martes, 6 de noviembre de 2012

Nervios

Noto como si se acercara lenta pero inexorablemente el final de una etapa de mi vida. No pasa nada, sin dramatismos, pero tengo un tufo a cambio todo el día que ni con el ambientador de palitos se quita, oigan. Y estoy rara. E irascible. Soy un puto manojo de nervios.

Poco a poco, en unos meses se ha ido derrumbando una gran parte de lo que era mi rutina y me siento como huérfana, desubicada. De un plumazo, han desaparecido de mi vida obligaciones inalienables y he ido ocupando ese tiempo casi a la desesperada, como buscando a lo loco nuevas rutinas que hagan que me sienta segura, útil, acompañada, viva. Pero hecha un puto manojo de nervios.

Busco con desesperación a personas que me quieren y a las que quiero porque necesito eso, sentirme querida, para sentirme menos huérfana y desubicada. Y voy apartando a personas que no hacen que me sienta mejor, también con cierta desesperacion. Sin dramatismo aparente, pero con urgencias latentes. Y hecha un manojito de nervios de color de rosa.

Estoy hiperactiva. Necesito tanto no pensar en muchas cosas que ocupo las manos con cosas difíciles que reten mi mente para distraerla. Estudio. Estudio mucho. Demasiado, quizás. Monto muebles como una loca. Juego al Tetris con los armarios. Construyo comidas que viajan en tuppers a otras mesas. ¡Yo! ¡YO! ¡Y TIRO COSAS, MUCHAS COSAS!

Busco a lo loco otras cosas en las que pensar. Cosas lógicas, que empiezan y terminan con esa maravillosa lógica de las cosas que empiezan y terminan, que sirven para algo, porque a veces tengo la sensación de que  nada de lo que hago sirve para nada y estoy perdiendo el oremus en una vida sin propósito echada a perder. Con esa sensación desagradable de que me muevo mucho pero no voy a ningún sitio.

Paso las horas que paso en el trabajo con un único pensamiento en la cabeza: la hora de marcharme. Con angustia. Con urgencia. Con una sensación de miedo paralizante inexplicable que me hace torpe, insegura, vacía, marioneta muerta, nada creativa, nada inteligente, nada. Y salgo y reviscolo, como si el aire de la calle llenara todos esos vacíos y me convirtiera de nuevo en una persona. Una persona nerviosa, sí, pero una persona.

He pasado por algo así antes, no pasa nada. Todo se pasa, que dicen. Son épocas. Necesito descansar, dormir unas cuantas horas seguidas, quitarme losas de encima, pasar dos o tres noches de fiesta despendolada, con las bragas en la cabeza y la tarjeta de crédito pegada a la frente. Vale.

Pero, mientras pasa, mientras toda esta sensación de angustia, de vacío, de ausencias de quereres pasa, voy a tomarme todas las mañanas un zumo de naranja, vaya a ser que estoy baja de Vitamina B, y un yogur con cola de caballo y germen de trigo, que dicen que da mucha fuerza. Sobre todo al pelo y las uñas. En esta época del año.

Por cierto, no he comentado que mi terapeuta favorita se ha casado con un colombiano y ha cruzado el charco y ha pasado su consulta a una lers rubia naturista de los cojones. La madre que la parió de culo.


3 comentarios:

  1. Yo debo de estar entrando en algo así, porque también tiro cosas. Y eso no suelo hacerlo. Amos, que el otro día abrí el mueblecito donde guardo los potingues y dije "limpieza!! Seguro que hay cosas que sobran aquí" O_O

    Ains, a ver si pasa pronto! :*

    ResponderEliminar
  2. Creo que esa forma de sentir se está convirtiendo en una plaga porque somos muchos los casos últimamente... será el cambio de hora que nos hace a todos más mustios?

    ResponderEliminar
  3. temo tu "exploto",
    pero también mi "exploto", su "exploto", nuestro "exploto"

    ResponderEliminar