La poquísima luz gris que pasa a través de las nubes da una falsa sensación de frescor que desaparece rápidamente. En cuanto salgo a la calle me siento engañada, esperaba que hubiera desaparecido el bochorno este que me mata poco a poco y al que parece que aún le quedan unos días.
Pero no. No ha desaparecido.
La lluvia se mezcla con el sudor en los hombros. Las piernas están absolutamente mojadas y las sandalias echás a perder, cagonlamar. Me pregunto si toda esa agua que ahora me cala hasta los huesos cae sobre los abrigos en invierno mientras intento no resbalar en la acera. Si es así igual debería buscar otro paraguas, uno más grande. Uno quizás menos bonito pero más confortable y seguro, uno que no me tapara solamente las gafas, como parece que hace este. Qué curioso, hace años que uso este paraguas y no me había dado cuenta de lo poco que cubre...
Uf... cómo llueve...
Si hubiera algo de sol se dibujaría en la acera una silueta de equilibrista sobre el alambre. Un equilibrista novato en peligro, con los brazos en cruz, trastabillando, intentando evitar la caída, que parece inminente. ¿Por qué las suelas de las sandalias no son antideslizantes? Voy muy despacito para no caerme. Me aterroriza caerme. Este invierno resbalé con la lluvia (porque parece que las suelas de las botas tampoco son antideslizantes) y tuve el pecho morado más de un mes. ¿El pecho? sí, el pecho. No sé muy bien cómo, caí sobre el pecho. No podía respirar. Sentí que no podría moverme nunca más, que me quedaría ahí, varada en la acera, mientras me levantaba rápidamente, como en un sueño. Como en Matrix.
Ando despacito, concentrada en la lluvia, en mis pies, en la acera... Me hace falta una pedicura...
A lo lejos debo parecer una geisha, pero con pies grandes...
Ando despacito, concentrada en la lluvia, en mis pies, en la acera... Me hace falta una pedicura...
A lo lejos debo parecer una geisha, pero con pies grandes...
Intento concentrarme en el tactactactactactactactactactactactac casi hipnótico sobre el paraguas. Me concentro tanto que casi dejo de pensar incluso en cosas mundanas intrascendentes, esto de no morir de un golpe contra el bordillo al resbalar por la lluvia o de evitar una neumonía al entrar en autobús a 3 grados completamente mojada... como si la lluvia se llevara por la alcantarilla el miedo...
Tactactactactactactactactactactactac...
Levanto la cabeza y respiro profundamente. Sigo caminando despacito, pero ya se me ha olvidado el miedo.
Huele a metal mojado, a verano que se acaba.
Bendita lluvia.