viernes, 30 de noviembre de 2012

Hace ya tiempo que Los chungos de nuestra vida no aparecen por Quédate a dormir pero me encantó el nombre y adopté el concepto, espero que con su permiso.
 
Hace unos días tuve una experiencia surrealista con uno y me vino de nuevo el nombre a la cabeza. Los chungos de nuestra vida... Son esos tíos que engañan, que parecen estupendos a media distancia pero que en cuanto profundizas un poco o pasas más de tres horas seguidas con ellos (lo que llegue antes) te das cuenta de cositas y te entran ganas de salir huyendo so far, far agay.
 
Hubo un tiempo en el que este tipo de cosas me sorprendía y asustaba a partes iguales. Pasé muchos minutos encerrada en cuartos de baño de casas ajenas, decidiendo si corría hacia la puerta de la casa o hacia la cama. Luego ya se me fue pasando. Lo del susto, tengo una capacidad de sorpresa infinita, eso no se me pasa.
 
El sujeto del que hablaba me engañó por completo: parecía absolutamente normal. Apariencia normal, trabajo fácil de explicar a los vecinos, modales naturales y sin aspavientos, intereses razonablemente modernos, querencias soportables... Un tipo normal, sea lo que sea eso.
 
No lo es, claramente. EN ABSOLUTO.

Es raro de cojones.

Y lo mejor es que es tan rarísimo que es descojonante. Para mí. Es una especie de Mister Bean hypster, el pobre. Digo el pobre porque supongo que no es consciente de lo peculiar que resulta casi todo lo que hace. Y porque he llegado a pensar, en serio, que tiene algún tipo de pega mental, ligerita, sí, pero pega, que hace que sea así de raro. Y entonces me parece mal reírme de las cosas que hace y las explicaciones que tiene para las cosas que hace. Porque tiene una explicación absolutamente coherente para millones de chorradas: pide pajita para beber la cerveza pero no la usa, espera a que acabe la canción que suena en la radio para apagarla y salir del coche, cierra todas las puertas dos veces, se seca el pelo con secador ¡y vuelve a mojárselo con las manos!

Ha hecho que me plantee mis chorrocientas filias y fobias, que me pregunte si son tan ridículas para los demás como son para mí las suyas. También ha hecho que me pregunte si me importa tan poco como a él lo que los demás piensen de ellas. Porque se la trae al pairo lo que opinen los demás. Ha hecho que revise mis manías y cuestione mi salud mental cuando pido que me cambien el plato en el chino.

Pero lo peor de todo, lo que ha hecho que le catalogue como uno de Los chungos de nuestra vida y le haya mandado a pastar fang es que el muy imbécil me llamó maniática delante de todo el mundo porque me pusieron limón en la copa y lo saqué con el dedo, con carita de asco, mientras él jugueteaba con el trozo de pajita incorrupta que asomaba por el cuello del botellín.

5 comentarios:

  1. Mujer, manías manías es lo que tienen los demás. Lo nuestro son costumbres. Claramente.

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  2. Todos, absolutamente todos tenemos nuestra manías. Y a excepción de las propias, las del resto siempre nos parecen raras y extrañas, aunque no siempre. Tal y como yo lo veo, están las manías y seguidamente el ser directamente imbécil o payaso. Creo que en tu caso, ese tipo del que habla tu post es soberanamente imbécil. Porque lo que hace ese tío ya no es manía, es imbecilidad.

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  3. Joooooo hay varias de las cosas que dices que también las hago yo.
    esperar a que acabe la cancion en el coche
    cerrar dos veces
    volverme a mojar el pelo una vez secado (lo del secador no)
    pedir que me cambien el plato en el chino

    y romper el papel del azucarillo en trozos simetricos...

    sniffff ¿tengo alma de chungo?

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  4. Todos somos raros, lo que pasa es que notamos más las "rarezas" de los demás que las nuestras xDDD

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