero baja todos los días a hablar con la gente del lugar. Adiouma, su pareja, se ríe cada vez que habla con él por teléfono, y le dice que tiene un acento muy raro, que canta al hablar. Ousmane sonríe al oírlo, pues cree ir por el buen camino. Si consigue hablar como ellos, quizá el color de su piel no sea tan importante. La gente habla con él, le preguntan por su familia, le saludan por la calle, pero acaban mirando de reojo si él se acerca demasiado a ofrecer alguna toalla o sábana. Son esas miradas las que le enturbian el corazón. Jamás ha hecho mal a nadie, aunque sabe que seguramente intimide a esas pequeñas pero duras mujeres manchegas debido a su altura. 

En Senegal era pescador en una pequeña población al sur de Dakar, donde acudía cada semana para intercambiar pescado desecado por algunas verduras para complementar la dieta de su familia. La carne era todo un artículo de lujo y podía pasar algún año entero sin probarla. Vivía en una pequeña cabaña con su mujer y sus dos hijos. Joder, cómo les echa de menos. Las noches de verano en el pequeño pueblo manchego se hacen eternas entre los cantos de las chicharras y los jóvenes hablando sin mesura en el parque bebiendo litronas. Pasa las horas escuchando los ronquidos de sus compañeros de piso, y mirando las cicatrices de sus manos a la exigua luz de la farola que entraba por su ventana. Cicatrices muy parecidas a las que tenía en la parte interior del muslo derecho y del antebrazo. Cicatrices de alambre de espino.

Piensa mucho también en el dinero que lleva ahorrado, y que podría traer a sus seres queridos. Aunque lo que más le atormenta es que saber que tendrá que elegir quién vendrá, su mujer o sus hijos. Y sabe que será su Adiouma la que llegará. Quizá si ella encuentra trabajo, puedan traer a los gemelos antes.

Y en esas se encuentra pensando cuando ve pasar al viejecillo que tanta gracia le hace, con sus pantalones raídos de pana, remendados tanto o más que los que lleva Ousmane. Y con sus zapatillas de andar por casa, que lleva arrastrando a un ritmo casi armónico. Ras, ras, ras. Ya viene de comprar el pan. Ras, ras, ras.


Este post es del señor @cuervajo, y pueden deben leerle también aquí.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Lo del caralibro

Yo he venido aquí a hablar de mi caralibro.

No es un secreto que soy muy fan de las redes sociales. Todo lo que me han dado, y me dan, es mucho más de lo que nunca hubiera esperado pero, oye, tienen sus cositas. Si a eso sumamos que yo también tengo mis cositas... pues un no parar de risas y jalalala.

Coño, que me estoy encontrando con situaciones surrealistas que ríete tú de La Cúpula de los cojones.

Y la más mejor-peor es Facebook.

Al principio yo era como muy talibán de mi intimidad: "yo sólo acepto a mis amigos más íntimos". Gelipollas, vaya. Claro, un aburrimiento del copón, porque íntimos, lo que se dice íntimos, pues hay poquitos, y muchos no utilizaban el caralibro para nada. O para poner fotos de su perro y de sus niños. Un coñazo.

A medida que fui usándolo me di cuenta de que era MI SITIO. Me encanta el caralibro. Con sus altibajos y sus cosas, pero me encanta. Fui abriendo la mano e iba todo muy bien: uno que he conocido una noche nosedónde, otra con la que he hecho un curso, una con la que iba al colegio de pequeña, los compañeros de facultad, los ex compañeros de trabajo, la gente que iba conociendo en Twitter y del blog... Todo muy bien. Porque lo mejor de esto es que con botones se arregla todo. Así que como siempre he tenido el dedito igual de rápido para aceptar que para ignorar solicitudes o borrar contactos, pues sin problemas y sin rencores. Qué fácil es escaquearse en Facebook... Y luego los cambios de configuración, la posibilidad de poner a la gente lejitos... xé, el despiporre! Y yo feliz.

Hasta hace unos meses. Resulta que un día recibo una solicitud de amistad de la mujer de un señor que me estoy zumbando. Y me quedo muerta. La conozco, me conoce, tenemos amigos comunes y coincidimos comentando en algunos sitios. JODER.

Me apetece una mierda tener su carita ahí, entre los míos pero, tras una rápida consulta al comité de crisis de la panda de la mediana edad, la acepto, no se vaya a pensar lo que sí es, se mosquee y la liemos.

Y nada, ahí la tengo. No molesta demasiado, pero no me mola tenerla. 

Y cuando ya me había acostumbrado va y la historia se repite con otra esposa. ¡LAPUTADEOROS!

De hecho, me juré a mí misma que si recibía una tercera solicitud del mismo palo, las metería en una lista llamada "El Club de las Primeras Esposas" y publicaría cositas especialmente para ellas. A ver qué pasaba.

En fin, que ahí estoy yo y ahí estaban ellas. Y ellos. Todos ahí, al montonet.

Y en eso que se separan las dos parejas con unos días de diferencia y se eliminan vicevérsicamente de los Facebook. Y yo me quedo con todo: con ellos, que ya no tienen a sus esposas como "amigas", y con ellas, que me tienen de "amiga" a mí, pero no a ellos, claro.

Y entonces ellas no dejan de poner trozos de canciones miérder de esas de desamor, traición, perdones y milongas con palmitas y cajón. Que no sé pa qué, si ya no les tienen a ellos en el caralibro...

Pero eso no es lo peor. Lo peor es que me van a tener que atar los deditos un día de estos porque yo me espero una horda de rumanos en la puerta de mi curro el día que publique esto, a ver qué pasa:

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El mantla chino

Era un piso pequeño, horrible, con el pasillo lleno de plantas de plástico. 

Tenía las paredes estucadas, y estaban pintadas de amarillo chillón hasta la moldura del techo, que era blanca, muy blanca. Nunca me fijaba en el suelo pero el techo... pasé muchas horas mirando hacia arriba y era blanco como la madre que me parió.

Todo era siempre igual, tranquilo, lento, muy lento.

Dejaba el bolso en una percha. Me quitaba lentamente la ropa, la colgaba, me acostaba, me tapaba y cerraba los ojos.

Y entonces se abría la puerta lentamente, escuchaba unos pasos, el ruido de las persianas al bajar y una música rotunda y repetitiva, como un mantra. Notaba la oscuridad y a una figura silenciosa que deambulaba a mi alrededor, casi al ritmo de la música. Con los ojos cerrados, semiinconsciente, intentaba adivinar hacia dónde se dirigían los pasos. 

Y me relajaba escuchando el mantra. 

Hasta que notaba una mano en el hombro y oía el sonido de algo que se rompía, señal de que había llegado el momento, de que tenía que volver al mundo y saludar a esa cara arrugadita y sonriente, que me miraba como con curiosidad, aunque ya lo sabía todo.

Yo sonreía también y volvía a cerrar los ojos. No quería ver las agujas. Igual podrían haber sido diez que diez mil. Perdía la noción del tiempo, concentrada en el dolor y en la esperanza de que todo aquello sirviera para algo.

Después de un rato de mantra se iban como venían: despacio, liberando dolores que no sabía que tenía. Y me dormía.

Me dormía profundamente hasta que una mano en el hombro me decía, cada vez, que todo estaba bien, y que podía irme a casa.

Entonces me levantaba despacito, para no romperme, y tarareaba el mantra chino imposible mientras me vestía. Hasta que un día pregunté a la cara arrugadita y sonreía qué misterio repetía aquella música relajante, rítmica y cautivadora que hacía que me sintiera mejor, a pesar del dolor.

- No es un mantla, me respondió la china. Es una malcha milital china y habla de la victolia.

Y entonces me fijé en el suelo por primera vez. Era negro con vetas blancas.

martes, 17 de septiembre de 2013

Somos

Somos lo que comemos. Y lo que contamos. Y lo que no decimos. Y lo que cagamos. Y lo que no bebemos por temor a un control de alcoholemia.

Somos todas las veces que nos han acariciado y todas las veces que esperábamos que nos tocaran fugazmente al pasar. 

Somos el pelo que perdemos y los kilos que ganamos. 

Somos una historia que alguien cuenta cuando no estamos, un recuerdo que alguien tiene cuando nos hemos ido, porque somos cuando alguien sabe que somos. Cuando nadie sepa nada de nosotros dejaremos de ser.

Somos nuestra letra en un papel, nuestra copa a medio beber, una cucharilla de café sobre la mesa y una servilleta arrugada abandonada en el mantel. Somos la ropa en el suelo, el libro abierto por el capítulo seis, la toalla mojada en el baño, la cortina enredada en el sol.

Somos todas las palabras que conocemos, las imágenes que hemos visto, los sonidos que nos han roto.

Somos lo que nos mantiene pegados a nosotros mismos.

lunes, 16 de septiembre de 2013

El tiempo pasa

El tiempo es eso que pasa siempre a la misma hora.

Mires cuando mires el reloj, está pasando. Y, por esa especie de milagro cósmico que hace que seamos todos iguales pero diferentes, pasa para cada uno a una velocidad, pero para todos pasa a la vez.

El tiempo es eso que no sabemos definir, tan difícil de explicar, pero tan sencillo de pasar. El tiempo no huele, no hace sombra, no salpica ni hace ruido y, aún así, sabes que siempre está contigo. Y que pasa.

Para mal y para bien, el tiempo pasa. Pasémoslo juntos.

 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Supermiserias

Diría que una de las razones por las que me gustan los superhéroes es la misma por la que a mucha gente le gustan las personas que salen en el Hola: nunca huelen mal, siempre salen bien en la foto, sobreviven a las catástrofes, no hacen caca. Son perfectos.

Quizás también por eso me gustan tanto las series del ilustrador y fotógrafo Greg Guillemin, porque aunque no las veamos, los superhéroes, como todos, tienen sus miserias. Perfectas, quizás, pero miserias.





“Super Heroes at home – La vie réelle des Super Héros“

"Secret Life of Heroes-La vie ordinaire des super héros I"

"Secret Life of Heroes-La vie ordinaire des super héros II"

"Secret Life of Heroes-La vie ordinaire des super héros III"

martes, 10 de septiembre de 2013

Los límites de la amistad

¿Hasta dónde hay que llegar por un amigo? ¿Dónde está la línea que separa el "estoy para lo que necesites" y el "eh, hasta aquí, te estás pasando"? ¿Cuántos "noes" hay que dejar pasar hasta llegar al definitivo e irreversible? ¿Es necesario llegar a un "no" irreversible o con un "esta vez, no" es suficiente? ¿Cómo se dice "no" a alguien que espera que le digas "sí"? ¿Soy gelipollas del todo o la puntita na más?

Me hago estas y otras preguntas así estos días. Y no tengo las respuestas.

Porque estoy en una situación de la que no sé cómo salir. Me he convertido sin querer en un soporte. Yo pensaba que era temporal, hasta que la cosa se arreglara un poco, sólo puedo confiar en ti, que siempre has estado ahí incondicionalmente, y ahora me siento como si tuviera que estar ahí para siempre. 

Y no me veo con fuerzas. Ni con ganas. Ni con ánimos. Y, oyes, qué coño, no quiero. No quiero esa responsabilidad. Porque para mí es una responsabilidad, no me sale sólo, me lo tomo en serio.

Pero no sé cómo decirlo. No sé cómo decir no sé si puedo estar ahí, donde sea que esté ese ahí, siempre que quieras y cuando quieras. No quiero que pienses que puedo estar disponible para confortarte en cualquier momento porque no sé si voy a poder responderte, y no me gustaría decepcionarte. Y además estoy hasta los huevos.

Intento imaginarme en cómo me sentiría yo si alguien me dijera algo así, o menos agresivo pero con ese mismo significado. Y digo "imaginarme" porque nadie me ha dicho nunca nada así, pero no sé si es porque yo nunca me he recostado tanto en alguien como para jartarle hasta no poder más o porque el resto del mundo tampoco dice cosas así y se lo han callao. No sé.

La cuestión es que ando preguntándome últimamente dónde están los límites de la amistad. Y, a pesar de que es realmente serio, me lo planteo de una forma tan móñer y me siento tan gelipollas que me da la risa de vez en cuando.

Ya ves.


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Cinco años

Hoy es mi no cumpleaños. Dentro de unos días será mi cumpleaños de verdad ¡qué nervios! pero hoy es mi no cumpleaños.

Cinco años, que se dice pronto.

Coño, cinco años.

Así, por hacer balance del lustro, pues me he pegao unas buenas risas a costa de palmarla un ratito. Hubiera preferido no pasar por esa experiencia, claro que sí pero, oye, ya que te pasa una desgracia, pues si te puedes reír un rato a su costa, mejor.

Que igual es que trivializar la muerte, la propia, ayuda a sobrellevar el miedo porque, a ver, un poquito de cague si se pasa. Se da una cuenta de cuánto puede cambiar todo en un segundo, de cómo un acontecimiento en la vida puede significar muerte, automáticamente. Ah, haber elegido susto. También se da una cuenta de que hay que ir bien depilada y con ropa interior molona A TODAS PARTES, porque nunca se sabe. No, en serio, nunca se sabe.

No sé. 

Igual es que se me olvidó pensar en lo de la espiritualidad esa y los dioses decidieron que no valía la pena sacar los tiros largos si no iba a hacer caso. O que tener una experiencia extracorpórea* con este cuerpo serrano no le venía bien al universo. O que el espectacular y entregado equipo médico de un hospital público, con un problema generalizado de halitosis que pa qué, hizo maravillosamente bien su trabajo, que todo es posible, vete a saber.

Lacuestiónesque,chicamira...

Cinco años. 

Por resumir, que hoy es mi no cumpleaños y voy a celebrarlo. Voy a celebrar que hace cinco años que puedo seguir contándolo y haciendo caca levantándome por las mañanas.






* Escribir experiencia extracorpórea en el blog sin hacerme pipí de la risa, LOGRO DESBLOQUEADO.



domingo, 1 de septiembre de 2013

Fred y Lorraine

Cuando era pequeña nunca tuve el deseo o la visión de una familia propia. En mi inocencia, me veía feliz viviendo siempre sola, haciendo lo que quisiera con mi vida, sin nadie que me dijera lo que tenía o no tenía que hacer. Sin deber nada a nadie. Sin tener obligaciones con otras personas.

Esa fue la única percepción que tuve sobre mi futuro como adulta: mujer soltera e independiente. Una loca de los gatos, vaya.

Me gustaría decir que estoy orgullosa de haber cumplido aquel deseo infantil, pero no. A estas alturas soy demasiado consciente del paso del tiempo y de las muchas cosas que nunca tendré y que, ahora que lo pienso con la madurez de los taintantos años, me hubiera gustado tener: un compañero, un amante, un amigo, una persona con la que pasar los días y las noches y recordar cosas juntos, alguien a quién decir "te quiero" y que me correspondiera.

Tengo sólo una parte de esas cosas y cada día que pasa es más evidente que no es suficiente. Lo quiero todo. Ahora lo quiero todo, que le veo las orejitas al lobo, ya.

Quiero que alguien me eche de menos cuando me muera, que alguien se alegre de haber compartido su vida conmigo, que alguien desee estar conmigo cada día, todos los días, con lo bueno y con lo malo. Quiero a alguien que me quiera y a quien querer. 

Quiero ser la Lorraine de un Fred.