... porque tienes esa manera de mirarme, con el pelo mojado, exhausto tras vencer al dragón y matar los cocodrilos del foso que protege mi fortaleza. Porque mientras accionas el complicado sistema para levantar el puente levadizo eres consciente del peligro que corres; de que morir aplastado, sin haber cumplido tu misión, sigue siendo posible.
Porque mientras avanzas por el patio de armas, amenazado por la guardia imperial, aún con el pelo enmarañado, sigues adelante, atento a cualquier movimiento, con la esperanza de no tener que seguir sufriendo por el camino, pero asumiendo el riesgo, la posibilidad de fracasar una vez más.
Porque llegas a mi alcoba rendido, cansado de batallar contra mis fantasmas, consciente de que nunca podrás vencer mis miedos y, aún así, te pones las gafas de ver el alma y me acaricias, me mientes y me dices que todo va a ir bien.
Porque te desnudas para mí para que compruebe que no guardas ningún as en la manga, para que sepa que no quieres hacerme daño, que puedo confiar en ti. Y esperas pacientemente a que yo decida quitarme la armadura roñosa y golpeada que me protege, tranquilamente, saboreando cada resquicio de mí misma que asoma entre los hierros, ansioso por encontrar la piel. La miel. El alma.
Celebras cada avance como una gran victoria, me jaleas y me animas a seguir y das la bienvenida ruidosamente a cada milímetro que muestro, sin olvidar que cualquier palabra, cualquier gesto, es suficiente para que me rearme y me vuelva impenetrable de nuevo. Y tengamos que volver a empezar.
Siguen sorprendiéndome tus alharacas, sobre todo porque sé que sabes que nunca has conseguido lo que querías: nunca has conseguido que fuera yo. Nunca has conseguido conquistar mi castillo.
Ains.
ResponderEliminarBesos.
Ya no hay caballeros como los de antes...
ResponderEliminarBesos!!