jueves, 24 de mayo de 2012

Preguntas (III)

No me atrevo a hacer la pregunta que me gustaría hacer.

Y voy a quedarme con la duda porque, al final, somos lo que somos y, a veces, ni siquiera una se atreve a ir contra su naturaleza en el blog.

Total, que no voy a hacer la pregunta que me gustaría, seguramente porque es probable que no me gusten las respuestas.

¿Alguna pregunta al respecto?

martes, 22 de mayo de 2012

Preguntas (II)

Porno ¿sí o no?

¿Amateur o profesional?

¿Homo o hetero?

¿Moñas o salvaje?

A ver, mójense ¿ven (ustedes, coñe) porno?


(Video de carácter orientativo y no vinculante. Ejem)

lunes, 21 de mayo de 2012

Preguntas (I)

Se conoce que una para saber, que no ocupa lugar, tiene que preguntar. Bien.

¿Cuál es su (de ustedes, coñe) canción favorita para frinkar?



Solomon Burke, Cry to me

(Video de carácter orientativo y no vinculante. Ejem)

miércoles, 16 de mayo de 2012

Una película de miedo

Son las tres y cuarto de la mañana y mañana tengo que levantarme muy temprano y ponerme los moños para reconquistar la galaxia sin acabar demasiado perjudicada. Y estoy despierta.

Enfadada, frustrada conmigo misma por ser incapaz de conciliar el sueño, giro hacia un lado, arrastrando el edredón con fuerza. Casi he cogido la postura, lo noto, ya... venga ... no, mierda, me he vuelto a desvelar... giro de nuevo... y en ese estado de duermevela enfadado me veo a mí misma dar vueltas en la cama, como una Annie Hall cualquiera... vuelta... vuelta... ¿me he dormido ya?...

Debo haber hecho la pregunta en voz alta porque casi inmediatamente noto una mano firme en la cadera y escucho un NO. Rotundo. Eso va a ser que no me he dormido, ya verás...

Noto como el cuerpo se acerca a la mano y se pega a mí, como para impedir que me mueva. Bueno, como, no. Para impedir que siga moviéndome. Y me siento un poco Alicia, atrapada en un mundo del que no puedo salir.

Pasa un minuto.

Pasa otro minuto.

Pasa otro minuto.

El mundo que me aprisiona resopla suave y rítmicamente junto a mi oreja izquierda y, no contento con eso, mueve la mano de vez en cuando, para recordarme que sigo siendo prisionera y que no tengo escapatoria. Y empiezo a tener miedo. Miedo a quedarme ahí encerrada para siempre y despierta... tengo que escapar, como sea... Ah, Carol Anne... ve hacia la luz...

Paro el tiempo y me muevo muy despacio, a cámara lenta, matando cuantos obstáculos encuentro a mi paso y consigo escaparme... Beatrix estaría orgullosa de mí...

Pasa un minuto.

Pasa otro minuto.

Pasa otro minuto.

Por fin soy libre. Ponte recta, no bajes la cabeza, echa atrás los hombros, coge aire... Soy Scarlett vestida de gran dama con cortinas viejas. Tengo dignidad, coño. Soy Francesca haciendo la maleta para huir de una vida que no me gusta. Dignidad. ¡VENGA!

O igual soy sólo una mujer con camiseta de Supercoco vencida por el insomnio, de pie junto a la cama, a punto de romper a llorar porque no puede dormir. Pero, oye, digna, muy Amy pero sin pinza.

Enmimismada con las sombras que entran por la ventana (¿dormida ya?) se me escapa que la mano pegada al cuerpo se acerca lentamente y me captura de nuevo. Anda, ven...

No puedo. No puedo volver a la cama si no puedo dormir...Menos mal que las lágrimas de sueño no hacen ruido porque no soportaría un ¿pero qué te pasa? a estas horas...

El cuerpo pegado a la mano tira de mí. Me resisto lángidamente y, sin darme cuenta, soy prisionera de nuevo pero me importa menos que hace... ¿veintitres minutos? ¿Ya me he dormido?

La cama me espera. Me hace ojitos. Y no digamos el cuerpo pegado a la mano, que ha vuelto a dormirse. También me hace ojitos, el zalamero, ahí, tan apetitoso, tan tranquilo, invitándome a respirar a su lado...

Pasa un minuto.

Pasa otro minuto


Pasa otro minuto.

Me rindo. Vuelvo a la cama, con unas lágrimas de sueño ya sin fuerza ni nada, muerta de envidia, muerta de sueño, muerta en vida, pero despierta. Soy leyenda...

Sólo faltan tres horas para que suene el despertador y mi mundo con rizos me abraza en sueños. Y ni siquiera eso consigue que me duerma.

Y muero un poco.

lunes, 14 de mayo de 2012

Ese tipo de personas

Eso de "hay dos tipos de personas, las que... y las que..." no me va. Y eso que soy consciente de que, a estas alturas de la historia, ya nadie puede inventar nada: todos estamos o hemos estado repetidos y, por tanto, somos tipos de personas.

No me va pero entiendo esta forma de expresarnos porque, en realidad, podemos opinar sobre un universo muy pequeño, interactuamos con un número insultantemente pequeño de personas y categorizarlas nos ayuda a entender el mundo. O eso creo. Bueno, al menos a mí me ayuda.

Así que yo divido mi pequeño mundo en dos tipos de personas: las que tienen inquietud por aprender cosas y las que se conforman con lo que ya saben. Es una categorización muy amplia pero me resulta muy útil como criterio de tarjeta y expulsión: no quiero personas en mi vida que no quieran aprender más cosas, de la disciplina que sea, por tanta que parezca. Me he dado cuenta de que, de un tiempo a esta parte, me alejo compulsivamente de esas personas.

No quiero personas que, en lugar de buscar en Google un tutorial para ponerse la nueva biografía me lo pregunten porque "seguro que tú lo sabes y yo no quiero dedicarle más cosas a esa tontería". Y que se mosquean cuando reciben un enlace a un tutorial con un "esto ya podía haberlo buscado yo". Bien, haberlo hecho.

No quiero personas que me pregunten qué significa una palabra cuando están delante de un ordenador. Estoy harta de enviar definiciones de la RAE por correo electrónico.

No quiero personas que se escuden en una falsa cortedad mental para insertar una foto en un post porque "no tienen tiempo para aprender y no es necesario para escribir un blog". He borrado el tutorial que tenía guardado en el correo para reenviar una y otra vez. ¿Por qué tengo que buscar yo el correo, si yo ya sé cómo hacerlo?

No quiero recibir mensajes preguntándome la dirección de un restaurante. No quiero hacer yo esa búsqueda que no quieres hacer tú.

No me interpreten mal, suelo ser solícita y respondo a las dudas. Compartir lo que una sabe es enriquecedor y muy satisfactorio.Y yo misma pregunto cosas. Muchas cosas. Pido consejo. Y los agradezco mucho, una no puede saber de todo. Pero estoy harta de esos vampirillos surgidos al amparo de la permanente revolución digital, que van a rebufo porque es más fácil que otro haga las cosas, investigue, y descubra, y se lo dé mascadito, cuando no se lo hace directamente.

Es una lástima que esta entrada no vaya a leerla ninguna de las personas a las que la dedicaría. También es una lástima que la haya escrito. Me muestra resentida y rencorosa. Lo estoy. Lo soy.

miércoles, 9 de mayo de 2012

De las preguntas

Entre los miles de millones de defectos que tengo, uno que no me atormenta casi nada y que da alguna alegría de vez en cuando, es que tengo muchas preguntas. Siempre. Todas.

Supongo que es fruto de esa insistente vocecilla que no para de hablar en mi cabeza diciendo esto no lo hagas, que no es normal o esto no lo digas, que no es normal, o incluso esto no lo pienses, que no es normal. Invariablemente, a esa vocecilla le sigue un ¿por qué? ¿Los demás no lo hacen? ¿Por qué no es normal?

A veces pienso que esta inseguridad sobre lo que piensan/sienten los demás es inherente al ser humano, porque cada uno sólo puede saber a ciencia cierta lo que pasa dentro de su cabeza, y eso con suerte. Por mucho que conozcamos al otro, por mucho que pensemos que le conocemos, no podemos estar seguros y muchas veces casi nunca podemos preguntar para asegurarnos. Así que tiendo a pensar que lo de no preguntar cosas que de verdad nos interesan le pasa a todo el mundo, que todos tenemos  dudas sobre cosas lo que hacen, piensan o sienten los demás y que no lo preguntamos porque... vaya, no sé por qué los demás no lo preguntan, yo no lo hago por varias razones, a saber:
  • Crea desconfianza. Son preguntas que hacen sospechar a la otra persona, porque no le gustan, no se siente cómoda, no quiere responder. Veo reflejadas en su cara, antes de abrir la boca, la desconfianza. ¿Por qué quieres saberlo? ¿Tú qué vas a hacer con esa información? ¿A ti qué coño te importa? Seguro que algún día lo utilizas contra mí y me vuelve como un boomerang cargado de mierda.
  • Porque si me lo preguntaran a mí nunca respondería sinceramente. Por vergüenza, pudor, inseguridad...
  • Por prudencia. En ocasiones tengo preguntas porque cuestiono otras cosas que me han dicho. Y a la gente no le mola mucho notar que la tomas por mentirosa...
  • Porque tengo la impresión de que debería saber la respuesta: ¿Cuántas veces a la semana debería fregar el suelo? ¿Durante cuánto rato folla la gente normal? ¿Me huele el aliento? ¿No te das cuenta de que te huele el aliento? ¿En qué piensa este mientras le estoy hablando?
Por estas, y otras razones (supongo, pero me cuesta hacer el juego este de no pregunto porque si me preguntaran a mí yo no respondería porque... me he liao) me quedo con miles de millones de preguntas sin preguntar. Y me come la curiosidad.

Unas no son cosas importantes. Otras sí lo son para mí. Y a veces tengo tantas ganas de hacer una pregunta que, para que no se me escape, me callo. Y entonces la otra persona lo nota y, probablemente, se pregunta para sí qué coño me pasa, pero como igual piensa que va a molestarme no me lo pregunta... y así vamos...

¿Ustedes también se preguntan cosas? ¿Y qué se responden?

lunes, 7 de mayo de 2012

No te ajunto

Desde mi punto de vista, la mayor tara del ser humano es su necesidad de relacionarse con otras personas (fuera de lo estrictamente necesario para cubrir las necesidades físicas básicas, I mean).

Siglos de evolución no han conseguido erradicar la necesidad de compartir nuestras emociones, nuestros éxitos y fracasos, nuestros pensamientos y nuestras preocupaciones con otros seres humanos. Qué va. Lejos de convertirnos en felices ermitaños nos esforzamos por convertirnos en seres más sociales: inventamos redes sociales, medios de comunicación social, socializamos por doquier. Amigos, familia, compañeros de trabajo, amigos de amigos, asociación de vecinos, agrupación lúdicofestiva, aficionados a hobbies, clubes de fans... Nos esforzamos tanto por ser tan sociales que nos olvidamos a menudo de disfrutar de nosotros mismos. Un error.

Es una putada necesitar socializar con otras personas porque las relaciones con otros a menudo nos traen más sinsabores que satisfacciones. Creemos que nos hacemos mayores, que maduramos y que las cosas que antes nos entristecían o enojaban ahora ya no van a afectarnos porque ya no somos quinceañeros. Y nos equivocamos.

Porque seguimos comportándonos como pequeños dictatorcillos orgullosos y malcriados, que pensamos que todo lo hacemos bien mientras los demás son egoístas y desconsiderados. Seguimos creyendo que somos el ombligo del mundo. Seguimos comportándonos como preadolescentes jugando al no te ajunto, no respires mi aire.

Y así nos va: rodeados de personas que, a veces, no nos gustan, con las que nos esforzamos por relacionarnos, aunque a veces no nos apetezca, sin atrevernos a reclamar nuestro espacio por temor a que nos llamen raritos.

El ser humano es una mierda, por resumir.

viernes, 4 de mayo de 2012

Stricto senso, tengo un acosador. Así, como lo leen.

Hace años conocí a un tío en un grupo de trabajo. Estábamos más o menos de acuerdo, éramos espabiladitos y nos encargaron redactar las conclusiones del trabajo. Trabajamos juntos unos meses y nos entendimos bien. Todo muy bien. Durante ese tiempo, nos tomamos algunos cafeses antes o después de las reuniones. Todo muy aséptico, muy de pantalón de pinzas.

Terminamos el trabajo, yo cambié de rumbo laboral y no volví a cruzarme con él, ni a acordarme de él, durante unos años. Exactamente, hasta el día que me llamó, intempestivamente, para recordame que existía, decirme que se había quedado en el paro y pedirme que le tuviera en sus oraciones si me enteraba de algún trabajo.

Respondí simpática, dispuesta y amable, como yo soy, vamos*, y le dije que sí, que si me enteraba de algo se lo diría.

Y cometí el error de hacerlo: un día me llegó una oferta de trabajo y se la mandé.

Y aquí empezó el suplicio.


Cada dos o tres meses se queda sin trabajo y me llama. Al móvil. Al trabajo. Me manda mensajes, manda mensajes a los compañeros de mi antiguo trabajo para que me pasen recados. Deja recados en mi trabajo actual... He respondido a un par de sus correos con un lacónico "No me llames ni me escribas al trabajo, si me entero de algo te lo comunicaré. Espero que todo te vaya bien. Un saludo y suerte". Me da la tabarra durante tres semanas o así, en algún momento que me pilla torcida le respondo mal, se enfada, me dice que soy borde y se acaba la cosa hasta dos o tres meses después.


Hasta hoy.

Ha venido al trabajo a traerme un curriculum en persona, para que no me olvide de él. Llevo evitándole toda la semana, inmersa en un horror laboral de becarios tróspidos que ya les contaré otro día, y ha venido a esperarme a la puerta del trabajo.

Me ha dado un poco de yuyu porque ha venido soberbio y disgustado, echándome en cara que no respondiera a sus llamadas y que fuera fría y distante.

Y ahora no sé qué hacer con él.

Pues eso. ¿qué hago con él? espregunta.


*No voy a tolerar disidencias en este punto. NINGUNA.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Preposiciones

A ti.
Ante ojos.
Bajo las sábanas.
Cabe zona.
Con tacto.
Contra la pared.
De .
Desde abajo.
Durante el acto
En cima.
Entre tenida.
Excepto nada.
Hacia dónde.
Hasta mañana.
Mediante, Thor.
Para guayo.
Por favor. Por favor.
Salvo
Según, si...
Si fuera...
So corro.
Sobre venido.
Tras. Tras.