Como señora de mediana edad que soy, ya debería haber aprendido que el sol quema.
Oh, espera, tengo que contextualizar.
Como señora de mediana edad
color blanco roto que soy, ya debería haber aprendido que el sol quema
a mediados de julio en el Mediterráneo, sobre todo en la playa. Quema mucho.
Y no soporto la arena. Noto cada unidad de esa especie de maldición bíblica que se te pega al cuerpo como una sanguijuela.
Y no aguanto que haya más gente en la playa, no me deja escuchar el sonido de las olas, ese que me gusta tanto durante cinco o seis minutos. Máximo.
No me gusta el agua caliente del mar, la mar. Me recuerda que ahí viven cosas,
MUCHAS COSAS, y que probablemente me lleve alguna microscópica pegada a la piel. También me recuerda que
cosas personas que no viven ahí todo el tiempo hacen sus cositas, impunemente, pensando que no se va a notar. Yo lo noto. Y, probablemente, también me llevo un poco pegado a la piel.
Y me quemo. Mi color blanco roto se resquebraja como una figura antigua de barro que no ha pasado nunca por el horno a la media hora de estar en la playa. Soy un híbrido de Lorenzo Langostino* y una inglesa en su primer día de vacaciones en Benidorm. Me quemo mucho.
Y me quemo porque me revienta ponerme sesenta veces el engrudo ese al que llaman, eufemísticamente,
protector solar, que, al contacto con la piel y la arena, se convierte en una masa compacta que pasaría la prueba de la visión X de Supermán pero que, curiosamente,
deja que me queme. Puta.
Sin embargo, a pesar de todos estos inconvenientes, conceptualmente me gusta la playa. Me gusta pensar que voy a tumbarme al sol y escuchar el sonido del mar, la mar. Y me gusta fantasear sobre el olor de la piel bajo el sol, tiene un punto erótico y privado que hace que me apetezca la playa todo el tiempo. Antes de ir.
Me gusta la rutina de preparar una bolsa con tres protectores solares de 50 y ningún paquetito de toallitas húmedas para quitarme la
puta arena de la cara, dos peines y ninguna goma para el pelo, hidratante para manos, para cara y para pies y 0 botellas de agua, "porque vamos a estar un momentito".
Sí, me gusta la playa. Sobre todo cuando vuelvo a la piscina.
Me gusta cuando vuelvo.
*Editado: que dice mi
@toayita que es Rodolfo el Langostino (Shevame a casa). Ella sabrá.