La vida es un castillo de arena construido a la orilla del mar. A cada embite de las olas la base se debilita, aunque las torres se mantengan erguidas. Una ve cómo se forman las olas a lo lejos, pero no puede moverse, es un castillo, no puede huir. Una ve cómo las olas se envalentonan y se preparan para atacar, y no puede defenderse.
Aterrorizada, una aguanta el rítmico acoso sobre los cimientos, consciente de que, antes o después, caerá sobre sí misma y se quedará inerte, muerta, incapaz de levantarse de nuevo, convertida en un montón informe de arena, agua y sal.
Y es que la vida es así, una constante resistencia frente a la destrucción, una continua sucesión de golpes que conducen invariablemente a la muerte.
Si lo pensamos bien, la vida es como el sexo: una sucesión de golpes que terminan con alguien desplomado.
Como el sexo, también, la vida es sólo el camino hacia la muerte.
El problema es que crees que verás venir la ola que terminará contigo, que todavía falta mucho para que llegue. Y no. Puede ser mañana, puede ser esta tarde, puede ser la próxima hora...puede ser ya.
ResponderEliminarDe primera mano te lo digo: LO SÉ.
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ResponderEliminarNacemos para morir, por eso ¡hay que follar todo lo que se pueda! y aprender a bucear también.
ResponderEliminarBesos guapa!
Tanto el sexo como la vida mejoran con la práctica, y en los dos casos nos podemos asombrar de lo que es capaz de aguantar el cuerpo humano.
ResponderEliminarDe desplomada a desplomada, no se me había ocurrido pensar que la vida es como el sexo... Curiosa reflexión. Lo peor de todo es que yo he caído 'muerta' al suelo y llevo tiempo tiempo sin probarlo.
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