miércoles, 20 de octubre de 2010

Las palabras son para usarlas

A mí retozar me recuerda a la hermana María cantando feliz en las montañas austríacas, con las mejillas arreboladas mientras el Capitán Von Trapp le mete mano por debajo de la falda. Retozar me evoca a esta hermana María rezando gozosa el rosario, con las calzas por las rodillas, mientras Von Trapp la penetra suavemente y le quita una brizna de hierba de la frente. Un beso casto en la nariz sella el acto de amor. A eso me recuerda lo de retozar*.

Echar un quiqui son Al y Peggy Bundy un sábado por la noche, después de una sobredosis de cerveza viendo el partido de lo que sea, cuando el precio por dormir a pierna suelta sin ver una cara de reproche es un poco de sexo rápido. Es la confluencia de comodidad, necesidad física de desahogo, conocimiento mutuo y zapatillas de ir por casa a los pies de la cama. Echar un quiqui (o kiki) va estupendamente con un pijama de franela y un despertador en la mesita de noche, mientras se oye El Larguero de fondo.

Hacer el amor es más serio, más intenso. Es como la mezcla perfecta de pureza, deseo, pasión, amor... en el mismo momento. Pienso en Francesca y Robert, o en cualquier pareja madura que se quiere con la pureza de los quince años, el deseo de los veinte, la pasión de los treinta y el amor eterno... eso es hacer el amor. Para hacer el amor hay que ser capaz de compartir la desnudez del alma y el cuerpo, con un colacao o una botella de champagne, da igual. Para hacer el amor lo mejor es desnudarse al compás de Marvin Gaye y dormir luego con Julie London de fondo. Y querer despertarse por la mañana con el mismo cuerpo desnudo al lado.

Y luego está follar. Lo bueno de follar es que todo está permitido, nunca hay nada fuera de lugar, nada inapropiado. Tan pronto es un deseo animal irrefrenable que mueve montañas como es lujuriosa desidia sobre la cama. Cuando se folla todo es posible. Da igual si es con un desconocido o con la pareja de uno desde hace veinte años. Da igual si es un momento de desenfreno o son horas lentas. Da igual si es en la cama de los padres o en la de los hijos. Da igual si una lleva tanga, vaqueros, negligée o uniforme. Se quita o se deja. Y punto. Cuando se folla todo es posible.

Follar es lo que hace Jonathan Harker con unas cuantas vampiras. Es Catherine Tramell disfrutando de Nick Curran hasta la muerte. Sí, follar es Nueve semanas y media.

Además, una no le susurra a su chorvo, en un momento de pasión, retózame, ladrón. Ni Mmmm... quiquéame. Y, si me apuran, si a más de uno le susurran Cariño, hazme el amor se les van las ganas. Ahora, tú susurras a un tío fóllame y, oye, palo de santo. Éxito seguro.

Total, que las palabras, aunque tengan mala reputación, son para usarlas. Usémoslas ¿no?




* Recordatorio: no decir retozar si no quiero ser recordada como una monja vestida con tela de cortina al ritmo de DO RE MI. Además, suena a faja de camal.

3 comentarios:

  1. Eres la mejor hablando de sexo. Cómo me gustaría tener una conversación contigo tomando un café, de esas charlas sinceras, abiertas y sin tabús. Molas ¿lo sabes no?

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  2. Ja, ja, ja....¿retózame?....que ocurrencias...

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  3. Yo diré retozar cuando me ponga la bragafaja. Es lo que pega.

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