Ayer fui a comprar a una de esas grandes superficies de las que podríamos denominar.
Sí, una de esas.
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No pongas esa cara, que yo también me he asustao. |
No suelo ir a estos sitios a hacer la compra de la casa: son demasiado grandes, hay demasiadas cosas, me dan flatitos, me hago pis todo el rato, me molesta la música. Meto cosas en el carro. Saco cosas del carro. Paso chorrocientas veces por el mismo pasillo. Meto en el carro cosas que ya he metido y sacado previamente. Paso HORAS leyendo las etiquetas de los geles y las cajas de cereales, como si fueran a examinarme... No suelo ir a estos sitios a comprar, me siento en Matrix: podrías vivir allí.
Por eso, cuando voy, F L I P O. Con todas las letras: efe, ele, pe... esto... eso. Que flipo.
Ayer, en sólo dos horas, fui testiga de varias prácticas fraudulentas que me dejaron hecha polvo. Al parecer, mucha gente lo hace, a algunos les funcionan y todo el mundo lo sabe. Todos, menos yo. Bueno, ahora sí lo sé, pero desde ayer.
La cuarta vez que repasábamos las carnes de pollos envasadas, mientras me aprendía todas las etiquetas de todas las bandejas de carnes que ni sabía que existían, vi a una presunta pareja de mediana edad medio metida en el congelador, manipulando cosas. Me quedé mirando un momento hasta que un empujón de mi bro me sacó del enmimismamiento.
Mientras me arrastraba por el pasillo me explicó que estaban despegando y pegando etiquetas: al parecer, despegan las etiquetas de una bandeja más barata y la pegan en una con mayor peso, para llevarse más producto por menos. Aquí empezamos una curiosa conversación sobre si nos parecía bien o mal que alguien hiciera eso. Como somos un poco Chip y Chop, fue una conversación un poco aburrida: nos argumentamos y contrargumentamos mutuamente con todos los tópicos al uso, a saber:
- Cuando se pasa hambre se hace cualquier cosa.
- Sí, pero no está bien robar, y eso es robar.
- Bueno, pero a ellos eso no les afecta en su cuenta de resultados, son muy grandes, es muy poco, total, por unos euros...
- Son un negocio, y aunque prevean las mermas y los robos, tienen que vender para ganar.
- Los precios de los productos están sobreinflados.
- ¿Y por qué si todos les vemos nadie dice nada, ni les denuncia a seguridad, ni nada?
- Es una mezcla entre solidaridad, envidia y excesivo sentido del ridículo.
- Y es su trabajo vigilar a los chorizos, no el de los demás.
- Es que nos estamos volviendo muy individualistas.
- Y si te cogen te cae la del pulpo, y mira a Urdangarín que con lo que ha robao y va a salirse de rositas. No es justo.
- Si es culpable.
- Eso, si es culpable.
- ...
No llegamos a ninguna conclusión, claro, si tuviéramos la solución al problema aquí iba a estar yo contándosela... Coño, que lo solucionen ellos ¿no?
El caso es que así, esquivando islas de turrones y packs de seis calcetines a tres euros llegamos a la línea de cajas.
(Inciso: 3 cajas abiertas de 24.
HELL)
Como en toda buena experiencia colística que se precie, la cola que escogimos era la más lenta. No, lenta, no. Estaba muerta. Veíamos mucho trasiego, muchas alfondra p'arriba, alfombra p'abajo, muchas idas y venidas de cajera y señora con chaleco de la cadena pero nada de avanzar.
Hasta que nos enteramos de lo que pasaba.
Los de la presunta pareja de mediana edad que habíamos visto antes eran fanes del etiquetado creativo. Que nosotros nos enteráramos, habían intentado colársela a la cajera en unas botas, en la carne, en una caja que debía tener dentro una lámpara y en una alfombra. ¡En una alfombra! Ahí se conoce que se pasaron, rebajándose el precio en unos cien pavos, la cajera se coscó del asunto y revisó el resto de productos. Los presuntos, al verse descubiertos, dejaron toda la compra en la caja y se fueron, acompañados amablemente por la señora del chaleco.
A partir de entonces, la conversación entre mi bro y servidora de dios y ustés fue por otros derroteros:
- ¡Qué cabrones!
- Pase lo de la carne, podían tener hambre. Pero ¿y lo demás?
- Joder, si no puedes comprarte unas botas de 40 pavos ve a un chino, que por 10 tienes unas.
- ¿Y la alfombra? Oh, man, has perdido todo mi respect. Si puedes pagar 100 pavos por una alfombra (que valía casi 200), ¡paga el euro que intentabas sisar en la carne!
- Por gente como esa las grandes superficies se ponen chungas y si luego alguien lo necesita de verdá, le crujen.
- Bueno, habíamos dicho que robar está mal, en cualquier caso.
- Ya, pero hay casos y casos...
Y así, indignados por la bajeza moral de las personas, por su estupidez y por lo tarde que se nos había hecho por culpa de los del latrocinio frustrado, nos fuimos a casa.