martes, 26 de febrero de 2013

Lo siento

El ser humano tiene muchos defectos y... 

Qué coño, vamos a dejarnos de zarandajas, que ya sabemos todos que hemos venido a hablar de mi libro.

Tengo muchos defectos. No podría decidirme entre el que me causa más problemas o el que perturba más mi paz interior. Los odio todos por igual, aunque va a días.

Normalmente, los que más me molestan son los que interfieren en el desarrollo adecuado* de mi relación con los demás. Sí, esos que provocan malentendidos, enfados y soplapolleces con otras personas. Casi siempre me llevan a pensar que lo mejor sería que esas personas con las que tengo conflictos estarían mejor muertas, y casi siempre lo digo en serio. Claro que, a poco que me pare a pensar, me doy cuenta de que sería fácilmente un arma de destrucción masiva y que me quedaría sin nadie que me cocinara, así que tiendo a bajar el listón y me limito a apartar de mi camino a esas personas que molestan a mis defectos.

Quizás apartar es una palabra demasiado suave: borro a esas personas de mi vida. Puff. Game over.

Y a veces me arrepiento. Y soy consciente de que no hay vuelta atrás porque he quemado tantos barcos que es imposible cruzar el océano de desencuentros que nos separa**. Y me da tanta vergüenza que me quedo sin hacer nada, lamentándome de vez en cuando de lo que podía haber vuelto a ser y sé que nunca será.

Sé que a veces sería relativamente fácil empezar con un "lo siento mucho, no volverá a ocurrir" de corazón, porque no todas las personas son tan cerriles como una servidora. Pero también sé que, probablemente, nunca lo diga.

Y cantando no vale casi nunca.


Brenda Lee, I'm sorry


* Léase adecuado para mí.
** Aquí me he pasao de lirismo, creo.

lunes, 25 de febrero de 2013

El sentido de la vida

A lo largo de la historia muchos filósofos y otras personas (un porrón, vaya) se han preguntando sobre el sentido de la vida.

Durante un tiempo me dio por pensar que, oye, yo también soy una persona, no voy a ser menos y voy a preguntármelo también. 

Me lo pregunté muchas veces, de diferentes maneras, pero ninguna de las respuestas que se me ocurrían me satisfacía. Y lo peor es que se me ocurrían cosas nuevas que quería saber y para las que tampoco sabía qué responder: 
  1. ¿Por qué soy?
  2. ¿Por qué soy así?
  3. ¿Qué hacemos aquí?
  4. ¿Por qué soy yo y no soy otra persona?
  5. ¿Hasta qué punto merezco estar aquí, en este sitio y en este momento, y no en otro?
  6. ¿Voy hacia algún sitio?
  7. ¿Por qué tengo más pelos en una ceja que en otra?
Fue un proceso muy decepcionante. No me extraña que los filósofos estén medio gagá y tengan los pelos rizados, es muy frustrante tener una lista de preguntas kilométrica y ninguna respuesta adecuada. Se queda uno siempre a medias, como cuando llegas a la caja en el supermercado después de tres compras de 130 euros y la cajera te hace cambiar de cola. Parece que nunca se acaba.

Hasta que un día decidí que ya estaba bien de tantas preguntas, que a qué santo iba a descubrir una rubia el sentido de la vida cuando tantos antes, más listos y más guapos, habían fracasado.

Y decidí que la vida no tiene sentido, que lo que pasa es que no estás muerto y que, mientras tanto, hay que hacer todo lo que se pueda, se sepa, te dejen y te atrevas a hacer para disfrutar porque, si no, menuda mierda.

domingo, 24 de febrero de 2013

Cosas pequeñas

Se dice que las desgracias nunca vienen solas y, oye, es verdad. Se empieza muriendo gente así, como quien no quiere la cosa, se sigue con separaciones muy dolorosas, no tardan en llegar las desgracias laborales, luego se pasa a las enfermedades de las personas a las que quieres y los interminables días de hospital, se acompaña de unas pocas crisis vitales, aparecen unas pocas depresiones y puede que se acabe haciendo una un colacao con leche pasada.

Con estas cosas en la cabeza es muy sencillo dejarse llevar por la desgana y la tristeza. Sobre todo si eres especialmente facilona.

Pues eso. Una caca.

Pero por mucho que nos empeñemos, por mucho que nos dejemos llevar por lo chungo de la vida, a veces pasan cosas buenas. De esas pequeñas, que te dejan la impresión de que si las cuentas no van a parecer importantes para nadie más. Y por eso no las cuentas.

A veces es algo tan sencillo como un correo de alguien que te dice que te quiere aunque no te conozca. O que te da una buena noticia, aunque no parezca importante. O una llamada preguntándote como estás. O una sonrisa dibujada en una servilleta.

A veces las cosas pequeñas y sencillas son las que te dejan dormir por las noches.

martes, 19 de febrero de 2013

La chica de ayer

Ayer, medio centenar de jóvenes hicieron que pasara de ser una "chica" a ser una "señora mayor". Ni de mediana edad ni pollas. Una señora mayor.

A cuatro meses de finalizar su formación universitaria, sólo cinco han hecho prácticas alguna vez y dos se las han dejado porque no les pagaban lo suficiente. No tienen experiencia laboral, ni conocimientos al margen de los aprendidos para los exámenes, no han participado en acciones formativas complementarias y cinco han escrito "q tenga" y "¿Xq? "en un ejercicio escrito.

A cuatro meses de salir a venderse son incapaces de mantener un argumento coherente y defenderlo. No tienen ni idea de retórica. Utilizan palabras de cuatro sílabas con la pomposidad de quien no sabe qué significan pero cree que quedan bien y quiere impresionar. He tenido la impresión de que hasta cometían faltas de ortografía mientras hablaban atropellándose unos a otros.

A cuatro meses de convertirse en buscadores activos de empleo ninguno sabe a qué quiere dedicarse, ninguno ha detectado su habilidad especial, esa que podría hacer que les seleccionara para su primer empleo. Todos creen que la ilusión y las ganas son entradas VIP para ser contratados en el trabajo que ellos elijan cobrando un pastizal indecente. No saben qué van a saber hacer pero sí saben cuánto quieren cobrar.

A cuatro meses de ser licenciados no se han tomado la molestia de saber cómo es el sector laboral al que quieren incorporarse, no saben qué servicios ofrecen las empresas en las que creen que merecen trabajar, no se han preocupado en detectar qué capacidad deben cultivar para aumentar su valor de mercado ante los contratadores. No se plantean qué pueden ofrecer a una empresas para que les contraten, sólo se plantean qué quieren hacer y cuánto deben pagarles por hacerlo.

No me interpreten mal. Es admirable que tengan tanta confianza en sí mismos, aunque denota una absoluta falta de análisis de la realidad y crea unas expectativas completamente inalcanzables. Seguramente no se dan cuenta pero parece tontos de remate. De remate.

Francamente, descorazonador.

Mientras hablaba veía su actitud desafiante y recordaba los meses que pasé trabajando a 60 km. de casa antes de acabar la carrera. Las prácticas laborales no remuneradas. Las clases de repaso para pagar el transporte y los libros. Las noches en vela cuidando niños a los que odiaba. El morro que le echaba a las entrevistas de trabajo como si me fuera la vida en ello para trabajar sin cobrar, porque lo que quería era aprender y ser la mejor candidata para el siguiente trabajo. 

Hablaba siguiendo el guión y me preguntaba si yo era así de orgullosa, de exigente cuando no tenía nada que ofrecer a cambio, de confiada. Y me respondía que no. Para bien o para mal, no.

Y me he sentido muy mayor y muy desesperanzada.

lunes, 18 de febrero de 2013

Me acuesto contigo lo que quieras

Este post es una especie de apuesta conmigo misma. No tengo claro qué me apuesto, exactamente, lo que sí sé es que me gustaría perder.

Resulta ser que tengo una clase con alumnos de quinto de carrera y he preparado una presentación, a modo de guión, con  unas 200 palabras. Con trampa.

Porque al trabajo que vamos a plantear en la segunda hora de la clase no va a tratar, como supongo que pensarán, sobre el tema expuesto al principio, qué va. Cómo vamos a hacer algo así. Vamos a tratar el lenguaje, las palabras, los conceptos. Lo que aparecen y lo que no. Por qué se utilizan determinadas palabras y no otras. Qué significan determinadas palabras.

Planteamos, además, un ejercicio escrito, que valoraremos y comentaremos la próxima clase. No va a puntuar ningún ejercicio que tenga una falta de ortografía* y constará en la evaluación final. Con un par.

He apostado conmigo misma que no entienden entre un 20 y un 30 % de las palabras y conceptos que aparecen.

Para que se hagan una idea, la presentación se llama DAFO.

Espero equivocarme o tendré que exiliarme.


* Hay que ser hipócrita, falsa e hijadeputa para plantear esto pero una es lo que es.

viernes, 15 de febrero de 2013

El día después

El amor no correspondido es como el día después de una noche de fiesta: te duele todo, te deja los ojos hinchadísimos, parece que nunca te vas a recuperar y juras, SÍ, JURAS, que nunca más vas a permitir que pase. Por tus muertos que esa aberración no vuelve a pasar.

Porque estar enamorado es como estar de fiesta loca: se pierde la noción del tiempo, se desboca todo, se hacen cosas que una nunca piensa que haría porque cree, en su infinita rubiez, ingenuidad y estupidez, que vale la pena. 

Una se desmelena esas noches porque no piensa en las consecuencias, no se acuerda de los pies hinchados, del efecto osopanda, de la angustia, de las ganas de morir de después.

Con los años todo se desdramatiza y una sabe que tiene dos opciones: dejarse llevar, disfrutar lo que dure y asumir el día después, con todo lo que eso lleva, o quedarse en casa, cerradita a cal y canto, que se sufre menos, pero también se disfruta menos. 

Hay días que una no piensa en nada y se lanza a la piscina, se pinta el ojo y se pone sus mejores bragas y ¡hale! de fiesta, que se acaba el mundo y que sea lo que dios quiera.

Otros no, una piensa. Y, mira, no, que no tengo el chichi pa farolillos.

En cualquier caso, sea por salir de fiesta o por desamor, el día después es una mierda. Lo único que lo arregla es una botella de tequila y Águila Roja. Y sobre lo de Águila Roja tengo mis dudas.

jueves, 14 de febrero de 2013

El amor es un verbo

En ti pienso, mi bien, cuando los rayos 
del sol quiebran la mar;
y en ti cuando el reflejo de la luna 
repite el manantial.
Proximidad del amado, Johann Wolfgang von Goethe

El amor es fácil.

El amor es querer estar con la persona a la que amas cuando estás con ella y saber disfrutar del tiempo que no compartes. Es desear cuando no se tiene, disfrutar cuando se tiene, pedir cuando se quiere, dar cuando se requiere, esperar cuando no hay tiempo, coger cuando no se alcanza.

El amor es recordar el olor de la otra piel en la playa, escuchar el sonido de la voz cuando hay silencio, reconocer las cicatrices en la oscuridad, distinguir el movimiento del otro cuerpo en la distancia, apreciar el sabor que no nos gusta, pensar en ayer, hoy y mañana.

El amor es aprender de los errores del otro para perdonarnos cuando son propios.

El amor es estirar los dedos y sentirse casi seguro al notar el vacío. 

El amor es desamor. 

El amor es fácil.

Lo que es difícil es la vida. Y lo demás son tonterías.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Hablar de amor

Mañana es el dia de San Valentín.

No voy a entrar en si es un invento consumista o qué, dejo eso a las morenas listas. La cuestión es que, queramos o no, el mundo se tiñe de rojo sangre en forma de corazón para recordarnos que:

  1. Nos aman locamenti y ¡cáspita! nuestro amor es correspondido.
  2. Nosotros estamos solos y todos moriremos solos.
  3. Amamos a alguien que ama a otra persona y no a quien nos ama. Un lío.
  4. Estamos enamorados del amor que, a su vez, nos pone los cuernos con una cabra.
  5. Ninguna, todas las anteriores o varias.
  6. NS/NC.

En cualquiera de los casos, los días de San Valentín son una excusa más para hablar del amor. Y cualquier excusa es buena. Pero del amor normal, sin dramatismos, ese amor cotidiano que convive con el mal olor en el váter de primera hora de la mañana mientras recuerda el polvo salvaje de la noche anterior. De ese que te recuerda comprar papel higiénico cuando pasas delante de los condones. Del que hace que tengas en la nevera dos clases de cerveza. Del que hace que desees matarle periódicamente porque sigue haciendo eso que no soportas y luego te ayuda a recomponerte porque tiene esos abujeritos cuando sonríe. Del amor gelipollas, vaya. Y del otro, también. Y del otro. De todos.

El Día de San Valentín es el mejor día para hablar de amor. Y eso es fácil. Si lo piensan un poco, casi cualquier palabra sirve para hablar de amor. No importa su significado: cualquier palabra sirve para hablar de amor. ¿Que no? No ni poc.

¿A que no hay huev...

Ay.

Por un momento he sentido la tentación de retarles a encontrar una palabra que no sirva para hablar de amor, una que no sirva para describir cómo se siente, cómo se comparte, cómo se imagina, cómo se esconde, cómo se guarda, cómo se sufre cuando se esfuma...

Pero no, mira, he contado hasta diez, he ido al váter, he leído un poco, le he dado unas vueltas (no necesariamente en este orden) y, al volver, me he dicho ¿hablar de amor? ¿pa qué? y he decidido callarme.

martes, 12 de febrero de 2013

¡Tu pelo!

Aquiles siempre ha llevado el pelo así:


Desde el principio de los tiempos y aún no podíamos votar ni nada.

Un día me mandó un mensaje misterioso que me dio miedo:

"He hecho una cosa que no quiero contarte por aquí, pero no te asustes. Nos vemos el jueves".

Era lunes por la noche. Cuatro días. Cuatro días me tuvo el hijodelagranputa cagaíta viva. No quiso decirme nada y ya me esperaba lo peor: que había aceptado la oferta de trabajo en Brasil, que había tenido un accidente y había perdido algún miembro, que se había vuelto gáyer... Gordi, pensando lo mejor desde los años 70.

Cuando llegó a casa me dejó sin habla, porque apareció así:

- ¿¡PERO QUÉ HAS HECHO!? ¡TU MELENA!
- Estaba harto ya de llevar el pelo recogido, de mascarillas y suavizantes. Además, ya tengo una edad y...
- ¡TU MELENA!
- ... que volverá a crecer, no te preocupes, pero es que quería cambiar y...
- ¡TU MELENA!
- ¿Pero te gusta o no?
- ¡TU MELENA!

Fue una conversación muy interesante.

Más tarde, mientras le acariciaba la cabeza para que se durmiera, me di cuenta de que estaba rezongando un poco: no estaba acostumbrada a no tener todo ese pelo rizado entre los dedos. Era raro. Me costó un tiempito acostumbrarme.

Pero nada es para siempre y es mucho más fácil acostumbrarse al corte de pelo de otro que al propio. Además, empecé a ver casi en seguida las ventajas: la ducha tardaba más en embozarse, no había rizos morenos por todas partes, había menos pelos en los cepillos, el acondicionador me duraba mucho más... Oye, que sí, que todo eran ventajas.

Estaba yo tan contenta con la nueva situación cuando, hace unos días, me llega un nuevo mensaje misterioso:

"Tengo una sorpresa para ti".

OMG! ¡UNA SORPRESA! Y me puse más contenta que Marco. 

Un regalo. Seguro que es un regalo. Y debe ser chulo, si me prepara y todo. Qué bien. ¡UN REGALO!  Ay, ¿qué será? ¿Qué le he dicho que me apetecía? Ay, ¡qué nerviosa estoy! Gordi, ultrafantaseando desde los años 70.

Y apareció sin regalo y con el pelo así:


- ¿¡ PERO QUÉ HAS HECHO!? ¡TU PELO!
- Ya hemos pasado por esto. Verás, que tengo una edad, y no quiero parecer un...
- ¡TU PELO!
- Sí, está más corto pero es más cómodo y...
- ¡TU PELO!
- ¿Pero te gusta?
- ¡TU PELO!

Soy una compañía entrañable.

Esa noche, con su cabeza en mi regazo, mis dedos buscaban en la oscuridad, torpemente, los rizos perdidos. Suspiré. Suspiré un poco más fuerte. 

No coló. Nada.

Mientras alargaba su mano hacia mi pelo, susurró "sé que estás sonriendo, rubia, que nos conocemos. Estás encantada porque, por fin, llevas el pelo más largo que yo. Y sabes que es para siempre". Me besó y se quedó dormido.




NOTA 1: ningún Christianbale ha sido herido en la elaboración de este post.
NOTA 2: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y ya me gustaría, ya.
NOTA 3: y así es como se ponen tres fotos de Christianbale en un post que no habla de Christianbale, amigas.
NOTA 4: Sí, estaba sonriendo. 

lunes, 11 de febrero de 2013

O

Creo que estoy en unos de esos días.

De esos que tengo tantas cosas que decir que no sé por dónde empezar, empiezo ocho post y no puedo terminar ninguno porque soy incapaz de argumentar de manera coherente. Que a ver si va a ser que ya he gastado toda la inspiración. ¡AY! ¡A ver si va a ser!

O eso o una sonda alienígena que me introdujeron unos hombrecitos verdes en la abducción de 1996 se ha quedado atascada en algún sitio, impidiendo el flujo natural de las conexiones neuronales de ida. 

O resulta que estoy tan cansada que no tengo ni ganas y además me asusta darme cuenta de que cada vez cometo más faltas, en un claro y científico proceso de benjaminbutización intelectual y que me da vergüenza. Que hoy he escrito "berde".

O a ver si va a ser que lo que me apetece de verdad es poner a parir a la mamarrachada que nos gobierna  porque me tienen de un mal humor que no se me quita de encima pero no tengo ganas de hacerme más mala sangre. Porque lo que me pide el cuerpo es desear que mueran, tal cual, que desaparezcan del mapa.

O puede que me dé tanta rabia no saber cómo contar según qué que estoy bloqueada.

O que me he quedado sin ideas para contar cosas. O ya no me pasan cosas. O ya no me gustan las cosas que me pasa. O ya no me pasan cosas que me gustan. O ya no me gusta que me pasen cosas que no sé si me van a gustar. 

A lo peor es que me he pasado Internet o ya no me queda nada que decir. 


jueves, 7 de febrero de 2013

Sospecho

Pues me pasa una cosa. Sospecho. 

Llevo meses sospechando. Malpensando. Flagelándome por malpensar. Felicitándome ante cada evidencia, por pequeña que fuera. Sintiéndome mal por seguir sospechando. Y, oyes, me está matando.

Resulta que me muero de ganas de contar una cosa a los doce vientos pero no puedo. Que no es que no pueda aquí (que tampoco: es muy largo y difícil de contar y no tiene gracia ni nada), es que no puedo en el mundo carnal. A los implicados en la sospecha porque puedo liar un pollo del cáguense en dos tiempos que me joda la vida y a los no implicados porque no creo que me entiendan (excepto Sil, ella creo que sí me ha entendido), y eso me jode infinito.

La cuestión es que es una sospecha. No tengo pruebas. No sé cómo demostrarlo. Ni siquiera sé si quiero estar segura de nada. Preferiría no saber, pero no saber nada.

Sospecho que una persona lleva meses haciendo una cosa digamos... no sé cómo explicarlo... perjudicial para otras. Durante muchos meses. No es algo vital, nadie corre peligro, pero es una putada como un camión. Como digo, no tengo la fuerza de la prueba y no había dicho nada a nadie en todo este tiempo. Me lo había quedado para mí, ahí, jodiendo. Creo que es el único secreto de verdad que he tenido en mi vida, que no le he contado a nadie de nadie, ni siquiera en el blog. Y fíjate, ni siquiera tiene que ver conmigo. 

Supongo que me lo había callao porque pensaba que era una sospecha basada, fundamentalmente, en el asco que me da esa persona. Que si decía algo iba a ser incapaz de explicarme sin que trascendiera la repulsión que me provoca y eso iba a hacer que mi exposición de los hechos perdiera fuerza y credibilidad. Que decirlo en voz alta sólo podía ratificar que todo era fruto de mi imaginación. Creo que me daba miedo pensar que se me estaba yendo la cabeza.

Hasta ayer. 

Resulta que no soy la única que sospecha. No soy la única que se ha dado cuenta de movimientos extraños. Es más, no soy la única que está dando vueltas a este tema desde hace meses.

Descubrir que no estoy sola en esto me provoca sentimientos encontrados: o soy menos hijadeputa de lo que pensaba y es que realmente canta demasiado, lo que me alivia un poco porque me da la sensación de que mi percepción no es errónea y no estoy loca de atar; o la otra persona es igual de hijadeputa que yo, que también me alivia un poco porque, oyes, mal de muchos...

Lo que pasa es que compartir esta sospecha ha abierto la caja de Pandora. Es como si mi celebro dijera "eh, que no estás loca, los demás se han dado cuenta, coméntalo y sal de dudas". Y me muero de ganas de largarlo todo el rato, de saber si hay más como el otro hijodeputa* y yo.

Hace un par de días, por primera vez, verbalicé todo lo que sospechaba pobre Sil. Como esperaba, sonó todo más ridículo y surrealista de lo que era en mi cabeza. Si cabe.

Y ahora me da miedo que, una vez abierta, la caja de la Pandora esa no sea capaz de contener la sospecha, se me escape algo y no poder controlar las consecuencias.

Ay.



* Desde el cariño, siempre desde el cariño.

martes, 5 de febrero de 2013

Querida Elena, dos puntos

Querida Elena:

Ante todo, quiero felicitarte por tu programa.

Te escribo para comentarte un problema que tengo y espero que tus oyentes me ayuden a tomar una decisión. En realidad no es un problema que tengo yo, es un problema que creo que tiene un amigo, aunque él no sabe que lo tiene.

Ay, que me lío.

Resulta que tengo un amigo que siempre ha tenido buenos trabajos. Como tantos otros, con esto de la crisis y las comparecencias por televisión se ha quedado en el paro. Como es un tío inquieto y es consciente de que en los tiempos que corren hay que ir a buscar las oportunidades y que casi todas están en la interné, lo primero que ha hecho para encontrar trabajo es abrir un blog, una cuenta en Linkedin, otra en Tuiter y otra en Facebook. Y lo hace todo mal en todas, el pobre.

Este no es el problema. El que él no sabe que tiene. 

La cuestión es que no sólo me he dado cuenta yo, es que hay varias personas que me han dicho que lo hace mal. Que se está vendiendo como experto en comunicación on line y se nota que no tiene ni idea. Esas personas podrían ser un buen contacto para él pero como está metiendo el remo hasta el corvejón, pues no lo van a ser. Un drama.

Y ahora es donde viene mi problema. Voy rápida para no ser pesada.

Resulta que siempre que me ha pedido opinión y se la he dado no ha estado de acuerdo y hemos acabado discutiendo. Así que yo me mosqueé la última vez y le indiqué cariñosamente el agujero oscuro y profundo por dónde podía meterse sus consultas ya que nunca me hacía ni caso, que allá él mismo con su mecanismo y que se la picara un pollo o similar.

Y ahora me veo en la difícil tesitura de quedarme en silencio, dejando que siga cagándola diariamente, perdiendo oportunidades laborales. Contenida y doliente. Callá, tol rato. O tragarme el orgullo y, aún a riesgo de que me mande a escaparrar, decirle qué hace mal y cómo debería proceder para que, al menos, no cantara tanto la metida de pata.

Me encuentro en un sinvivir. ¿Qué hago, querida Elena? ¿Mantengo la decisión de no decirle nada y veo cómo se hunde o se lo digo, arriesgándome a quedar como una bocachanclas y una metomentodo?

Quedo a la espera de las respuestas de tus oyentes.

Siempre tuya,

Amiga verdadera

domingo, 3 de febrero de 2013

Canciones bonitas II

Quiero ser lo mejor que le ha pasado a alguien en la vida. No pido tanto.

   

Ray Lamontagne You are the best thing

viernes, 1 de febrero de 2013

De la soledad al porno

Digo a menudo que me siento sola. Es curioso, porque me paso el día rodeada de gente, a veces incluso de gente con la que me gusta y elijo estar.

Así que no es tanto una soledad física como... no sé cómo llamarlo... quizás lo que más se acercaría es que sufro de soledad intelectual: resulta que no tengo casi nada en común con las personas con las que comparto mi vida diaria. Y eso me pone muy triste. 

Mis amigas y amigos, esos de carne y pelos, esos con los que me relaciono con cervezas de por medio a diario, casi nunca saben de lo que hablo, de las cosas que me interesan. No consumimos los mismos medios, ni nos gustan las mismas series de televisión ni películas, ni nos interesan los mismos temas, ni nos llaman la atención las mismas noticias... Nada.

Hoy, por ejemplo, me ha impactado esta noticia:


Ostras. Ron Jeremy.

OSTRAS, OSTRAS, QUÉ RECUERDOS, RON JEREMY.

Pues nadie sabía quién era. Ni Asia Carrera, ni Belladonna, ni Rocco Sigfredi, ni Savannah, ni Nina Hartley... 

Porque, por supuesto, nadie ve porno. NADIE. Es más:
- Tú no verás porno, ¿no?
- Es asqueroso.
- Una tía tiene que estar un poco mal para ver porno.
- Es machista y degradante.
- Debería estar prohibido.
...

Y así.

Mientras escuchaba estas cosas mil imágenes se agolpaban en mi cabeza*: noches de risas, de sexo, de juegos, llamadas cómplices, placeres prohibidos... Han venido a mi memoria** glandes recuerdos. 

No he tenido fuerzas para argumentar. Para constatar que toda la vida de dios, desde que el mundo es mundo, ha habido porno, y será por algo. Que si hay tantísimos hombres y mujeres que producen productos pronográficos es evidente que la demanda es altísima, que se consume masivamente y no me creo que sólo por tuiteros salidorros. Que puede ser una escuela divertidísima. Que el sexo igual no es lo que hace mover el mundo pero, desde luego, es lo que le hace sudar.

No he tenido fuerzas y me he callado. Y me he sentido muy sola. De entre una docena de personas de mi edad sólo yo sabía quiénes son estas personas. He notado como el peso de la soledad intelectual caía sobre mis hombros y me tocaba la orejita diciéndome "eh, tú, que deberías estar acostumbrada a esto, espabila, chata". Pero no, sigue abrumándome y entristeciéndome notar que no comparto prácticamente ningún interés con las personas con las que me relaciono. 

Sin embargo, también me he dado cuenta de algo que a mí me parece positivo, porque me recuerda remotamente a lo que mi madre me decía que era la madurez. Supongo que será cosas de la mediana edad pero no me he sentido avergonzada, ni culpable, ni especialmente nada al admitir que, sí, hamijos, veo porno. No tiene por qué ser asqueroso si no quieres, no estoy mal, me parece machista y degradante unas veces sí y otras no y, claramente, no debería estar prohibido. No necesito el apoyo de nadie para reforzar mi opinión pero, a ver, nos engañemos, 8.400.000 resultados en Google no pueden estar equivocados.




* Siempre había querído escribir esta frase. Logro desbloqueado.
** Sí, esta también. Bonus track.