sábado, 25 de agosto de 2012

El reto

Querida  Gordi:

Se acabó, ya está bien de llorar a mares al menos de momento y aquí. ¡YA ESTÁ BIEN!

Sí, ya lo sé, decir adiós es muy triste. Últimamente has tenido que decir adiós muy a menudo, demasiado a menudo. A veces por un ratito, otras para siempre, otras hasta nunca, otras... otras no sabemos hasta cuándo. Y ya sé que decir adiós cuando una no quiere, pues es muy triste, sí.

Pero estás llegando al límite. Ese dolor de corazón no es normal. Esas agujetas de llorar y de aguantar el llanto no son normales. Esa pena en soledad no es normal. Esto tiene que cambiar. Porque, además, te estás convirtiendo en un auténtico coñazo.

No sabemos muy bien cómo se hace eso de intentar ver el lado bueno de las cosas, evadirse y olvidar lo malo... Sí, es lo que tiene ser muy drama queen, que a una le cuesta quitarse la mochila cargada con toneladas de sentimientos y dejarse llevar por las pocas cosas buenas que tiene la vida. Lo sé. No sabemos cómo se hace pero tenemos que ponernos en marcha porque así no vamos a aguantar cuerdas mucho más. Lo haremos juntas, ya verás.

Así que, aquí y ahora, te reto.

Te reto a sobreponerte al dolor, a despedirte con una sonrisa y un te quiero, y a levantarte cada mañana con ganas de que pasen los días hasta volver a decir ¡HOLA! con otra sonrisa y un te quiero más grande todavía.

Espero que aceptes el reto porque así no me caes ni medio bien.

Y que te quiero, tonta.


Tu blog.

Cosas que pasan

Lo he hecho. Me ha salido, finalmente. Necesito tanto estar acompañada ahora mismo que he pedido compañía.

Y me he encontrado con que las otras personas con las que necesito estar tienen su propia vida, su trabajo, sus problemas familiares, sus vacaciones, sus compromisos, sus cosas...

Así que aquí estoy, llorando sola, otra vez. Se conoce que los paños de lágrimas se cotizan caros.

Qué cosas ¿no?

viernes, 24 de agosto de 2012

Málaga, qué hermosa eres y qué calor hace, cagonlaputa

Vente a Málaga, niña, que ehtamo en Feria.
que ehtamo en Feria, vente a Málaga, niña que ehtamo en Feria
Y corre el Cartojal por toas las arterias.
La valenciana, la valenciana, la valenciana,
es un pato bailando por sevillanas.

Ponte mona, Rizosa, que viene foto.
Que viene foto, ponte mona Rizosa que viene foto,
y saldremos con pinta de flor de loto.
La malagueña, la malagueña, la malagueña,
baila y no se le mueve ni una greña.

La sonrisa de Fle ilumina el día.
Ilumina el día, la sonrisa de Fle ilumina el día,
Deberían contratarla pa la alcaldía.
Las catalanas, las catalanas, las catalanas,
les das besos y siempre tienes más ganas.

Se han unio malagueños pa darnos gusto.
Pa darnos gusto, se han unio malagueños pa darnos gusto,
Fiebre, Mr. Roboto, aunque ha sio mu justo.
Esos blogueros, esos blogueros, esos blogueros,
se merecen la gloria por ser tan güenos.

Flamenquito, calor y muchas palabras.
Muchas palabras, flamenquito, calor y muchas palabras,
casi no se ha notao que estamos like cabras.
Esta quedada, esta quedada, esta quedada,
hemos sudao bailando por sevillanas.

Me quedao con las ganas de algunas cosas.
De algunas cosas, me he quedao con las ganas de algunas cosas,
más abrazos, más besos y más Rizosa.
La blogosfera, la blogosfera, la blogosfera,
es toda tan bonita que es la pera.



miércoles, 22 de agosto de 2012

Del llorar en soledad

Como todos (o casi todos) digo a menudo lo de "si me necesitas, silba" o "estoy para lo que quieras". Y lo digo de verdad, soy tan consciente de que a veces contar las cosas que nos preocupan o nos entristecen es una forma de sentirnos mejor que lo digo muy de verdad. Y lo hago: estoy para escuchar, para llorar, para reir, para llorar más, para hablar, para seguir llorando... Quizás por eso, porque estoy, soy a menudo paño de lágrimas.

Y, sin embargo, me cuesta buscar uno para mí. Sé que los tengo, que hay gente que me quiere que me escucharía si se lo pidiera, es más, hay gente que me quiere que me escucha sin que se lo pida, que me aguanta las lágrimas cuando no puedo parar de llorar y me abraza cuando me hace falta. Pero no me sale pedirlo. No me sale decir "necesito hablar contigo, necesito desahogarme, que me abraces y me digas que todo se arreglará, aunque ambos sepamos que no es cierto". No me sale. 

Me siento más vulnerable de lo normal, no me gusta que me vean hundida y devastada. Me da vergüenza. Me incomoda que alguien tenga que pasar su tiempo escuchando mis penas y aguantando mis lágrimas. Prefiero que me vean enfadada que triste, qué le vamos a hacer. Si voy a llorar, prefiero sentirme sola que incómoda. Y sí, sé que es irracional, que otros podrían pensar lo mismo cuando es al revés pero, vaya, que cada uno lleve lo suyo como pueda. No se puede cambiar lo que sienten los demás.

Creo que esa es una de las razones por las que empecé a escribir un blog. Porque podía decir todo lo que quería, llorar cuanto quisiera, quejarme lo indecible sin sentir que nadie más que yo estaba perdiendo el tiempo. Si a eso sumamos que una puede llorar cuanto quiera, sin vergüenza, sin temor a incomodar a nadie, un blog es la herramienta perfecta para purgar los dolores del alma. 

Aquí no hay pañuelos de papel arrugados y llenos de mocos, ni se parece un oso panda, ni se hipa, ni se sorbe, ni se incomoda. 

Voy a venir a llorar a menudo, me temo, porque lo de llamar a otros para llorar acompañada no me sale. Qué quieren, no me sale. Llámenme tonta.



George michel, Kissing a fool

sábado, 18 de agosto de 2012

Indolencia

Estoy sentada en una terraza, en una casa de campo, desayunando un capuchino y unas tostadas con jamón y tomate. No se oye nada. Bueno, sí. Unos ronquidos acompasados que vienen del piso de arriba, pero esos los tengo controlados. Y pajaritos. Y cigarras o algún otro bicho de esos que hacen el ruidito ese cuando frotan las patas, que me recuerda al sonido de las máquinas de coser de los comercios clandestinos chinos de confección.

Siento que debería decir que disfruto del paisaje, que qué bonitos son los árboles y todo eso pero en realidad me da igual, sólo puedo pensar en el agua de la piscina, tan azul y refrescante... 

Miro a mi alrededor y no hay nada más, sólo ese silencio potente de los lugares aislados, esa serenidad de los sitios que parecen una postal hasta que sopla un poco de viento. Y no ha soplado el viento desde que estoy aquí... Supongo que debería decir que me siento segura, tranquila, serena, relajada... es lo que toca ¿no?

Si lo pienso bien, sí, me siento así. Aquí no tengo nada que hacer, salvo tumbarme indolente al sol, dejarme querer o dormir siestecitas una y otra vez en el balancín. Sólo tengo que preocuparme de no tostarme más por un lado que por otro, beber para no deshidratarme y comer de vez en cuando, por la cosa del contacto social. Y dejarme querer.

No tengo que preocuparme por saber qué hora es. No tengo que ir a ningún sitio. No tengo que hacer nada que no me apetezca. Es una sensación extraña que no sé muy bien cómo gestionar. ¿Debería estar más activa? ¿Debería dejarme llevar por el momento y no hacer nada que no tenga ganas de hacer? Estoy un poco inquieta. No estoy acostumbrada a no tener nada que hacer.

Hay un millón de bichitos volando, hace mucho calor y las cigarras NO SE CALLAN NUNCA, pero sólo tengo que meterme en el agua para alejar todas esas cosas. 

Creo que podría acostumbrarme a esto para un par de días. O tres.

Me van a disculpar. Los ronquidos han parado y hay una cosa que sí me apetece hacer.


sábado, 11 de agosto de 2012

Hola. STOP.

Hola. STOP. Soy Gordipé. STOP. No voy a actualizar en unos días. STOP. Estoy de vacaciones. STOP. Si tienes mucho mono, STOP si me necesitas mucho, STOP puedes encontrarme de aquí en adelante. STOP. ¡Ah! Voy a estar por aquí, STOP aunque no garantizo nada. STOP. Nos leemos en unos días. STOP.

Que la fuerza STOP te acompañe STOP.

jueves, 9 de agosto de 2012

Yo y mi circunstancia

A veces me gustaría tener el valor suficiente para llenar una maleta con algo de ropa, cosas de aseo y zapatos, recoger el resto, meterlo todo en cajas, precintarlo, amontonarlo en una habitación y largarme. No decir a nadie dónde voy. Simplemente, irme, sin mirar atrás, como esos que entran al Programa de Protección de Testigos de las películas. Irme.

Fantaseo con una vida nueva en un otro lugar, lejano, en el que no conociera a nadie y, lo más importante, nadie me conociera a mí. Un lugar por descubrir, del que tuviera que aprenderme las calles, encontrar los bares que me gustan, mis tiendas favoritas... Me veo incluso esforzándome un poco por aprender otro idioma, pero sólo lo justo para sobrevivir. 

Me veo en un sitio pequeño y lluvioso, con fachadas grises y mar, un sitio donde todos se conocen y cuchichean intrigados por la rubia solitaria que no habla con nadie, que pasea de vez en cuando por el pueblo y lee durante horas en un banco del parque.

Me imagino tranquila, sin ninguna preocupación, ausente de los problemas familiares sin sentirme culpable, alejada de incidentes laborales, de penas y tristezas. Me imagino que una especie de virus me ha borrado de la mente del mundo y que nadie sufre porque no he existido para ellos y así puedo empezar de cer, sin mochila, sólo yo y mi circunstancia. Sola.

Y entonces consigo dormir.

martes, 7 de agosto de 2012

El adiós

Me quedan cuatro días hasta empezar las vacaciones estivales de 2012 y estoy muy triste.

Este año no van a ser como las demás. A diferencia de otros años, el comienzo de lo que debería ser el período más feliz del año se convierte en la preparación del adiós.

Me digo a menudo que si he sido capaz de vivir taitantos años sin esa personita rubia, sonriente y cariñosa puedo seguir haciéndolo, sin problema, que mi vida puede seguir como antes. Me digo que de dolor no se muere nadie, eso todos lo sabemos ¿no? Que se va lejos pero no se muere, que podré verle tres o cuatro veces al año, y que quizás con el tiempo siga queriéndome desde la distancia. Hemos dicho que de dolor no se muere nadie ¿no? 

Bueno, sí, eso lo sabemos. Pero sé que mi vida va a ser peor, mucho peor, porque ya me he acostumbrado a su olor de niño, a oler a niño, a yogur de fresa y sandwich de queso, todo junto. Y sé que voy a llorar como si pudiera inundar la distancia para nadar a su lado cada noche, para que me dé un beso, me diga que me quiere medio dormido y me ronque al oído. Y que no va a pasar.

Desde hace unos días veo su foto, o un juguete, o a cualquier niño de su edad jugando en el parque, y se me para la patata. Se me para el mundo y me falta el aire. Boqueo como un pejcaíto tirado en la arena y me cuesta respirar. Me paro, me obligo a abrir el pecho y, poco a poco, mis pulmones responden de nuevo. Pero me siento morir un poquito. Cuando consigo volver a respirar, siento que ya me he muerto.

Sólo tengo un mes para prepararme para el adiós. Y he dejado de querer que lleguen mis vacaciones.

No dejéis que me muera antes, por favor, tengo que despedirme.

lunes, 6 de agosto de 2012

Te recuerdo

Recuerdo perfectamente aquella noche. Entraste decidido a comerte mi mundo, empezando por mi boca, mi cuello, mis pechos...

No dijiste hola, ni preguntaste cómo estás, ni siquiera pediste permiso para desnudarme a medias mientras me mordías. Directo al grano.

Recuerdo cada segundo. Tu barba me arañaba la cara y tus manos eran más duras de lo habitual pero no te pedí que pararas. Dejé que me desnudaras, que desordenaras mi espacio con tu ropa y la mía. Dejé que me dirigieras hacia la habitación mientras apretabas mis pechos, con la esperanza de que cumplieras esa amenaza que no decías pero que se adivinaba entre tus piernas. No dije nada cuando me tumbaste boca abajo, aún con las bragas puestas, y escuche cómo te desabrochabas el pantalón. No dije nada.

¿Lo recuerdas? Yo sí.

Sabía que si me resistía sólo iba a conseguir que perdieras el poco control que tenías sobre ti mismo. Y me resistí. Intenté darme la vuelta como si así pudiera evitar que te salieras con la tuya una vez más. Pero no quería evitarlo y desistí. Sucumbí a tu fuerza. Me dejé llevar.

Aquel momento se quedó grabado en mi memoria. Recuerdo mi mano sobre las sábanas, tu mano sobre mi mano, tu boca en mi espalda. Podría volver a dibujar el mapa que apuntaste con tus labios sobre mi piel. Todavía tengo la marca de tus dedos.

Al terminar caíste a mi lado y yo, derrotada sobre la cama, aún temblorosa pero satisfecha, me pegué a ti. Te miré a la cara para decirte que...

Oh, espera, espera un momento... ¡¡¡OH!!! no eras tú... perdona...

Aunque podías haberlo sido.

jueves, 2 de agosto de 2012

Revisionismo gordístico

No voy a hacer apología de la gordicidad, no tiene ningún sentido. Estar gorda es una mierda. No sé si molaría más o menos estar más delgada, no lo sé, no tengo esa experiencia vital, pero sí sé qué significa estar gorda. Y es una mierda.

Vivo con ello como puedo. Como todos, supongo, cada uno vive con lo suyo, unos días mejor, otros peor... Hay días, como hoy, que me encuentro muy atractiva, que me miro al espejo y pienso "joder, como se puede tener este polvazo con este cuerpo" y me descubro diciéndome que me autofollaría ahí mismo, contra la pared del váter, hala, a lo loco. Y otros días no. Como todos supongo.

Pueden imaginarse que esta ciclotimia gordística hace que me tome determinadas cosas mejor o peor, según el día. Por ejemplo, un día como hoy, en el que saldría a la calle en pelotas porque me quiero a morir no es un buen día para ir de compras, porque TODO ME QUEDA BIEN. Sin embargo, sí es el mejor día para leer una noticia como esta, porque ME CAGO EN SU PUTA MADRE, no me afecta nada y se me pasa en seguida.

Pero otro día igual no. Otro día, uno de esos que me gustaría no haber nacido, ver cosas como esta hacen que me hunda en el pozo más oscuro:
La Venus dormida, deArtemisia Gentileschi, arriba. La aberración anoréxica de Anna Utopia Giordano, debajo.

Porque miro ambas imágenes y no hay ninguna razón que me haga pensar que la mujer de debajo es más bella que la de arriba. No soy imparcial (no tengo por qué serlo) pero, sinceramente, me gusta más la mujer de arriba. Y, visto que si comparamos, el común de los mortales elegiría la de abajo, con toda seguridad, me pregunto si no tengo una percepción distorsionada de mi realidad y estoy enferma, si soy un monstruo y no me doy cuenta. Y eso me da miedo.

Admito que pa gustos, colores, que a cada cual puede gustarle una, claro que sí. Pero no puedo evitar pensar en que si a mí me puede llegar a afectarme que a una artista se le ocurra "revisar" cuerpos rollizos y proponer mujeres muy delgadas, porque es un claro mensaje de que el ideal de belleza actual socialmente aceptado es el segundo ¿cómo le afectará a otras mujeres que quizás no se vean nunca increíblemente atractivas? Debe ser demoledor.

El arte es eso, arte. Supongo que alguien verá algún valor artístico en esta serie de adelgazamientos salvajes de algunas de las imágenes más bellas, sensuales y gloriosas de la historia. De todo hay. Pero, sinceramente, me entristece el mensaje de esta tía.
"(...) lo que hago es investigar sobre el cuerpo: creo que tenemos un cuerpo y una percepción de él en nuestra mente, y a partir de ahí podemos elegir cómo ser y cómo vivir (...)"
Querida, la percepción que cada uno tenemos de nuestro cuerpo se forja por comparación. Y cuando una sale perdiendo es difícil elegir como vivir. Vive como puede.

En cualquier caso, Anna Utopia, y por si acaso mañana me pilla de bajón,

Yo quiero ser como Beth Ditto.

Darling, bésame el culo.



BTW, a la Fle le ha salido un post más chachins, dónde va a parar.