martes, 5 de septiembre de 2023

Jack y yo

Las ramas de los árboles golpean suavemente el cristal de la ventana.

Es un sonido arrítmico: el viento no sigue partituras.

De vez en cuando las ramas se mueven un poco más fuerte y el TOC TOC me sobresalta. A veces se acompasa cuando Jack recorre las habitaciones del Overlock; otras, acompaña a Danny en su triciclo; otras va por libre.

Además de sonidos el viento crea una atmósfera inquietante sin querer: hace tiempo que el Ayuntamiento debería haber recortado las ramas que ya llegan a tapar la luz de la farola (a veces). 

La luz va y viene, tan inesperada como el TOC TOC en la ventana y me está desconcentrando pero no me atrevo a levantarme a cerrar la persiana. Eso significaría salir del amparo de la lamparita de noche, atravesar La Zona Oscura y despertar a los monstruos de debajo de la cama...

En ese justo momento Jack Torrance acaba de encontrar unas gafas de visión nocturna y planea dar una vuelta de reconocimiento y

TAC

Jack, espera, que tengo un issue aquí.

¿QUÉ COÑO HA SIDO ESO?

Es un sonido nuevo, que ha venido de otra dirección.

TAC

Parece que viene de la cocina. En la cocina no hay árboles. En la cocina no hay nada que pueda hacer ruido per se. En la cocina no

TAC

De repente, la cama y la lamparita de noche se han convertido en el único lugar seguro en el mundo, y me entra una angustia así como de vamos a morir todos desmembrados inmediatamente y nuestros restos serán repartidos por toda la ciudad. Pero ahora que estoy en alerta me doy cuenta de que tengo que hacer pis.

No quiero ir, tengo miedo. Es un miedo irracional, instintivo, salvaje, paralizante. Mucho miedo.

Me riño un poco, sólo estoy sugestionada por el libro. Tengo que ir a hacer pis. Pero no puedo.

Que el pasillo de casa de mis padres tenga puertas a los lados y la luz de la calle se mueva y llegue tamizada (a veces) por las ramas de los árboles no está ayudando nada a que me tranquilice. Y TENGO QUE IR A HACER PIS.

Dejo a Jack frente a una de las puertas cerradas, esperando mi vuelta con las gafas de visión nocturna puestas y, de repente, veo en la oscuridad, todo verde. No es que mis ojos se hayan acostumbrado a la oscuridad, qué va, es que soy Jack. Afortunadamente, aún no sé qué voy a encontrar en las habitaciones del Overlock.

TOC TOC

TAC

 

TOC TOC

TAC

 

TAC

Mi primer impulso es encender todas las luces en mi camino al baño pero, ¿para qué? Veo en la oscuridad y los monstruos no parecen haberse despertado. 

Consigo ir y volver sana y salva y, en un ataque de valentía inesperado, tentando a la muerte, aprovecho para bajar la persiana, cerrar la puerta y taparme hasta las cejas. 

De vuelta en la cama, satisfecha con la fortaleza inexpugnable que he construido, devuelvo la visión nocturna a Jack hasta que se hace de día. 

 

Y así es cómo leí El Resplandor un mes de septiembre de 1997 y caí en la trampa mortal de tito Stephen.






miércoles, 16 de agosto de 2023

Verdad a medias

El 24 de julio me acosté con el firme propósito de recuperar la actividad en el blog durante el mes de agosto. 

Tenía por delante no sé cuántos días de vacaciones casi de verdad, las primeras desde hace 6 años.

"Tengo unas vacaciones y sé cómo usarlas", iba diciendo por ahí, con una sonrisa de oreja a oreja.

Ilusa de mí, no contaba con la convivencia con un adolescente. Sobrino pasa agosto en mi casa y, aunque me alegro muchísimo de verle, de verdad, no contaba con el egoísmo infinito, la desgana y, sí, por qué no decirlo, la estupidez de un adolescente de casi 14 años.

He sido paciente, empática, cariñosa, firme unas veces, laxa por agotamiento otras. He intentado razonar, negociar, compartir... ¡si hasta he intentado darle pena!

Le he explicado claramente, de manera que pudiera entender, que se llama "convivencia" porque se vive con otra/s persona/s y que, para que haya una buena convivencia es imprescindible tener en cuenta a la/s otra/s persona/s para que la vida de todos/as sea más sencilla y agradable.

Por mis cojones treinta y tres.

La adolescencia nos ha atacado con toda su fuerza, se ha aprovechado de mi inexperiencia y me ha dao de hostias con la mano abierta como si no hubiera un mañana.

No estoy acostumbrada a convivir con un adolescente y está siendo dificilísimo y me está dejando pal arrastre.

¿Me estoy pasando de dura? ¿Estoy siendo demasiado floja? ¿Cómo debería decirle las cosas para que me preste un poco de atención sin pegarle un grito y quitarle el móvil de las manos? 

Insoportable.

Ropa sucia por todas partes. Tazas con restos de colacao por todas partes. Cojines por el suelo. Conversaciones con los colegas hasta las 5 de la mañana, con la posterior incapacidad para despertarse antes del mediodía y cumplir planes. Gritos jugando a la Play. Quejas por no jugar a la Play. 

Y, lo que es peor, un total de TODOS los planes de este mes de agosto jodidos porque el jodíoniño ha recordado coger las llaves un total de CERO VECES. Ni recuerdo la de veces que volver a casa a medias porque al jodíoniño se le ha ocurrido que era hora de volver a mi casa sin avisar.

El resultado es que llevo enfadada todas las vacaciones de mierda, recordemos, las primeras casi de verdad en 6 años.

Y, ya puestos a inaugurar pantanos, es la primera vez que estoy hasta el mismísimo coño de sobrino. Hasta hace unos días podía decirle que era mi persona favorita todo el rato y era cierto. 

Ahora es una verdad a medias. 


miércoles, 12 de abril de 2023

"¿Conoces la historia del mapa de Piri Reis?"

- ¿Dónde me has dicho que íbamos?

- Tranqui, está cerca. No seas desconfiada, hostias, que estás a salvo conmigo.

No desconfío de ti, Pablo, desconfío de todos.

He desconfiado de ti desde que has decidido que te interesaba más yo que la otra rubia del otro lado y le has dado la espalda para prestarme toda tu atención. Total, porque he sabido que lo llevabas tatuado es un sextante. A mí no me parece razón suficiente pero para ti sí lo ha sido, al parecer.

No recuerdo qué he dicho para que pensaras que me interesa la cartografía pero debo haberlo dicho bien porque desde ese momento no he tenido más horizonte que tus ojos mirándome fijamente, tu flequillo rizado y las gafas negras de pasta. Y no has parado de hablar. Si lo has hecho a propósito para llevarme al huerto lo has hecho bien, un par de horas después correteo a tu lado sin saber muy bien hacia dónde.

- ¿Pero no sabías dónde estaba el sitio ese?

- Que sí, joder, que es una calle de estas, ya estamos.

Hace un rato me cogiste de la mano sin preguntar, no sé si para guiarme por la confusa noche madrileña o para que no escapara si te perdías. Se me están durmiendo los dedos: aprietas mucho y tengo las manos heladas pero antes me las corto que me suelto. Tienes la mano grande, caliente, y de vez en cuando acaricias con el dedo gordo, como para asegurarte de que sigo aquí.

Sigo aquí, Pablo, no voy a escapar.

Aunque estoy un poco decepcionada, no esperaba bolognesa a estas horas...

- Esto te va a encantar, ya verás. 

No le dije que ya conocía el sitio, supongo que por una mezcla entre no quiero que piense que soy una golfa y no quiero que se desencante. Cuando sonríe le salen hoyuelos y las gafas le caen hasta el borde de la nariz y ahora mismo me iría con él al fin del mundo.

A lo mejor lo he dicho en voz alta porque, de repente, me doy cuenta de que estamos hablando de grandes marinos y de historias de conquistadores.

Y me cuenta la historia del mapa de Piri Reis. Saca un boli y dibuja en una servilleta el borde de algo, dibuja y habla y yo sólo escucho nieve, Groenlandia, Cristóbal Colón y "imposible". "Era imposible", dice todo el rato, "imposible". 

No hay nada imposible, Pablo. 

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Conseguí vestirme más o menos dignamente gracias a la luz que entraba por la ventana.Gracias a esa misma luz me di cuenta que lo que había a la cabecera de la cama era un mapa, gigante, como antiguo, y recordé vagamente que habíamos hablado de eso, de los dibujos, de su entusiasmo.

Cuando dos semanas después me enteré de que finalmente había aceptado el trabajo en Estocolmo yo ya me sabía la historia del mapa de Piri Reis como si fuera la mía.


* Si quieres saber algo más de la imposible historia del mapa de Piri Reis...

** Ya me extrañaba que nunca hubiera salido en el blog.

jueves, 30 de marzo de 2023

Sobre la tristeza

La tristeza es un temazo.

Yo he sido triste. Y he estado triste, tristísima. Mucho tiempo y muy profundamente.

Y luego no. Y otra vez. 

He ido y vuelto de la tristeza muchas veces, y lo que te rondaré.

He sido triste de solemnidad, de llorar cada minuto del día y no poder dormir por la noche por estar llorando.

He estado triste con y sin razón aparente, por motivos evidentes y compartidos y por pájaras personales que nadie más comprendía.

He estado tan, tan triste, que se me olvidó que podía estar de otra manera.

He sufrido el no estés triste, anímate, el tiempo lo cura todo, esto pasará... los he sufrido todos, muchas veces.

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La tristeza es como un tanque de privación sensorial rodeado por un foso con cocodrilos y valla eléctrica. Permite la entrada, únicamente, a pensamientos y palabras de refuerzo, y ataca con el lanzallamas cualquier comentario que no le dore la píldora. A la tristeza no le gusta que nadie le lleve la contraria. Si no la toreas, se extingue.

La tristeza es egoísta y poco empática. Te deja tan en la mierda que no puedes permitirte el lujo de pensar en las demás personas. 

Crees que sí, pero no. Lo ocupa todo y no deja sitio ni ganas para pensar en los demás.

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Entiendo la tristeza profunda. Esa que baila a tu alrededor tu canción favorita mientras te mantiene inmóvil atada a la cama.

Entiendo volverse una persona huraña, porque una de las habilidades de la tristeza es poner un velito oscuro y maloliente a todo para que el mal humor campe a sus anchas.

Entiendo llegar a pensar que ya es para siempre, que no hay cambio posible, que la tristeza va a ser nuestra novia hasta la muerte, en una orgía de lágrimas en la que también se quitan las bragas la soledad, la desidia y el rencor.

Entiendo que el dolor que provoca tristeza sea responsable, también, de la autocompasión y el vampirismo emocional.

Lo entiendo, en serio, lo entiendo*.

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Por eso, porque entiendo la tristeza, porque soy consciente de que tengo que estar atenta siempre a la nube negra a punto de estallar que me sigue a todas partes y me recluirá en el tanque sine die, te digo: mira a tu tristeza a la cara y dile que se ha acabao, que ya no puedes más, que quieres que se retire cuando le toca, que no cabéis todo el tiempo en el mismo sitio.

Y, si no puedes o no sabes, busca ayuda profesional para que no se coma tu vida.


 

 


* Recuerda, si no, cómo se llamaba el blog...

jueves, 9 de febrero de 2023

Menosmal

Hace unos meses apareció este mensaje en mi móvil:


El corazón se me puso a mil y un pensamiento se quedó rebotando en mi cabeza como una bola de pinball: Menosmal. Menos mal que no se ha ido del todo, menos mal que sigo teniendo línea directa. Menosmal.

Este pensamiento salió disparado, incontrolable, a velocidad ultrasónica. Hubiera caído en el olvido si no se hubiera topado con la Esquina de la tristeza, un espacio trampa porque todo lo que cae ahí se queda durante días, en un pinypón sin fin descontrolable entre el Techodemenómetro y el Necesitorio de vuelta.

En aquel momento su impacto fue devastador: pasé días, semanas, igual, llorando a moco tendido cada vez que lo veía. Y lo veía a menudo, porque, yo qué sé, otras personas mandan mensajes por Telegram y tenía que abrirlo de vez en cuando. Cada una de esas veces se activaba la alarma del Menosmal y, entre sollozo y sollozo, sólo podía pensar en lo muchísimo que me gustaría hablar con mi madre, y en lo mucho que la necesito todavía.

Racionalmente soy consciente de que mi madre ya no está ahí, que es porque le han dado ese número a otra persona, que ese mensaje no es más que una muestra de que la vida sigue. Así que cualquiera diría que hay una solución facilísima para evitar toda esta mierda: borra el contacto. Muerto el perro, se acabo la rabia (guiño, guiño, codazo, guiño).

Pues no puedo. Es como borrar fotos suyas del móvil. No puedo. No quiero.

Y así seguimos.

Contra todo pronóstico, y a pesar de tanto ir y venir por los rincones de mi cabeza, después de todos estos meses el Menosmal sigue rebotando cada vez que lo veo.

Hasta hace unos días, que tuve que reinstalar Whastapp en el móvil y me encontré con esto:

Ahora es más real que otra persona usa su móvil. Es una foto familiar, como de un padre con su hija pequeña.

A veces la miro y pienso cómo será su vida, dónde viven, qué pensarían si supieran que ver su foto me enfada muchísimo porque me siento traicionada, como si me hubieran quitado algo que era mío. Que se vayan, qué hace ahí esa foto. ¡Usurpadores!

Luego se me pasa y deseo que esa niña tenga la suerte de tener una madre como la mía.

Y dejo el Menosmal rebotando en mi cabeza el tiempo que le haga falta, con la inquietante sensación de que el día que se cuele por el agujero habré perdido la partida.