domingo, 23 de junio de 2013

Las putas de Montera

Domingo. Doce del mediodía.

Entre las muchas personas que pasean por el centro de Madrid llaman la atención las putas de la calle Montera. Mujeres jóvenes, de menos de treinta años en su mayoría, al menos las que están a la vista.

Es fácil distinguirlas: contonean el culo subidas a tacones altísimos, llevan faldas muy cortas y grandes escotes, deambulan lánguidamente y no dejan indiferentes a nadie, por su exuberancia y desparpajo, supongo.

Comentamos cómo en un espacio muy reducido de menos de 500 m2 se puede hacer un mapa de la miseria: en esa esquina, tres subsaharianas. Un poco más allá, sonrientes y algo chillonas, tres o cuatro sudamericanas. Pegadas a la pared, cuatro esculturales mujeres jóvenes de la antigua Europa del Este. ¿Rumanas? ¿Una rusa, quizás? No sabría decirlo, no soy capaz de distinguir el idioma.

Como siempre que las veo, me pregunto cómo debe ser su vida, si es tan difícil como a mí me lo parece, llegando a acuerdos de sexo por dinero durante una hora en medio de la calle, con hombres mayores y ajados con los que probablemente nunca tendrían un acercamiento si no hubiera dinero de por medio. Me pregunto cómo han llegado a esta situación, que a mí me parece tan dura; si han tenido o tienen elección, si es una elección reversible, si querrían que fuera reversible pero no se sienten capaces. Me pregunto si quieren seguir en esa situación, si necesitan ayuda, si quieren ayuda.

Pienso en el riesgo que corren, en lo fácil que es decir que es dinero fácil y en lo difícil que debe ser, en realidad.

Pienso en lo de "trabajadoras del sexo", un eufemismo que, como todos, trata de quitar hierro a un día a día que debe parecer eterno; en los discursos de los listos que hablan de las prostitución regulada, de la prostitución prohibida, de lo ideal que sería que las putas que quieran ejercer lo hagan en un sitio adecuado para estar seguras, pagando su Seguridad Social y sus impuestos, y sin que nadie las vea, para no molestar.

Pienso en todas esas milongas mientras las veo reír a carcajada limpia por vete a saber qué cotilleo. A mí también se me escapa una sonrisa cuando una negra despampanante que no debe tener más de veinte años recoge el camión de mi sobrino que ha ido a chocar contra sus tacones y juega con él en la acera.

- Te vas a caer, llevas los zapatos desabrochados, le dice el niño, y son muy altos.
- Si me caigo, ¿me ayudarás a levantarme?, responde la negra, juguetona.
- Claro, está mal no ayudar a alguien que se cae, dice el niño. Siempre hay que ayudar.

La negra me mira, sonríe, pellizca cariñosamente la mejilla del niño y contonea su culo hacia un potencial cliente, hace un trato y desaparece en un portal.

Y ya no puedo pensar más, porque no se me ocurre qué hay que hacer, si lo hay, para ayudar a las mujeres que necesiten ser ayudadas. Ni siquiera sé si quieren ser ayudadas.

Y se me congela la sonrisa.

8 comentarios:

  1. Me ha encantado el post.
    Precioso el relato de la anécdota con el niño.
    Un abrazo!

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  2. Me ha gustado mucho el post. Hace poco leí "Teoría del King Kong", alguno dirá que es la biblia de las feminazis como yo xD... pero bueno, mi comentario respecto a ese libro viene a colación de lo que has escrito. La autora ejerció la prostitución una temporada porque quiso (sé que esto igual hace implotar cabezas xD), y leyendo su libro, tengo que reconocerle el encomiable mérito de bombardear mis prejuicios mentales acerca del tema de la prostitución. Cuando lo terminé, me quedé con la misma sonrisa congelada que tú.
    A día de hoy sigo pensando en el tema. Y tampoco tengo una respuesta clara.

    Casi estábamos mejor antes xD.

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  3. Hola, Gordi. Yo hubiera titulado el post "Las prostitutas de Montera", puesto que merecen un respeto y no se las puede poner al mismo nivel que las putas, pero las putas de verdad ya sean lesbianas, heterosexuales o bisex; ya sabes, las que ponen los cuernos a sus engañadas parejas en caso de que las tengan y se pasan la alianza y los votos matrimoniales por sus flujos vaginales.*

    Este post me ha hecho reflexionar sobre a dónde va a parar todo ese dinero generado. A quién o quiénes convienen que este lucrativo negocio se quede justamente donde está.

    ¡Me ha gustado mucho este post, Gordi!

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  4. Me ha encantado la entrada. Que te leo mucho, pero nunca acierto a responder en hora o lugar.
    Siempre que se habla de la prostitución me surge una reflexión sobre la estigmatización del sexo. Es legal que puedas comprarte cualquier adminículo erótico para las prácticas más inusuales; es legal que una persona mantenga sexo delante de una cámara y cobre por ello; es legal que se pueda comprar esa grabación.
    Pero lo que no es legal es que una persona solicite un contacto sexual.
    Puedes darte un masaje, ir a un spa, comer pasteles hasta que te pete una coronaria, hasta hacerte una hidroterapia de colon, pero no puedes contratar un servicio sexual.
    ¿Por qué? ¡Ah! ¿La única explicación es porque es vejatorio? Ya dijo un sabio que "el sexo sólo es sucio si no te lavas".
    Yo soy partidaria de la normalización y la ordenación, y de que haya empresas o autónomos que provean de estos servicios, con su alta en la Seguridad Social y sus controles de prevención de riesgos laborales.
    Y así se acabaría con la vergüenza y la culpabilización de los unos (clientes) y las otras u otros.
    Bueno, para ser mi primera intervención, creo que ya.
    Que mancantao, maña!

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    1. Yo no creo que así se acabara con la vergüenza y la culpabilización de los unos (clientes) y las otras u otros...
      Ana

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  5. Brutal post, me encanta cómo escribes y describes las cosas.

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  6. ¿Y si te preguntas por qué sienten, cómo viven y qué hay detrás de ellas, por qué no te decides a investigar e irlas conociendo en vez de imaginarte cómo deben ser las cosas?

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