jueves, 11 de julio de 2013

Del nacionalismo

La necesidad de pertenecer a un grupo básico de identidad es universal. 
Hemos tenido estos días una conversación muy interesante en Twitter (con la brevedad que exige el canal, claro) sobre el nacionalismo. Como ya no pienso en pensamientos, sino en postststs, en seguida me tiré a la piscina, chula como la madre que me parió, y dije que como me interesaba mucho el tema iba a escribir sobre el nacionalismo. Ahí, sobradita, que no se diga, dándome golpes en el pecho rollo xé, per l'amor de Deu, serà per diners! esta polseguera la pague jo.



Y hete aquí que me pongo a escribir y va y necesitaría un libro. Y ¿para que voy a escribir un libro si ya hay uno del que soy muy fan, de un señor que sabe más que yo de esto y de muchas más cosas? Pues me voy al libro en cuestión, porque resulta que este señor ya dijo todo eso que yo pensaba de forma desordenada cuando era una pipiolilla y me daba miedo leer cosas de nacionalismo por si me liaba con lo de la kale borroka y me quedaba mal el pelo.

Y sigo estando de acuerdo con todo: que el nacionalismo es una expresión de la necesidad del ser humano de ser parte de un grupo para sentirse seguro y protegido por la masa frente al otro. Y que si el otro es más grande y más fuerte se siente oprimido (probablemente porque lo está, en alguna de sus manifestaciones públicas y/o privadas, léase, lengua, tradiciones, cultura, etc) y, como forma de resistirse a la opresión e intentar no sucumbir al dominante se reafirma en lo suyo pero, ojo, no olvidemos, siempre frente al otro. ¿Resultado? conflicto, mal rollo, pitadas ante el himno del otro y esas cosas.

Lo peor es que, con los años, estoy  convencida de tres cosas:

  • Que sólo tiene una solución: la supremacía definitiva de uno de los dos nacionalismos en conflicto.
  • Que el nacionalismo más poderoso tiende a minimizar el daño, porque no entiende que los del más pequeñito no quieran integrarse, si es el mejor del mundo mundial, bueno y qué y we are de champions, my friend.
  • Y que las banderas, los himnos, las selecciones de fútbol y todas esas chorradas relacionadas con el orgullo patrio son una gelipollez como la copa de un pino.

La pertenencia, y por tanto la dignidad, no son ningún problema, cuando se poseen de manera suficiente, clara y segura. Pasa como con el dinero y con la salud: un exceso puede llevar a descuido, o la prepotencia y al avasallamiento; un defecto, a la angustia obsesiva, oa ser arrinconado y avasallado. La gente de esta especie somos así, y no valen optimismos sobre la bondad natural: el pobre es despreciado por quien no lo es, el cojo y el sordo son objeto de burla brutal o disimulada ... , Y más aún cuando el pobre quiere «ser tanto" como el rico, o cuando el cojo intenta correr como los que tienen buenas piernas. Y tal ocurre con los pueblos de identidad prepotente, respecto a los otros. Lo que no es ninguna novedad, ni en general ni en algún caso concreto que nos afecta. Ya escribía Cristóbal Despuig en el siglo XVI que los castellanos «quieren ser tan absolutos y tienen las cosas propias en tanto y las extranjeras en tan poco, que parece que son ellos solos venidos del cielo y que el resto de los hombres es lo que ha salido de la tierra » (Los coloquios de la insigne ciudad de Tortosa). No sé si han cambiado demasiado las cosas.
Joan Francesc Mira. Crítica de la nació pura. Edicions Tres i Quatre. 1984. 

Si les interesa lo de los nacionalismos y esas mandangas les recomiendo el libro, claro que sí, aunque no sé si está en castellano. Cosas de los minoritarios, ya saben, que necesitan reafirmarse en lo de escribir en su lengua materna y eso.

Y tienen algunas reflexiones más aquí (espero que salga en castellano).  

10 comentarios:

  1. Pues en principio y por Principios no estoy yo muy de acuerdo. Pero no son horas de ponerse a escribir con el teclado predictivo un sesudo comentario opositor. Mañana si me animase....... aunque no lo creo. En la época de mi destierro catalán, cuando me tocaba estar oyendo continuamente el lloriqueo de los privilegiados, era un tema que me interesaba ; pero ahora ya me aburre.

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  2. No entiendo nada de nacionalismo, ni de españolismo. Soy española porque nací aquí...decía Mafalda algo como "patriotismo por comodidad". Si hubiese nacido en Berlín estaría tan contenta siendo alemana...soy poco de conflictuarme con esas cosas. Que igual esto es una frivolidad por mi parte en un tema tan serio...

    Lo de la solución en plan extinción completa se lo oí decir a Pérez Reverte hablando del conflicto de Israel...

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  3. Puede que suene un poco fuerte, pero es que el nacionalismo me la suda. TOOOODO el nacionalismo. De hecho, creo que no deberían existir las naciones. A tomar por culo todas. Y las fronteras, y las banderas y cualquier cosa que haga distinciones más allá de la cultura entre una persona y otra.

    Ahora, que cada uno haga lo que quiera. ¿Que quiere encerrarse con más fronteras de por medio para proteger su cultura de las influencias exteriores? Pues vale. No creo que debamos interferir en eso. Pero, en el campo de la biología, eso deriva en consanguinidad. Y mirad cómo han acabado los Borbones por protegerse de las influencias exteriores.

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  4. Y si no está en castellano y alguien no lo entiende, que utilicen el puto traductor de google, por ejemplo.

    Buen fin de semana, Gordi.:)

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  5. Cuanto mas pequena es la tribu mas posibilidades de ser el jefe tengo

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  6. Esto quizás sea una chorrada, no lo sé. Hace años leí un libro que suena fatal pero tiene su sentido, se llamaba "Topofilia" (Topos: lugar; filia: amor a). En él se explicaba, en uno de los capítulos que uno ama lo que conoce y lo que ha vivido. Por ejemplo, si yo he he vivido cosas importantes en China porque viví allí 5 años, sentiré cariño o amor "a lo chino". Se trataba en cuestión de sentir lo sentido en un espacio. Claro, si no has salido de tu pueblecico de 1000 habitantes en toda tu vida, no sentirás más apego que el del terruño que te ha visto crecer. Yo qué sé, es una forma poética y creo que científica de explicar "el amor a" pero no creo que concuerde o explique o defienda los nacionalismos per se, es más, esta idea topofílica no podría ser aplicable porque para ser, por ejemplo, nacionalista catalán tendrías que haber vivido en 20-30 años miles de vivencias en todo el territorio catalán y francamente, lo veo difícil (tener experiencias del tipo, familia,amigos, hijos, amores-desamores) creo que uno es de donde ha vivido cosas y no conviene confundirlo con nacionalismos que creo que tú has explicado más o menos jocosa pero acertadamente.

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  7. Lo peor de todo es que utilicen la lengua para tratar de separar; las lenguas se inventaron para unir personas, no para excluir a nemo. Unos y otros tratan de tapar toda la basura que tienen acumulada; la oligarquía catalana le está echando un pulso a la de Madrid utilizando a las clases populares como carne de cañón, pasó lo mismo en las Revoluciones Liberales y en la 1º Guerra Mundial, cuando en las trincheras mandaban al matadero a los más desgraciados mientras la oligarquía de los diferentes bandos tomaban café. Podríamos seguir con el resto, pero esto aburre como han comentado. Siempre nos quedará París o Grecia, perdón por lo último, que en Ática están los de Amanecer Dorado...

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  8. A ver que me ordene yo como para un post... pero que te entiendo, vaya que sí.

    Un abrazo

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  9. Entiendo que lo del nacionalismo aburra a algunos aunque tengo la sensación (de siempre, no de ahora), que suele aburrir a los que son de la parte no amenazada.

    Sobre todo en la cuestión de la lengua que, como dice Teseo, es para unir, para algo tan intrínsecamente humano como comunicar, sé por experiencia familiar que quien ha sido obligado a expresarse en una lengua que no es la suya lo pasa mal. Toda su vida.

    Gracias por vuestras aportaciones, queridos.

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  10. Pues yo soy valenciana y soy española. Porque, que yo sepa, se puede ser ambas cosas. Y me encanta la lengua valenciana y la lengua castellana. Y me encanta la cultura de mi tierra y la del resto del país. Me gusta la variedad de lenguas, tradiciones, acentos, músicas, gastronomías, paisajes, etc., que albergamos. Ésta es mi casa. Pero cuando estoy en otras ciudades, de otras provincias, también me siento en mi casa.

    No entiendo los nacionalismos, ni los regionales ni los españolistas. Yo creo que el apego por la identidad de un pueblo ligada a una tierra es una cosa muy personal y difícil de definir con banderas o símbolos políticos. Y como no he vivido otra época que la democrática, no puedo hablar de opresores y oprimidos. Pero en democracia debería haber mucho más respeto del que hay, por ambas partes.

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