Los hombres son como los tacones: lo importante, lo realmente importante, es que no te hagan daño.
Hay tantos tipos de hombres como tacones... uf, qué difícil me va a resultar explicarlo sin que se me enfaden... a ver si con unos ejemplos vale.
Los insoportables
Son altos, guapos, apolíneos... llaman la atención de todas las féminas del local. De unas, por puritita envidia. De otras, por admiración.
Son bellos y lo saben y se pavonean y hacen ruido cada vez que se mueven y brillan y entran por los ojos y se quedan en el cerebro y su portadora siente todas esas miradas y se ensancha como un dirigible... pero son insoportables.
A los cinco minutos ya estás pensando que ¿pa qué? si sólo valen para un rato, una cena rapidita y ya. Son vistosísimos pero no sólo no dan pa más si no que, además, son insoportables y, a la que te despistes y les des un poco más rato del que merecen, te destrozan y llegas a casa llorosa y completamente acabada.
Juras que no volverás a hacerlo, que no volverás a confiar en ellos, que no volverás a caer en la tentación de una "cara bonita" pero... ¡es que son tan ideales! Y ¡ZAS! vuelves a caer.
Vuestro amor es imposible.
Los imprescindibles
Son perfectos: altura perfecta, contorno perfecto, superficie perfecta... Parece que son más de lo que realmente son pero lo compensan con buena compañía.
Te los llevarías todos los días a todas partes, sin dudar, independientemente de si pegan con el resto o no. Y no lo haces porque sabes que, si abusas, os cansaréis y vuestro intenso amor pasará a ser un cariño blandito y eso no te lo puedes permitir.
Así que te contienes algunas veces, para no cansar. Otras veces no puedes contenerte y te entregas... intensamente... sin pensar en las consecuencias... porque son perfectos. La despedida es terrible y buscas un recambio tan rápido que a menudo te equivocas. Y sólo sirve para que los eches más de menos...
Los divertidos
Los buscas sólo para ir de fiesta, para divertirte. Con ellos no vas a triunfar pero sabes que nunca, NUNCA, van a hacerte daño.
Son como esos amigos, quizás con derecho a roce, con los que sabes que vas a divertirte mucho, da igual donde sea: en un chiringuito en la playa, en un after, en una verbena pachanguera... Puedes confiar en ellos porque te devolverán a casa sana y salva.
Y por eso les quieres y no quieres perderlos, sabes que son irreemplazables y que te dolerá mucho el día que tengas que dejarles atrás. Porque, queramos o no, todo lo bueno se acaba.
Los dominantes
Un día, sin saber por qué los buscas.
Son momentos en los que sabes que necesitas dejarte llevar sin preguntar dónde ni por qué y que sea otro quién tome las riendas.
A veces duele un poco, no estás acostumbrada a estar tan atada, pero te sientes bien mirando desde arriba. Incluso aunque sepas que no es mérito tuyo, que otro toma las decisiones por ti, que tienes poco que decir, miras desde arriba con la seguridad de que puedes dejarlo cuando quieras.
A veces no puedes, pero esa es otra historia.
Los excéntricos
Con ellos nunca se sabe: un día estás la mar de bien, cómoda, tranquila... y al día siguiente te dan el sufrimiento mortal de todos los santos.
Ni ellos mismos saben por qué, son volubles, caprichosos: hoy te quiero, hoy no. Hoy soy tu sostén, tu apoyo, tu resguardo, hoy te machaco hasta que mueras de dolor, porque te lo mereces.
Como nunca sabes qué va a pasar con ellos a veces incluso tienes un repuesto a mano. Que no es lo tuyo, tú no eres de esas, eres fiel y con el umbral del dolor bien alto pero no soportas la arbitrariedad y el "porque no" como respuesta.
Te romperán el alma, porque te gustan y sabes que a veces pueden ser perfectos, pero no estás preparada para sufrir sin razón aparente. Porque no no te vale como respuesta.
Los cómodos
Son estos que te llevarías a comer a casa de papás un sábado, a merendar con las amigas un viernes por la tarde, que te acompañan al trabajo...
Son estos que no se quejan, que dirías que van con todo pero nunca te pondrías para llevar vaqueros. Y eso lo dice todo.
Cómodos pero aburridos. De repente un día te das cuenta de que hace como un mes que no sabes nada de ellos... y ni te acordabas de que existían.
Lo malo es que como nunca "los usas" se quedan ahí, en la recámara, siempre, y cuando los ves piensas "uf, debería hacerles un poco de caso ¿no?". Y les das bolilla. Que luego no es que te arrepientas ni nada pero, vaya, que en cuanto los dejas te has olvidado hasta que te los encuentres otro día de casualidad.
Los casuales
Te los encuentras sin querer y sin buscar y se convierten en habituales. Son cómodos, pero también son divertidos, a veces.
No les darías tu corazón, porque no se lo merecen, pero te dejan suelta y, a la vez, te sujetan los justo.
Sabes que no siempre pueden acompañarte, que hay muchas cosas que no pueden hacer contigo y por eso están sólo a veces pero, cuando están, son la compañía perfecta.
Aún no lo sabes pero seguro que lloras un poco el día que tengas que dejarlos atrás, porque han significado para ti mucho más de lo que estabas dispuesta a admitir.
Los incondicionales
Ni demasiado ni demasiado poco. Quizás no destacan por nada a primera vista pero conocerles es amarles.
Un día te pegas a ellos porque no sabías qué hacer pero te apetecía salir y dices, "venga, va, total, no pierdo nada". Y como te descuides no te despegas de ellos y quieres salir con ellos a todas horas: al cine, a cenar, a merendar, a pasear, de copas, al zoo (¿al zoo?).
Sí, nunca hubieras pensado que se iban a convertir en imprescindibles y, en realidad, no lo tienes claro del todo hasta que, un día, de repente, ya no puedes salir con ellos.
"No eres tú, soy yo", te dicen. "Estoy cansado y ya no me encuentro con ánimos para salir contigo".
Te destrozan el corazón pero recuerdas con cariño cada segundo que estuvieron contigo.
Los eternos
Están siempre ahí. Pasan los años y les quieres tanto que los tratas con muchísimo cuidado, les mimas, estás siempre dispuesta a hacer de hombro para que lloren sus penas, reparas sus heridas, atiendes sus necesidades. Porque sabes que ellos van a estar también.
Ya se te ha olvidado cuanto te costó conquistarlos, porque sabes que, una vez son tuyos, lo son para siempre. Y por eso les das tu corazón sin complejos, sin fisuras, sin remision.
Hay más, muchos más... qué fatiga, por Thor, voy a por unas chanclas.
* Este post está dedicado a Sil, que dice que le gusta.
(Publicado el 06/08/2011, inspirado por @MissSinner, de Victoria's Secret)
Fantástico reportaje. Me ha encantado!
ResponderEliminarTodavía estoy dándole vueltas a mi personal encaje:-P
Muaks!
Eres más guapa que todas las cosas :D
ResponderEliminarSoy: Un excentrico (aunque no me identifico con el taconcito dorado)
ResponderEliminarMe gustan: Las insoportables
pero
vivo con: las imprescindibles.
Buena alegoría de esas que se antojan...